Claudia Sheinbaum resistió las presiones públicas del presidente Andrés Manuel López Obrador y no modificó lo que dejó pendiente la semana pasada. Ayer designó a quienes la acompañarán en su gabinete y no cayó en el juego de López Obrador para ratificar al director del Seguro Social, al titular de la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios y al subsecretario de Salud. La presidenta electa mantiene su calendario –pese a las turbulencias internas de las dos últimas semanas– y el gabinete ampliado vendrá después.
El Presidente quiere dejar un gabinete marcado por él, pero Sheinbaum lo ha ido manejando bien. Las imposiciones que puso López Obrador sobre la mesa las ha administrado con sutileza, nombrando a varios que deseaba repitieran en diferente posición. Ayer tuvo que ceder con Marath Baruch Bolaños, que repetirá como secretario del Trabajo aunque no sea parte de su equipo sino del hijo del Presidente, Andrés López Beltrán, con quien estudió en la Facultad de Ciencias Políticas de la UNAM.
Terco, López Obrador quiere 10 secretarios que hayan formado parte de su gabinete. No lo va a lograr, pero va a estar cerca. Sin embargo, no se trata de cuántos son, sino la importancia y calidad de los cargos. Ahí también van empatados: Gobernación, con Rosa Icela Rodríguez, para el Presidente; Seguridad, con Omar García Harfuch, para Sheinbaum, y en Hacienda nada para nadie porque Rogelio Ramírez de la O es un arreglo por conveniencia. En septiembre, al nombrar a los jefes militares, se verá cómo quedó el equilibrio que quiso romper López Obrador a su favor en las secretarías estratégicas, y que evitó Sheinbaum, para su propio beneficio político.
Sheinbaum nombró ayer a dos secretarias suyas, Claudia Curiel, que fue su secretaria de Cultura en el gobierno de la Ciudad de México, que hará lo mismo a nivel federal, y Josefina Rodríguez, que saltará de la Secretaría de Cultura de Tlaxcala a la federal. Las dos tienen experiencia también en la gestión con el sector privado. Curiel ha mantenido una intensa y rica actividad cultural en la capital del país, mientras que Rodríguez ha estado envuelta en polémicas en Tlaxcala donde ha sido acusada de beneficiar a empresas de su familia y tolerar acciones irregulares de sus subordinados, aparentemente de grupos de interés afectados por ella.
No obstante, sus nombramientos le inyectan nuevamente frescura al gabinete y son parte del relevo generacional que está planteando Sheinbaum con la integración ecléctica de su equipo de gobierno. Lo mismo podría decirse del secretario del Trabajo, aunque su ratificación, si bien encuadra en el relevo generacional, se enmarca principalmente en el bloque de quienes desea López Obrador como diques para cuidar su legado, aunque a veces choque con el proyecto de país que quiere Sheinbaum pero, sobre todo, que pueda desarrollar de acuerdo con las condiciones políticas y económicas que enfrente.
De ahí podría interpretarse la tozudez de López Obrador para imponer, ya no en privado, como cuando se reunió con Sheinbaum en Palacio Nacional, sino en público, sus nombramientos para que no se desvíe. Haber adelantado que probablemente ratificaría a tres miembros de su gabinete cruzó tanto las líneas que sus cercanos expresaron asombro y esbozaron lo que se vive en los pasillos palaciegos. Por ejemplo, Enrique Galván Ochoa, un respetado columnista de La Jornada, defensor por años de López Obrador y que forma parte del quinteto que redactó su Constitución moral, escribió este miércoles en el diario orgánico del obradorato:
“No recuerdo –y tengo memoria desde finales del sexenio del priista veracruzano Adolfo Ruiz Cortines– que un presidente de la República recomendara públicamente a su sucesor a que conserve en sus cargos a tres funcionarios ‘porque sería un desperdicio’ despedirlos. Pero López Obrador no se ciñe a las tradiciones y al final de su mañanera sugirió que Claudia Sheinbaum mantenga en sus puestos al director general del IMSS, Zoé Robledo; al subsecretario de Salud, Ruy López Ridaura, y al director de Cofepris, Alejandro Svarch. Le preguntaron si lo había consultado con la futura presidenta: ‘No, no, yo no hablo de eso, pero es un desperdicio… ¿Dónde los van a agarrar?, como dirían en mi pueblo’… Ella no lo hará, ni dirá ni pensará nada que se separe de la línea que marque el ‘mejor Presidente’ que ha tenido México, según sus palabras. Así que… seguirán en la nómina del sector salud el próximo sexenio… al menos los primeros tiempos”.
López Obrador ya socializó a quién quiere en el segundo piso, que como bien apuntó Salvador Camarena este jueves en EL FINANCIERO, “el control está en el segundo nivel”, en las subsecretarías y en el gabinete ampliado. Ahí está el poder. Una primera escaramuza que libró Sheinbaum fue no acatar la petición de López Obrador para nombrar a Raquel Buenrostro directora de Pemex, porque tiene un compromiso con Ramírez de la O para que sea él quien pueda designar al titular. No se sabe aún en quién recaerá, y si podrá mantener el acuerdo, que incluyó también el nombramiento del SAT, donde López Obrador ya sacó las uñas.
El Presidente quiere que Sheinbaum ratifique a Antonio Martínez Dagnino, que es muy cercano a los tres hijos mayores del mandatario, con quienes estudió la preparatoria en una escuela que es propiedad de Sergio de Botton, cuyo hijo Juan Pablo es el subsecretario de Egresos en la Secretaría de Hacienda, otro puesto fundamental para el manejo político de la economía, que quiere arrebatarle el Presidente a su sucesora en su vorágine de fin de sexenio.
Nota 1: Manuel Velasco, en referencia a la columna Oligopolio de medicinas, se deslindó de cualquier toma de decisiones en el IMSS y dijo que el responsable de contrataciones y contratos es su titular, Zoé Robledo. Dijo que tampoco es socio de una empresa distribuidora de medicinas en Tabasco. En la columna se mencionó a Manuel Pedrero como asesor de Robledo; su nombre es Humberto.