Son más de 4 mil millones de pesos de pérdidas al día. Dos días de secuestro de inocentes, cinco de la toma de una carretera… y contando.
Nada tienen que ver en el entuerto —ya sea justificado o no— todas las personas que fueron dejadas aprisionadas en la autopista México-Puebla (kilómetro 74) por un grupo de ejidatarios, así como por los gobiernos federal y locales. Sí, también por estos. Tampoco tienen por qué asumir las pérdidas usuarios, comerciantes y transportistas que viajan por la carretera federal o utilizan el ramal de la autopista de Cuautla que llega y sale de la Ciudad de México (también han estado tomadas la autopista en lo que se conoce como el Arco Norte y la carretera Tlaxco-Tejocotal). Los bloqueos, tiempos extra desviaciones, enfrentamientos y demás problemas asociados tienen un costo. Vialidades que conectan la capital con el sureste mexicano; por donde ingresan mercancías del puerto de Veracruz hacia el Valle de México.
¿Quién está detrás de este desaguisado?, ¿quién tiene la culpa?, ¿Felipe Calderón? En una de esas sí… Total, él nació en 1962 que es cuando dicen inició el problema de expropiación de tierras para la construcción de esta importante vialidad…
Estupendo que se investigue a los pocos ejidatarios que se quedaron con el dinero de todos a quienes se les pagó hace ya más de 60 años por sus tierras y también a quien coordina hoy estas protestas. Pero ciertamente no es esa la responsabilidad primera de la autoridad. ¿Autoridad?… ¡Ese es el problema! ¿Dónde ha estado?
Salvo por el secretario de Gobierno de Puebla, quien se apareció para anunciar que se llegó a acuerdos de apertura de un carril en ambos sentidos de manera permanente (tan permanente que, después de un par de horas, volvieron a cerrarlo). El gobierno federal, en voz de López Obrador —faltaba más—, dijo que él no cederá al chantaje, ni al abuso… Él bien sabe de lo que habla, así como de lo que sucede, pues bloqueó la avenida Reforma en la Ciudad de México durante seis meses… Pero más allá de eso, decir que NO cede al chantaje es olvidar el Estado de derecho y alentar la anarquía.
No es un tema de chantaje, empatía o negociación, como quieren hacer ver unos y otro. Es un tema de respeto a la norma y al derecho ajeno (‘que es la paz’, diría Benito Juárez). Y para ello se requiere que la autoridad actúe. ¿Tan difícil es entenderlo?
Pareciera que el presidente más popular en la historia moderna del país tiene miedo de la foto del manifestante siendo retirado por la policía o por miembros de la Guardia Nacional… El que está por retirarse en menos de dos meses sigue privilegiando conservar la popularidad sobre la justicia, los derechos de su gente y la economía del país. ¿Para qué la quiere si ya se va? ¿No estará cuidando algunas clientelas?
López Obrador argumenta que él no cede al chantaje, volviéndose así el principal chantajista con todas las personas afectadas. El mandatario no está siendo rehén ni víctima, los mexicanos que sufrimos el atropello, la ilegalidad y la injusticia lo somos.
El cuento de que no me vengan con que la ley es la ley, ha creado una perversidad: la ley de la anarquía. Sin ningún miramiento por los demás, un grupo de personas decidió que se podía tomar la justicia por propia mano. Invadir las vías de comunicación federal es un delito.
Qué tristeza. En época de Olimpiadas donde los récords muestran lo mejor del ser humano, en nuestro país se rompen los récords de incompetencia y apatía. Siendo el único país del mundo donde una caterva de individuos puede secuestrar una vía de comunicación y donde la autoridad electa democráticamente no hace nada.
La licencia para secuestrar ha sido otorgada.