Tenía razón Dalí, México es el país más surrealista del planeta. Y nuestra política lo vuelve a comprobar. Se le exige a lo que Andrés Manuel ha denominado ‘oposición’ (excluyo a Movimiento Ciudadano, ese es partido palero de Morena) rinda cuentas y se disculpe de su derrota. ¡En qué cabeza cabe!
Se trató de una elección de Estado y más nos vale entender de una buena vez lo que eso significa:
En política, como en cualquier “juego”, a los perdedores —por llamarlos de alguna manera genérica— se les exige, sí, una autoevaluación y un acto de contrición. Pero eso únicamente cuando la cancha estuvo pareja o, en otras palabras, cuando hubo ‘fair-play’. Jamás se pide explicación cuando se tuvo todo —ilegalmente— en contra.
¿O ustedes le exigirían rendición de cuentas a un equipo de fútbol, por ejemplo, que compitió contra otro en una cancha intencionalmente inclinada para fastidiarlo? ¿Donde los contrincantes, llamados Morena, estuvieron dopados para elevar su rendimiento y se les permitió sostener el balón con las manos? ¿Cuando el árbitro —y todo el público— vio los ‘fouls’ por ellos cometidos y no solo no marcó tarjeta roja sino que se dio la media vuelta e ignoró las trampas?
Para ser un país futbolero, me sorprende lo acomodaticio y falto de criterio que puede ser el pueblo mexicano. Y del oficialismo no me sorprende que salga a exigir un acto de contrición de los perdedores —¡es parte de su estrategia!—, pero que lo pidan quienes se dicen de ‘la oposición’, eso sí no tiene excusa. Porque estos o bien sostienen que hubo elección de Estado o dicen que Xóchitl, PRD, PRi, PAN tenían algún chance de ganar (y por lo tanto deben justificar su derrota). ¡Pero al mismo tiempo no se pueden ambas cosas!
Últimamente se dice mucho —y nuevamente ahí incluyo a connotados críticos del oficialismo— que Morena es la destrucción de la democracia por la vía democrática. Eso es falso y están absolutamente equivocados. La 4t es la destrucción de la democracia por todas las vías menos las democráticas. Repito: lo que hubo fue una elección de Estado, que se viene arreglando desde hace tres, seis, 19 años.
Un presidente que desde su mañanera se dedicó a promover a su candidata, a difundir propaganda de campañas electorales, a ejercer violencia política de género, a usar a decenas de miles de trabajadores del Estado, así como recursos de la administración pública / del Ejecutivo federal para favorecer a su partido y a sus candidatos, todo ello prohibido por la norma y que resultó en una elección de Estado. Y no lo digo solo yo; así lo determinó ya el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (aunque eso sí, después de las elecciones y sin imponer una sola brizna de castigo).
Se violó la imparcialidad y la neutralidad de los comicios en este país, se realizó publicidad engañosa diciendo que se perderían los programas sociales y que la pensión se acabaría en caso de ganar la oposición. Se utilizó todo el aparato del Estado, incluyendo los medios de comunicación —que no deben ser partidistas— para volcarse en favor de ciertos candidatos, impidiendo la equidad. ¡¿De qué otra forma les puedo hacer ver que hubo elección de Estado?!
Así que mucho y nada gratamente sorprende que haya importantes críticos del obradorismo que caen en la trampa de Andrés Manuel y de su movimiento. Que se ponen a analizar los supuestos errores de la campaña de Xóchitl Gálvez. Inútil, además de injustas sus apreciaciones. ¿Leyeron la columna de Jorge G. Castañeda de hace unos días? Veamos como el analista cae redondo en la trampa y en la contradicción de fondo que señalé antes.
En su escrito comienza por decir que esta elección fue de Estado; que, por lo mismo, ‘ni Obama la hubiera ganado’. Acto seguido pasa a analizar todo lo acontecido, como si la oposición hubiese tenido alguna oportunidad de resultar victoriosa.
No diré que el desempeño de la oposición fue un dechado de virtudes. Lo que digo es que eso es irrelevante y que caer en la autocrítica es el pretexto perfecto para no insistir que hubo… ¡una Elección de Estado!
¿Cuándo van a entender todos estos comentócratas que a quienes se debe cuestionar y seguir cuestionando hasta morir en la raya es a los gobiernos morenistas por tramposos y no a los perdedores? ¿Que las cuentas que nos merecemos y que nunca nos van a rendir son las que muestran cómo López Obrador, morenistas y demás defraudaron a todo México?
Y hay quienes dicen esto mismo, pero no lo acaban de comprender e internalizar. A ver si con mayúsculas: SE TRATÓ DE UNA ELECCIÓN DE ESTADO. No importa qué hizo bien o mal la oposición; ante semejante ilegal asimetría no hay resultado que valga.
En los números, es irrelevante que Claudia Sheinbaum y demás candidatos de Morena y coaligados hayan ganado con importantes márgenes de victoria. Estas, sus victorias, son ilegítimas. Ellos lo saben, los otros lo saben, los electores lo saben. Lo saben tan claramente como los espectadores en un estadio de fútbol atestiguando un partido donde a uno de los dos equipos no se le permitió, desde el minuto uno del juego, contar con un portero que cuidara su red.