¿Joe Biden pasará a la historia como el presidente que disminuyó la inflación sin caer en una recesión, quien logró crear el mayor número de trabajos en la historia de Estados Unidos y quien apoyó a cientos de miles de estudiantes disminuyendo sus créditos universitarios? ¿Como el mandatario que respaldó a Ucrania, señaló la injerencia rusa e invitó a que regresen las industrias estadounidenses de China, tanto a Estados Unidos como a México, este con el nearshoring? ¿O será recordado simplemente como de los pocos presidentes que no optaron por la reelección? (Al abandonar su campaña, Biden se une a otros dos presidentes en ejercicio en la historia moderna de ese país que no contendieron por un segundo término: el presidente Harry S. Truman en 1952 y el presidente Lyndon B. Johnson en 1968; por cierto, los demócratas perdieron esas dos elecciones). ¿O peor aún, a quien su propio partido forzó a salirse de la contienda dado su deterioro físico y mental?
No importa cuál sea la respuesta, el hecho es que a partir de ahora, por cuanto a la competencia electoral se refiere, ya no se estará discutiendo la idoneidad o no de Joe Biden de repetir como presidente, sino sobre quien lo estará sustituyendo en la nominación y cómo enfrentará a un personaje que básicamente desconoció los resultados electorales de 2021 e intentó dar un autogolpe de Estado.
El día de ayer, aunque quizá tarde —eso lo sabremos en unos cuantos meses—, el presidente estadounidense renunció (o lo forzaron a renunciar, para el caso da igual) a la carrera presidencial. ¿Habrá tiempo para que el nuevo o nueva candidato(a) del partido demócrata se fortalezca?
Afortunadamente, este instituto político no es “Fuerza y Corazón por México” y ha decidido dar un golpe de timón; desafortunadamente para ese partido y sus simpatizantes, desde la Presidencia de Estados Unidos no se venía fraguando una elección de Estado para favorecerlos, como sí ocurrió en México con Morena y López Obrador.
En todo caso, los demócratas ya están por designar un nuevo candidato y deben apresurarse. El tiempo apremia. Las elecciones serán el martes 5 de noviembre, si bien desde un mes antes se permite enviar votos por correo, lo que implica que la impresión de las boletas se hace con antelación a la mencionada fecha. Menos de cuatro meses para construir una figura que enfrente a Donald Trump…
Algunos de los posibles candidatos (además de la vicepresidenta Kamala Harris, esto es) son:
- Gobernadores: J.B. Pritzker (Illinois), Gretchen Whitmer (Michigan) y Jared Polis (Colorado). Josh Shapiro (Pensilvania) y Gavin Newsom (California) ya dijeron apoyan a Harris.
- Excandidatos presidenciales: Pete Buttigieg (actual secretario de Transporte); los senadores Cory Booker (Nueva Jersey); y Amy Klobuchar (Minnesota).
Por supuesto, también figura Michelle Obama. Sobre ella hay que decir que, si bien su posible nominación ha sido un rumor desde hace años, ha manifestado no estar interesada en contender (ello a pesar de que todas las encuestas han mostrado que tiene altos índices de conocimiento y aceptación, y que de todas las posibles personas la que más fácilmente derrotaría al candidato republicano).
Sobre las mencionadas figuras, quien más suena es Kamala Harris. Biden la endosó rápidamente para reemplazarlo, tanto por ser su vicepresidenta como por tener el mayor grado de reconocimiento nacional sobre otros posibles candidatos. Además, existe un elemento que la impulsa sobre los otros nombres: ella podría comenzar a utilizar los fondos de campaña ya que ya de por sí estaba registrada en la boleta como compañera de fórmula de Biden. Lo anterior no quita que habrá quien le reprochará a Biden haberse decantado por Kamala, en lugar de que sean los delegados los que decidan. En todo caso, nada como el conocido dedazo priista que llevó a cabo Andrés Manuel con Claudia Sheinbaum…
Pero volvamos a Estados Unidos. Probablemente será en unas primarias abiertas —las más cortas de la historia— en las que los delegados demócratas decidirán sobre su candidato. Definitivamente el tiempo no es su aliado.
Ahora bien, no debe perderse de vista distintos aspectos, entre ellos, que no siempre quien parece el precandidato más fuerte es el que termina llevándose la candidatura. Así sucedió con Ab Lincoln cuando consiguió la candidatura republicana. Tampoco se esperaba que Kennedy desbancara al puntero (y menos que le ganara a Nixon, el republicano). No se apostaba por Reagan, actor de Hollywood y exgobernador de California.
Por otro lado, lo interesante es que de pronto lo que no era previsible hasta hace unos días en EU hoy es necesario preguntarse: ¿los estadounidenses están listos para tener una mujer presidente? Y adicionalmente, el que esa nación dé paso a la primera presidenta hija de migrantes o, bien, a la primera presidenta de color.
¿El 2024 como el año en que dos mujeres son líderes de Estado en Norteamérica? En ese caso es posible que entre damas se dé una forma diferente de hacer política. Tal vez los insultos —reales e falsos— bajarían de intensidad y se forjarían alianzas más justas y duraderas en lugar de que se materialicen propuestas absurdas y contraproducentes como el plan de Trump de “la mayor deportación masiva de la historia”.
Quede quién quede de candidato/a demócrata, enfrentará un gran desafío: lograr la unión de su país; de los que el candidato republicano no termina de convencer, pero también a aquellos quienes desencantados de la política prefieren a candidatos autónomos.
El tiempo apremia, para los demócratas, para los estadounidenses y para todos aquellos que ven peligrar la democracia y la libertad en Estados Unidos.
Giro de la Perinola
Se han desatado los señalamientos en favor y en contra de Kamala Harris. Los últimos subrayando que se trata de una mala oponente y que, tras el apoyo que ha recibido de Biden —y después también de Bill Clinton— , el grupo de Obama la rechazaría. Los primeros, subrayando que Kamala Harris acumuló más de 25 millones de dólares de donaciones para su campaña en las 5 horas después anunciar su interés por contender.