Leo con interés “Emperor of Rome” de la escritora Mary Beard y no puedo dejar de derivar analogías con nuestro sistema hiperpresidencialista. Sufrimos al igual que la Roma de los césares, un sistema que tiende a concentrar todo el poder en una persona. Tener a veces césares sabios y otras veces a césares muy imperfectos está por demás.
En otras palabras, aquí el asunto de interés no es la nueva oligarquía o la saga política a la que nos enfrentaremos. Tampoco a que si el grupo gubernamental sea de estirpe obradorista o claudista u otra. Lo que hay que destacar es lo parecido que es México al “cesarismo” latino en el sentido tradicional de la palabra. Estoy hablando de un sistema que por mucho tiempo ha girado en torno a una persona, independientemente de cuál sea esta.
Así, los invito, más que pensar en el régimen obradorista, su legado y lo que puede preverse continuará de este durante el claudismo, considerar lo que es propio del SISTEMA político mexicano más allá del hombre en particular —o la mujer, si pensamos en Claudia Sheinbaum—. Y es que, al igual que en la antigua Roma (me refiero al cesarismo puro, que expertos ubican desde el año 44 A.C. —con Julio César— hasta el 235 D.C), en México una vez que el sistema de gobierno unipersonal se estableció plenamente y la sociedad lo “saboreó” —en el país ‘se vive, se come y se piensa’ en torno a una sola persona— por más que se intente o se diga, ha resultado imposible dejarlo de lado.
Más que la presencia de ‘un AMLO’ o de ‘una Claudia’ en particular, lo que puede hacer particularmente nocivo al gobierno mexicano para los propios mexicanos es la falta de contrapesos institucionales frente al líder. No en balde, el PRI en su momento construyó su propio alfiler de seguridad —’su vacuna’, por llamarle de alguna manera— acompañando a la figura presidencial de una serie de instituciones del Estado que, en mayor o menor medida, le hicieran sombra al mandatario, que lo acotaran; estructuras de balance que perduraban más allá de cada gestión en lo particular.
La enorme preocupación que embarga a muchos críticos de la Cuarta Transformación es que con Claudia Sheinbaum (da lo mismo si con AMLO o no tras bambalinas, como diría The Wall Street Journal) eso ya no sea así. ¿Nos acercamos a la era del cesarismo en México?
La incorporación del sistema de votación a mano alzada que perpetúa una gestión totalitaria y unipersonal no es democracia (aunque así le llame el morenismo). Desde la antigüedad a eso NO se le consideraba ni se le llamaba democracia y hoy en día tampoco lo es. Pero tristemente ese es el sistema político que se ha implementado en México y que hoy se está llevando al límite.
Confundir, igual que en el imperio Romano, la voluntad mayoritaria con la voluntad del pueblo, esto es de la sociedad en su totalidad, es engañoso. Peligroso, además, pues erosiona la construcción de institucionalidad cívica y alimenta la esencia autocrática de la sociedad mexicana.
La democracia electoral es solo un cascarón vacío sin el ejercicio operativo de un gobierno igualmente democrático, con pesos y contrapesos. A menor cantidad de éstos, el poder omnímodo, monopolizador y centralista en la égida de una sola persona resurge.
Por definición, el sistema de una sola persona no es democrático, aun cuando se sustente en el voto popular.
Y el llamado a festejar una ‘revolución de las conciencias’ solo llevará a perpetuar aún más este sistema unipersonal. Cosa mucho muy distinta sería fortalecer la democracia y eso solo se logrará privilegiando la cultura cívica, ciudadana, y los valores democráticos.
Vivimos una pauperización de la vida pública; su fortalecimiento no pasa por desplegar medidas populistas disfrazadas de democracia. Eso es maquillaje que únicamente llevará a mayor presidencialismo.
Desde Guadalupe Victoria hasta Claudia Sheinbaum, a todos los presidentes se les juzgará básicamente con los mismos estándares y todos ellos habrán desempeñado más o menos las mismas funciones. Es decir, lo que en el fondo no ha cambiado en México es su sistema y su engranaje político. Más allá de las peculiaridades de cada líder, tenemos un sistema que tiende hacia la autocracia o lo que puede llamarse el ‘gobierno de un solo hombre’.
¿Tendrá Claudia Sheinbaum la voluntad y la capacidad de atajar ese sistema? ¿De ‘pintar su raya’ no con AMLO, sino con el gobierno que recae en una sola mujer? ¿De romper, una vez por todas, el círculo vicioso que significa complacer a una sociedad antidemocrática que premia a un gobierno cada vez más unipersonal y autoritario?
Giro de la Perinola
Claudia Sheinbaum propone establecer un nuevo día de asueto nacional. El ‘Día de la revolución de las conciencias’, siendo el primero de julio, fecha en que López Obrador ganó las elecciones hace seis años. Si lo pensamos, ya existía ese día de asueto cuando el primero de septiembre era el informe presidencial, llamado por algunos como ‘día del presidente’. O sea, cambian el día y el nombre del mandatario, pero el sistema de gobierno de un solo hombre/mujer permanece.