Las encuestas presidenciales en Venezuela apuntan a una abrumadora derrota del presidente Nicolás Maduro y el fin de su reinado que se extiende por más de una década. Dos por uno es lo que muestran los estudios de opinión de ventaja del opositor Edmundo González Urrutia sobre el heredero del chavismo, pero si las tendencias se confirman el próximo domingo, Venezuela entraría muy probablemente en una situación de alto riesgo, pues no está claro que el régimen de Maduro, respaldado por las Fuerzas Armadas, acepte el resultado.
La elección en Venezuela tiene una característica geoestratégica como pocas en el mundo por tener las mayores reservas probables y probadas de petróleo del mundo, por lo que desde hace años se ha convertido en un campo de batalla política y diplomática entre dos bloques. Maduro, como su antecesor Hugo Chávez, tienen el respaldo de Rusia, China, Irán y Cuba. Los opositores lo han tenido de Estados Unidos y varias naciones occidentales, y ultimamente, grupos de extrema derecha en América Latina y Europa, cuya cara es Javier Milei, presidente de Argentina. Estos actores se han involucrado fuertemente en el proceso y animado a la oposición a utilizar cualquier medio, incluso antidemocrático, para lograr la democracia.
¿El fin justifica los medios?
Para la oposición, por acciones disruptivas y sabotajes para provocar violencia e incitar la rebelión social -que fueron evitados-. evidentemente sí. Para la mayoría de las naciones occidentales, definitivamente no. Las potencias y sus aliados que están confrontadas, tienen en Venezuela un teatro de operaciones que no quieren que se transforme en bélico. A través de proxys están peleando en Gaza y Ucrania, donde hay despliegue de tropas rusas en Europa, pero el uso de su capacidad militar la ha limitado por la presión de Estados Unidos.
Washington ha respaldado con armas y acciones políticas y diplomáticas a Ucrania, sin despliegue de tropas, y ha respaldado a Israel en la guerra en Gaza contra Hamas y en el sur de Líbano contra Hezbolá, para mantener un equilibrio y contención militar en el Medio Oriente, donde está participando Irán, respaldando a los grupos terroristas palestinos. Si en Venezuela se desbordaran las cosas, y los grupos de extrema derecha provocan con sus acciones la violencia, la posibilidad de que Estados Unidos se viera obligado a un despliegue territorial para evitar que las reservas petroleras pasen a ser un acervo de sus rivales en el mundo, es un escenario que nadie puede descartar.
¿Cómo podría desbordarse?
Si la oposición no gana la elección, hablará de fraude y buscará sacar a la calle a decenas o de miles de personas a las calles para impedir que Maduro tome posesión. Por la forma como se han comportado algunos opositores operando en paralelo a la campaña electoral, observadores calificados de lo que está sucediendo en Venezuela consideran que, aun cuando no fueran multitudes las que protestaran -las últimas manifestaciones han reflejado un desgaste y un menor número de personas en las calles- podrían empujarlos a estrategias armadas, que provocaría una respuesta del régimen en los mismos términos.
Para la oposición, en estos momentos, si no logran la victoria será que les robaron el triunfo. No habrá interpretación intermedia. Maduro y sus apoyadores extranjeros, no están dispuestos a soltar el poder, y se han venido preparando para que más allá de lo que digan las encuestas, derrote a González Urrutia, que está respaldado, aunque en ocasiones parece estar más bien manejado o manipulado, por María Corina Machado, que emergió como la adversaria más seria y peligrosa para el presidente, quien con el control de la Suprema Corte, logró que la hicieran inelegible para participar en la elección. Maduro también arrestó a figuras opositoras y líderes políticos, persiguió periodistas y actores sociales, e impidió que observadores internacionales pudieran vigilar la elección.
No está nada dispuesto a perder el poder. Previamente replanteó la reingeniería editorial, con casi mil 800 nuevos centros de votación dentro de bases militares y dejó los 56 centros de votación en el extranjero -más de siete millones de venezolanos viven fuera de su país- tan pequeños que aún una votación masiva en el exterior será irrelevante en términos porcentuales.
La reingeniería electoral tuvo una destacada ayuda rusa. De acuerdo con un informe de inteligencia de los Países Bajos, que tiene muchos intereses petroleros en la región, el trabajo estratégico se realizó con un modelo matemático que corre un algoritmo llamado “Kolmogorov” instrumentado por científicos de la Universidad Estatal Lomonosov de Moscú, para darle a Jorge Rodríguez, presidente de la Asamblea Nacional, jefe de la campaña de Maduro y cabeza del equipo negociador con la oposición y la comunidad internacional sobre el proceso electoral en las pláticas facilitadas por Noruega y México, una herramienta tecnológica de predictibilidad ante los posibles escenarios electorales. El modelo no es para cometer fraude, pero la información que arroja le da una ventaja analítica al partido en el poder.
