Tiempos de división estamos viviendo. En Estados Unidos, ayer, un intento de magnicidio. En México el asesinato de más de 30 candidatos a diversos puestos de elección popular. En Rusia, el asesinato de un opositor al régimen a manos del dictador que funge como presidente de esa nación.
En ningún lado y bajo ninguna circunstancia la violencia es válida. Menos aún por no concordar ideológicamente. Y sin embargo se da muy frecuentemente, cada día más; quizá gracias a los medios, redes y tecnología es que nos enteramos más.
En un acto de campaña, un tirador intentó matar a Trump; falló, pero al disparar mató a una persona (¿dos?) del público asistente.
Parte del encono antes descrito (así como lo sinvergüenza que en ocasiones ha sido el anaranjado personaje) resulta en que haya mucha gente que hable de que todo esto fue una conspiración y un auto atentado.
No, nada de eso es cierto. El mismo gobierno de Estados Unidos ya anunció que está realizando con urgencia y seriedad la investigación de lo que fue un intento de asesinar a Trump. El FBI no ha revelado la identidad del tirador, aunque ya en redes sociales ya es señalado un hombre como el posible autor.
Digamos las cosas claramente: (1) la polarización social en EEUU y un radical llevó a querer matar al candidato republicano a la presidencia norteamericana. (2) no porque este atentado termine ayudándole electoralmente significa que fue un auto atentado; son cosas distintas, pero no poca gente las quiere mezclar.
Un tiro le pasó detrás de la nuca; otro le rosó la oreja. Nadie que sepa de armas y disparos de ese calibre puede hablar seriamente de un autoatentado. Nadie se expone a un tiro de ese tipo. Ni de chiste y menos a la distancia que se realizó.
El problema es que más allá de estas teorías conspiracionistas y de la opinión personal que cada quien tenga sobre Trump, no es momento de azuzar los ánimos.
Los líderes del mundo son los primeros obligados a no polarizar, pues si bien dividir a la sociedad puede llevarlos generar simpatías entre los votantes, el tener un chivo expiatorio —un enemigo en común, el “nosotros o ellos”— al final lo único que hace es incrementar las posibilidades de que un radical o un loco considere intente hacer “justicia”. En México conocemos bien que eso no lleva a nada bueno.
Es gracias al atentado, no por conspiración sino producto de ese radicalismo político, que en noviembre Trump será votado como presidente. Si ya Biden mostró muchos puntos flacos que no lo hacen apto para repetir en funciones, con el atentado contra su oponente, las aspiraciones del hoy presidente estadounidense se esfuma. Sí, que la política sea una mierda —y uno que otro líder y aspirante a la presidencia también— no significa que esta —y estos— no se beneficien de ello…
Estamos viviendo tiempos de podredumbre; rojos y blancos; derechas e izquierdas; demócratas y republicanos. Pareciera que el mundo prefiere a los populistas, a los extremistas y esos siempre son peligrosos. Luego sucede que ellos florecen, mientras que incautos espectadores en un mitin político son los que perecen…
Todo esto, deja una pregunta sumamente importante: luego del atentado contra Trump —que sin duda favorecerá a sus aspiraciones—, ¿él moderará su discurso incendiario? Ese discurso que casi le cuesta la vida… El que invita a cerrar fronteras, al extremismo, a la mofa y al escarnio de sus contrincantes, ¿sabrá limitar su voz de odio a partir de ahora?Mismo en las democracias, los ánimos están muy crispados; urge calmarlos.
Giro de la Perinola
-Ni siquiera porque estima a Trump, López Obrador pudo poner un comentario amable. En “X” compartió: “Sea como sea reprobamos lo sucedido al expresidente Donald Trump. La violencia es irracional e inhumana”. ¿En serio?, ¿”sea como sea”? que no hay alguien, alguno en todo el gobierno federal que pueda ayudarle a articular un comentario de empatía, de compañerismo, de condena.
Tal vez porque, para él, el asesinato de al menos 30 candidatos en las pasadas elecciones fue un “sea como sea”, o porque quiere ofrecer abrazos al tirador o porque la violencia es irracional e inhumana en Estados Unidos, pero no en México.
Pues bien, sea como sea, en lo que va de este sexenio han habido más de 190,000 asesinados en México.
-Admiración a los integrantes del servicio secreto que cuida a Trump, ponen su cuerpo como escudo para protegerlo de otros posibles ataques. Saben que no es juego, arriesgan su vida por un tipo realmente muy miserable, pero cumplen con su deber.
-La foto de Trump, alzando el puño, con la bandera estadounidense ondeando arriba de él y el cielo azul, será premio Pritzker y la base para su nueva campaña; bastará enseñarla para ganar.