Durante años, hasta el otoño pasado, la activista Dora Rodríguez tuvo una casa del migrante en Sásabe, un pequeño pueblo en el lado mexicano de la frontera entre Sonora y Arizona. Era el último refugio para migrantes de todo el mundo, que iban a cruzar el desierto de Arizona a pie, después de pasar por medio continente. Hace mucho que los coyotes allí no son “independientes”. Trabajan para el Cártel de Sinaloa. Un grupo del cártel controlaba los cruces fronterizos con Sásabe, otro controlaba más adelante, en otra zona de la frontera. Y todo funcionaba así, con autoridades y pobladores mirando sin meterse. Hasta que algo cambió en noviembre. Y Sásabe se volvió un infierno.
Ocurrió como ocurren muchas veces las desgracias, en un día quieto, de cierto letargo. Dora estaba en el pueblo. Comenzó a ver unas camionetas con vidrios oscuros, moviéndose muy rápido. El pueblo se sentía raro. Hacía poco, la compañía estadounidense que repara los daños en el muro fronterizo había cerrado un hoyo enorme, casi frente a la entrada del pueblo. El hoyo permitía a los coyotes meter migrantes a EU como si fueran ganado, sin mayor esfuerzo. Del otro lado, desde 2023, cuando terminó la ley conocida como Título 42, estos migrantes ya no cruzaban el desierto. La mayoría se entregan a la patrulla fronteriza y piden asilo en Estados Unidos. Dora, en un inicio, no asoció el cierre del hoyo fronterizo con el ambiente “pesado” que cundía en Sásabe. Y se fue esa noche a Tucson, Arizona, donde vive, sin saber que no podría volver al pueblo, ni a su albergue.
Las siguientes horas, en el relato de muchos, fueron de caos. La gente primero acudió a la Guardia Nacional, pero dicen que no los ayudaron. Otros se refugiaron en el lado mexicano de la garita fronteriza. Unos más llegaron al lado estadounidense, desesperados, pidiendo asilo. Y algunos, con mochila al hombro, en sillas de ruedas, cargando lo que podían, cortaron una parte de la valla fronteriza y cruzaron. Dicen quienes lo vieron que era como una película, como si huyeran de una invasión zombie, dejando incluso atrás a sus mascotas.
Ha pasado ya más de medio año. Sásabe sigue siendo un pueblo fantasma. Han vuelto apenas unos habitantes. Algunos voluntarios cruzan la frontera una vez por semana para llevar comida para los perros y gatos que los pobladores abandonaron en el peor día, para los pocos humanos que se han atrevido a regresar. Las dos facciones del Cártel de Sinaloa aún pelean por el cruce de los migrantes. Para quienes andan por allí, Sásabe es una “zona de guerra”.
Hace poco, asesinaron a un hombre cuando unos coyotes atacaron al grupo con el que iba a cruzar. Otro, que trabajaba desde hacía décadas en un rancho vecino, tuvo que correr a la frontera, con lo que llevaba puesto, porque el rancho quedó en medio del fuego cruzado. Aquellos que siempre vivieron allí ahora huyen de las armas y la guerra que casi no se cubre desde la prensa mexicana.
Quizá, después de leer esta columna, tengas que buscar Sásabe en un mapa. Yo misma tuve que hacerlo hace meses, cuando me reuní con una fuente de Tucson y nos urgió a investigar esta historia para el programa que dirijo, Latino USA. Después de meses de trabajo, principalmente de nuestras reporteras Fernanda Echavarri y Maria Hinojosa, hemos publicado un documental contando qué pasa en Sásabe, eso que casi no se cuenta. La Guardia Nacional no respondió a nuestras preguntas para este reportaje. Y la patrulla fronteriza estadounidense nos dijo que está al tanto de la situación difícil que ocurre en el lado mexicano de la frontera.
Esta semana en la convención del Partido Republicano, Donald Trump confirmó a James David Vance como su candidato a vicepresidente. Con ello, abrió la puerta a que una nueva administración en EU considere a los cárteles mexicanos como “organizaciones terroristas” y declare que muchas partes del norte de México están controladas por esos grupos criminales, como Vance ha dicho a la prensa.
México está en plena transición y los ojos están puestos en el nuevo gabinete, en los compromisos del obradorismo que Claudia Sheinbaum sigue cumpliendo. Vale la pena mirar también al norte y ver que allí, en la frontera, el país tiene un problema grave por resolver y una crisis diplomática en ciernes.