Con el algoritmo “Kolmogorov”, dide el reporte de inteligencia, calcularon el número real de electores en Venezuela y cuántos realmente iban a votar a través de la cédula de identidad y de los números telefónicos activos en los móviles, que les permite saber cuántos mediante su geolocalización si están en Venezuela y si han estado activos en los tres meses previos, cuyos datos son cruzados con la información sobre comportamiento electoral, que le permitió al régimen la reingeniería electoral, que incluyó notablemente un ajuste en el catastro con lo cual se modificó la ordenación del territorio.
Esta modificación del catastro se hizo a partir de los movimientos de ingresos de venezolanos en el exterior y la reubicación de los centros de votación en puntos donde históricamente ha habido una tendencia favorable al partido de Maduro y topes a la representación de la oposición en las casillas. Estos ajustes se dieron en paralelo a un cambio en la administración del Consejo Nacional Electoral, aprovechando “probablemente” que los opositores no tenían -como hasta ahora parece haber sido- la capacidad técnica de control y auditoría para detectar la afluencia de votos que no parecen ser orgánicos, como se vio en el referendo de diciembre sobre el Esequibo, un territorio de 159 mil kilómetros cuadrados controlado por Guyana con enormes reservas de petróleo, oro, cobre, diamantes y otros minerales estratégicos, que Maduro quiere anexar a Venezuela. El referéndum lo ganó Maduro con el 95% del voto y una participación del 50% de los electores, una afluencia que levanta todavía muchas dudas.
El aparato político-electoral de Maduro no ha impedido que las últimas encuestas arrojen una tendencia favorable al opositor González Urrutia 59 contra 33%. La desventaja llevó al presidente a declarar la semana pasada en un acto de campaña que si no ganaba la elección, habría “un baño de sangre” y se desataría en Venezuela “una guerra civil”. Las palabras de Maduro provocaron la reacción del presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, quien dijo que era inconcebible la amenaza del venezolano. Este jueves, el presidente chileno, Gabriel Boric, lo respaldó. “Lo que reciben los mandatarios y los candidatos son baños de votos, y esos baños representan la soberanía popular, que debe ser respetada”, agregó.
Parecería claro una victoria de la oposición, pero no lo es tanto. Un número importante de quienes respaldan a González Urrutia reciben programas sociales, por lo que no se sabe cómo finalmente votarán el domingo. “La realidad en el terreno es más compleja y desafiante”, dijo el general de la Compañía de Jesús, el venezolano Arturo Marcelino Sosa Abascal, al provincial en su país, Alfredo Infante Silvera, en un correo electrónico confidencial que reveló la periodista María Idalia Gómez en el portal La Silla Rota. “Es prematuro y potencialmente crítico asumir que la elección está decidida por González”, escribió Sosa Abascal.
Hay otras preocupaciones. Gómez citó reportes de inteligencia estadounidenses que advirtieron que la oposición no tiene una estructura sólida ni bien organizada y que está apoyándose en los ciudadanos, que carecen de apoyo logístico, entrenamiento y recursos para defender el voto. En caso de perder González la elección, no habrá un proceso de autocrítica sobre sus deficiencias estratégicas y operativas, sino movilización social. En caso de ganar, por lo que ha advertido Maduro, lo impedirá con el apoyo de las Fuerzas Armadas.
Las potencias que dirimen su presencia y fuerza en Venezuela, así como otros gobiernos, como las democracias sudamericanas, están buscando hablar con sus interlocutores para persuadirlos que acepten el resultado de las urnas para evitar un estallido social y una escalada del conflicto entre ellas. La negociación debe ser muy difícil. Maduro tiene el poder político y el militar, sin importarle mucho un mayor desgaste internacional, porque tiene con el petróleo una poderosa arma de negociación con Estados Unidos. La oposición tiene las encuestas a su favor y el reclamo del mundo democrático para acabar con la tiranía en la que ha vivido Venezuela en este siglo.
Todos los actores con intereses en Venezuela -salvo la extrema derecha y de alguna manera Israel, por la presencia de Irán en ese país-, quieren evitar un conflicto ante el riesgo que pudiera escalar. Falta poco para saber si esos esfuerzos y presiones, tuvieron éxito.