Otro final de sexenio de pavor. Todo indica nuestra realidad nacional —y nosotros con ella— se acerca a un momento convulso y peligroso. Las voces más sensatas señalan los múltiples desaciertos de la próxima reforma al Poder Judicial, lo que se verá acompañado por la desaparición de diversos órganos constitucionales autónomos.
Adiós Estado de derecho, estabilidad económica —crecimiento no ha habido—, rendición de cuentas, competencia democrático electoral. Ni la 4t ni la mayoría de la población quiere escuchar e imprimirle sensatez a sus acciones.
Un ignorante con suerte. Eso ha sido López Obrador. Y como todo ignorante, los resentimientos, prejuicios, obsesiones y rencores acompañan cada uno de sus pasos. Sus agravios están terminando con lo que quedaba en pie en el país.
¿Qué le hicieron las 55 mil personas que conforman el Poder Judicial y que él llama despectivamente oligarquía, régimen extractivo, corruptos y una larga retahíla de adjetivos descalificativos? Trabajadores de muy diverso tipo y nivel escalafonario que se ganan su sueldo de manera digna, trabajando y aplicando el conocimiento adquirido a través de muchos años de estudio.
Se sabe que para el Ejecutivo federal el conocimiento es dispensable; la entrega y la rectitud también. Él quiere esos 55 mil puestos para repartirlos entre sus fieles; los que tiene a su disposición en las otras dos ramas del Estado ya no le son suficientes.
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Pero además necesita que quienes ocupen los nuevos cargos sean a su imagen y semejanza; ‘ignorantes con suerte’. El mandatario ya lo reconoció antes; esa es su estrategia electoral para atraer votantes y seleccionar legisladores. ¿Por qué no hacer ahora lo mismo para determinar quiénes compondrán a la rama judicial?
El desprecio que AMLO tiene del mérito, de la preparación y del conocimiento es tal que, en el dictamen aprobado por sus legisladores cuatroteístas, se establece que los aspirantes únicamente requieren cinco cartas de referencia de vecinos, colegas o personas que respalden su “idoneidad”. ¿Qué se entiende por esto? La Cuatroté Quién no dabe ni le importa.
Y para controlarlos se requiere muy específicamente sean ignorantes como el presidente. Es la forma para garantizar que no le cuestionen nada y que impartir justicia sea la última de las preocupaciones de todos ellos.
Y qué mejor manera para alcanzar lo anterior que jueces, magistrados y ministros sean designados en última instancia vía tómbola. ¿Suerte? ¡Salir rifados para el cargo¡ ¡Buuum!
Es fácil apreciar esta y otras perversidades alentadas por Andrés Manuel cuando se analizan las personas que componen al reducido universo de la Suprema Corte. Extrapolarlo luego mentalmente a toda la rama judicial del Estado es sencillo. Pensemos en los contrastes que existen entre figuras como son Lenia Batres (ella ni siquiera sabe cuántos artículos contiene la Constitución) y Yasmín Esquivel (plagiaria de su tesis de licenciatura y de doctorado) y gente como Norma Piña, presidenta ministra del Tribunal Supremo, abogada estudiada y estudiosa, experimentada, persona correcta y con profundo y sólido conocimiento de las leyes.
Pues bien, López Obrador busca que tengamos de las primeras y ninguna de las segundas despachando en tribunales y juzgados.
La reforma que se requiere en el sistema de procuración de justicia no pasa tanto por el Poder Judicial de la Federación como sí por el de las fiscalías, ministerios públicos, cuerpos policiales. Estoy absolutamente convencida de ello. Hacer a estos más capacitados, más profesionales. Atendiendo procesos meritocráticos y de examinación continuos. Pero entonces dicho personal no se parecería a López Obrador y no podría ser fácilmente influenciable. He ahí el detalle.
López Obrador es un ignorante con suerte, pero es México el que paga por su buena fortuna…