Atestiguamos el triunfo más holgado en la contienda por la Presidencia de la República desde que las elecciones son libres en nuestro país. Claudia Sheinbaum le ganó en cerca de cinco puntos porcentuales a lo obtenido por López Obrador en el 2018; él, quien había obtenido el 53% de la votación hace seis años… Además, casi con seguridad, una mayoría calificada en ambas cámaras legislativas federales será para ‘Sigamos Haciendo Historia’. Y, por si eso fuese poco, el control casi total de las entidades de la República Mexicana. Ni en los años dorados del PRI se había visto esta fuerza. Un triunfo arrollador de Regeneración Nacional.
Supongo que ni siquiera el obradorismo esperaba resultados de esa magnitud. Victorias contundentes y claras en las urnas, pero que, no obstante, solo tres casas encuestadoras plasmaron en esos términos y proporciones: De las Heras, Mendoza Blanco y Asociados y MetricsMX (de esta última en SDPnoticias se publicaron todos sus levantamientos).
¿Se trató de una elección de Estado? Ciertamente. Pero creo que lo importante a hacer notar es que una abrumadora mayoría de la población eso le tuvo y le tiene sin cuidado; lo que es más, premia dichos actos de abuso de poder.
No pretendo con ello hacer un juicio de valor sobre el pueblo de México, solo lo estoy describiendo. Y subrayo que la magnitud de la victoria, a pesar del autoritarismo desplegado por el gobierno federal, de los fracasos en materia de salud, en seguridad, en educación, en combate a la corrupción, por mencionar solo cuatro rubros, indican que estamos ante una sociedad profundamente desinteresada en las instituciones, en la democracia, en el balance de poderes y en la transparencia. ¿Debiera ser así? ¿Hay justificación para ello? No lo sé, pero de que es un hecho, lo es.
Se generan, entonces, interrogantes que muy pronto deberán responder tanto el partido ganador (y la población mayoritaria en México), como los partidos que han perdido catastróficamente (y quienes por ellos votaron).
Después de la resaca del domingo, unos por la victoria y otros por las contundentes derrotas, habremos de preguntarnos cómo se plasmará el EJERCICIO de ese inmenso poder en un movimiento y unos virtuales ganadores, a partir de lo que les ha heredado López Obrador. Porque si la Cuarta Transformación no transita sin él —de hecho vimos que el presidente, al dar su mensaje anoche no pudo permitir que el triunfo de Claudia fuera solo de ella—, ¿qué suerte de gobierno es exactamente al que nos estaremos enfrentando todos los mexicanos (esto es, todos y no solo los críticos al obradorismo)?
¿El pegamento de los programas clientelares será suficiente para darle cauce y futuro a partir de ahora al gobierno de Claudia Sheinbaum? ¿Qué tan rápido esperan los propios morenistas que la virtual presidenta les retribuya los favores prestados? ¿Qué hará el partido en el poder con el resentimiento que aún resta en la sociedad agraviada ahora que ya no haya oposición a la que culpar?
Porque el acto de fe en el que está asentado el morenismo y con el que actúa —hoy lo sabemos— 60% de la población no puede vivir sin una oposición medianamente vigorosa. ¿Qué sucederá ahora que ya no la haya? ¿O será que Movimiento Ciudadano pase a jugar el papel del nuevo villano?