El asesinato de los hermanos Martín y Leobardo García Corrales, vinculados a Ismael “El Mayo” Zambada, ha aumentado la tensión en Sinaloa, especialmente tras la captura del líder del Cártel del Pacífico a finales de julio. Los cuerpos torturados de los García Corrales, por quienes la justicia de Estados Unidos ofrecía hasta cuatro millones de dólares de recompensa, fueron encontrados el sábado por la mañana en un camino rural del municipio de Elota, cerca de Culiacán. Junto a ellos, fue hallado un tercer cadáver.
Ambos hermanos estaban bajo el radar de las autoridades estadounidenses por su participación en el tráfico de fentanilo y la posesión de armas automáticas. Según documentos de la Fiscalía del Distrito Sur de Nueva York, los García Corrales sostenían reuniones con socios para la producción y venta de fentanilo, con acuerdos que involucraban hasta una tonelada del opioide destinada a Nueva York. Además, se les vincula con la compra de armas, incluyendo fusiles calibre 50 y granadas, para su organización criminal.
El contexto de sus muertes se enmarca en la creciente inestabilidad dentro del Cártel de Sinaloa, especialmente tras la entrega de Joaquín Guzmán López, hijo de “El Chapo” Guzmán, a las autoridades estadounidenses. El asesinato de los hermanos García Corrales complica aún más el panorama, mientras las diversas facciones del cártel luchan por el control en la región. La situación pone en duda la cohesión y organización del Cártel de Sinaloa, que enfrenta un escenario de incertidumbre y fragmentación sin sus figuras veteranas.