Al tiempo que el gobierno pisa el acelerador de su bulldozer para destruir, con 16 cambios a la Constitución, la independencia del Poder Judicial, oímos uno de los discursos más abyectos –en décadas– de respaldo sin matices al Presidente y la sucesora.
Y no, no vino de un alcalde morenista, sino de uno de los más fuertes empresarios del país, Eduardo Tricio, presidente del Grupo Lala, este domingo en Ciudad Lerdo.
En un tono parecido estuvieron las intervenciones de los gobernadores priistas de Coahuila y Durango, Manuel Jiménez y Esteban Villegas, en el evento con López Obrador y Claudia Sheinbaum.
Cero advertencias, o solicitud de reflexión, para evitar que en el Congreso se le dé el tiro de gracia al sistema democrático basado en la separación de poderes.
Con esos aduladores del Presidente y de ella, Sheinbaum no tiene ningún incentivo para pedir prudencia a sus legisladores ni para moderarse.
Se acabaron los contrapesos.
“Ni un paso atrás”, dijo el Presidente, flanqueado por Sheinbaum, Jiménez y Villegas el domingo en La Laguna, que coreaban el ¡pre-si-denta!, ¡pre-si-denta!
Los grandes empresarios cargarán con la responsabilidad histórica de haber dado carta blanca a López Obrador para degradar a México al nivel de Venezuela en democracia, derechos humanos y Estado de derecho.
En septiembre se aprobará la reforma judicial por la que se elegirán ministros, jueces y magistrados mediante votación popular.
Votos y apoyos a cambio de fallos.
¿Una decisión impopular, pero ajustada a derecho? Ni de chiste. El juez pierde el cargo.
También los nuevos ministros, electos popularmente, podrán ser removidos. Sobre la Suprema Corte habrá un tribunal de disciplina judicial. Fuera, quien falle contra los intereses del pueblo.
Lo ha dicho el Presidente: se hará lo que el pueblo mande.
Jueces y ministros, a obedecer. “El pueblo se equivoca menos”, dijo ayer.
¿Y qué hace el sector privado mexicano ante la próxima instauración de la “justicia popular”?
Dijo el empresario Tricio ante el Presidente y la presidenta electa: “Confiamos en un futuro positivo y próspero para nuestro país. Veo un México dinámico y creciendo, con un futuro más próspero, aprovechando las grandes ventajas que nos da nuestra posición geográfica, la relación económica con nuestros socios de América del Norte”.
¿Sin Estado de derecho?
¿Sin más certeza jurídica que “lo que diga el pueblo”?
Tricio fue más allá. “Esa misma historia, señor Presidente. Hará valer el lugar que merecidamente ocupará usted en la memoria de quienes habitamos esta región… Reconocemos también su visión como hombre de Estado y por ello celebramos…”.
A Claudia Sheinbaum, impulsora de la reforma judicial, le encontró atributos simpar: “Presidenta electa, a lo largo de su trayectoria usted ha liderado con el ejemplo, con trabajo arduo, con visión estratégica, con disciplina y firmeza, con honestidad y con buenos resultados”.
Las palabras de Tricio y las porras de los gobernadores priistas de Durango y Coahuila fueron cayendo como puñaladas en la espalda de la nación.
Estamos a menos de tres meses de que en México se instaure la llamada “justicia popular”, y los que deberían jugar un papel de contención de esa barbaridad, empresarios y políticos de oposición, hacen la ola al absolutismo presidencial.
Nadie esperaba que vayan al pleito con AMLO y la sucesora, pero la abyección desbordada inflama el revanchismo presidencial contra personas e instituciones que osaron decirle no en alguna ocasión.
Para Claudia Sheinbaum, refuerza su convicción de “ni un paso atrás” en la destrucción del sistema democrático y la imposición del pensamiento único.
¿Ya ven cómo me aclaman los grandes empresarios y hasta los opositores?, dirá, y con razón.
Lo que tanto negaron se va a consumar. Antes de fin de año México será Venezuela.
Por ahora, en estos aspectos: la ley en manos del Presidente y su partido, control absoluto del Congreso, oposición ficticia y pulverizada, medios asfixiados o por su propia voluntad sometidos, periodistas críticos tratados como “viles mercenarios de la oligarquía”.
Llegamos a este punto de la misma manera que el chavismo: con las mentiras del Presidente, el desprestigio de las instituciones y su consiguiente demolición, satanización de la crítica.
Además, calcado: con el halago de grandes empresarios, sus cómplices que también serán sus víctimas.