Este fin de semana, en unos Picachos del estado de Sinaloa, se reunieron unos gansos. Y sobre estos, a medida que han pasado los días, mayor número de ciudadanos se preguntan si se trata de unas aves que pueden presumir la blancura de su plumaje.
Desde que Ismael “el Mayo” Zambada fue arrestado en Estados Unidos, pero sobre todo desde que hizo pública una misiva (ya todos conocemos de qué trata), han arreciado las dudas sobre la probidad de ejecutivos local y federal. Estos cuestionamientos, ya lo escribí en otras columnas, no van a menguar. Todo lo contrario.
Permítanme ilustrarlo con un ejemplo: si bien hace semanas Rubén Rocha declaró haber estado vacacionando en Los Ángeles, California cuando —todo indica— Joaquín Guzmán López secuestró a su socio y asesinaron al ex rector de la Universidad Autónoma de Sinaloa, Héctor Melesio Cuén, hoy se da a conocer que ha surgido un nuevo testigo quien asegura que el gobernador estuvo presente cuando ocurrieron ambos hechos.
Impactante es que la credibilidad de la autoridades esté bajó sospecha; a grado tal que en la opinión pública se discuta a quién se le cree más, si a Rocha Moya, a un criminal o a un tercer implicado.
Desde hace años, siendo candidato, el ahora presidente López Obrador comenzó a capitalizar políticamente el que la población le diera más valor a los testimonios de narcotraficantes que al de funcionarios y ex funcionarios. Actualmente él mismo y gobernantes emanados de Morena no se pueden sacudir de ese tipo de suspicacias que los afecta.
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La paradoja ha evolucionado de tal forma que, entre más se defienda el gobernador (Rocha insiste en que está limpio y, por lo mismo, nada teme) y entre más cobije el primer mandatario a este, más se desconfía del propio López Obrador, de su régimen federal e, incluso, de la presidenta electa.
Para todo fin práctico, la investidura presidencial ha quedado manchada porque AMLO prefirió —a menos de un mes de su anterior visita— regresar a Sinaloa, haciéndose acompañar por Claudia Sheinbaum, en lugar de darse una vuelta por el inundado Valle de Chalco. ¿Qué información guarda Rocha que López Obrador prefiere ir a cobijarlo que ir a hacer acto de presencia en las zonas afectadas por las lluvias en la zona metropolitana capitalina?
Y aquí una ironía adicional: manchar sus zapatos de mierda en aguas putrefactas del Estado de México posiblemente podría retardar que “su plumaje” se vea tan terriblemente e irreversiblemente manchado con importantes nuevas revelaciones relacionadas a el caso Zambada que —todo indica— están por salir. Testimonios y pruebas aportadas en una corte en Texas o en Nueva York que harían difícil que el aparato de justicia de Estados Unidos no coloque en su mira a Rubén Rocha y a Andrés Manuel López Obrador.
De ser el caso, lo que ocurrirá no es ‘justicia divina’, sino la simple y muy mortal justicia estadounidense. Y no sería dios el que traicione, sino “el Mayo” y “Los Chapitos” cuales Judas modernos.
Creo que el aura impoluta que alguna vez presumió López Obrador, ni siquiera abollada por los múltiples y corruptos negocios al amparo del poder que se le han encontrado a sus hijos, ha dejado de brillar.