Se llama Maribel Maravilla. Tiene un negocio de confección de vestidos y vive en la colonia Embarcadero, en Nogales, Sonora, a unas cuadras de la línea fronteriza con Estados Unidos.
El 5 de junio pasado, a las 2:30 de la tarde, tomó su teléfono, salió al frente de su vivienda y transmitió en vivo desde Facebook. Se veía a un grupo de trabajadores tumbar cercas y demoler bardas de sus vecinos. Era una cuadrilla del nuevo trazo del tren de Sonora.
“Si estas personas llegan a pasar de mi cerco voy a ocupar gente que venga y manifieste una protesta aquí conmigo”, urgió en su red.
En el video, la señora Maravilla expuso que al terreno de su vecino ya se metieron y ni le avisaron.
“Soy una mujer que tiene derecho a tener un hogar”, reclamó. “Es una manera de amedrentarnos. ¿Tenemos que humillarnos? ¿Tenemos que tener miedo?”
Maribel Maravilla es la última persona que se ha resistido a abandonar su hogar ubicado en la falda de un cerro en Embarcadero. Justo enfrente de su vivienda se localiza la salida del nuevo túnel de 2.3 kilómetros que atraviesa la ciudad, con dirección que va del este al centro.
El objetivo de la obra es retirar las vías del tren de la ciudad de Nogales para que no paralice la actividad del municipio ante el crecimiento en casi 10 veces del tráfico de vagones por la modernización del puerto de Guaymas, de cuatro a 30 ocasiones, pero la solución que halló la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), ejecutora de la obra a través de contratistas privados, fue construir un enorme túnel que mantiene en la incertidumbre y el miedo a cientos de habitantes. Se trata del mismo tren ya existente de Guaymas a Nogales, pero con una reubicación de 63 kilómetros de vías que empieza en Ímuris, se introduce en la sierra y finaliza con un subterráneo a unos metros de la terminación del territorio mexicano. Se conecta con la misma garita existente.
“No sabemos ni cómo describir nuestra situación, porque aún tenemos nuestras casas, pero lo que siempre pensamos que era de nosotros desde la juventud, ahora resulta que no”, dice Maravilla en entrevista.
Funcionarios de la Secretaría de Gobierno estatal la han visitado, pero no ha querido vender porque considera que lo que le den no le alcanzará para igualar su condición de vida actual.
Vecinos señalan a un funcionario estatal, de nombre Gerardo Zepeda, como el encargado de hacer ofrecimientos económicos por las viviendas a cambio del retiro inmediato.
Para este trabajo se solicitaron por transparencia las compraventas de viviendas; sin embargo, los datos fueron clasificados por cinco años.
Daños al patrimonio
Son unas 500 viviendas de tres colonias populares las afectadas con la construcción del tren subterráneo de la Sedena: Embarcadero, Buenos Aires y Serena. Esta última es un fraccionamiento de interés social de reciente creación. Los vecinos apenas empezaron a pagar sus casas y ya piensan en venderlas ante los daños que la obra está generando en sus hogares. El problema es que el precio de la propiedad se ha devaluado, pocas personas quieren vivir con un túnel debajo, el ruido ininterrumpido de la maquinaria que no se sabe cuándo parará, y explosiones cada cuatro horas sin aviso.
El lugar se halla a medio kilómetro de la valla fronteriza. Sus habitantes son trabajadores de maquiladoras, comerciantes y obreros.
“Mi temor es que un día se me llegue a caer la casa por los temblores que hay de las detonaciones que hacen atrás porque estoy prácticamente bien cerca”, dijo Jazmín Magaly, ama de casa.
Serena está formada por edificios de tres niveles, uno por cada propiedad. Desde sus ventanas se ve el otro Nogales, el de Arizona.
Jade, trabajadora de una maquiladora, dice mientras apunta a una ventana rota: “No sé qué podemos hacer, mire cómo está esto por las explosiones”.
Incertidumbre y opacidad
Una de las características de esta obra, y en general de las realizadas por la Sedena, es la opacidad.
Elsy García, abogada, es vecina de Buenos Aires, colonia ubicada entre Serena y Embarcadero. Ella ha intentado de formas diversas asirse de información, pero se ha enfrentado a una densa barrera de opacidad.
“Solicitamos información por transparencia, pero no nos la quieren dar, por eso nos preguntamos qué ocultan… estamos hablando que serán vagones con materiales pesados y hay riesgo de incendios”, explica la abogada y bombera.
Ella es parte de un movimiento vecinal que busca detener la megaobra, o al menos conocer el nivel de afectación que esta les traerá. Han solicitado al ayuntamiento estudios geofísicos, calidad de materiales, permisos, consultas con vecinos, entre otras obligaciones legales: “La respuesta es la misma: no tenemos, no hay, no nos compete”.
Uno de los pocos documentos que se han podido conseguir por medio de la ley de transparencia es el contrato de la obra en Nogales. La empresa que está a cargo se llama Prodemex. La Sedena le asignó un trabajo de mil 977 millones de pesos. Están obligados a realizar el túnel y una lumbrera, un agujero a la mitad del subterráneo que sirve para la entrada de maquinaria, trabajadores y el retiro de materiales.
La duda por la escasa información es tan pronunciada que los vecinos tienen la teoría de que el verdadero objetivo de la obra es beneficiar a la minera Grupo México con su yacimiento El Pilar, ubicado a 45 kilómetros de Cananea, dentro del municipio vecino de Santa Cruz, por donde va el nuevo trazo.
Peligro en la lumbrera
Omar Amarillas lleva más de 150 noches sin descansar. Su casa se halla a unos 30 metros de la lumbrera del tren, en la colonia Buenos Aires. La obra marcha lento, por eso laboran las 24 horas del día.
“Nos afecta mucho el polvo que sale de la lumbrera al perforar la roca, y eso es malísimo: se mete a los pulmones y ya no sale”, reclama.
Justo enfrente de este hoyo enorme se encuentra la casa de Teresa Avilés. Ella, al igual que el resto de los vecinos, no ha recibido información sobre las obras ni sobre los impactos que estas tendrán en sus viviendas y en su salud.
“Mire nomás cómo va esto, vea mi casa llena de cochinero; en las noches se siente cómo vibra el piso”, dice. Frente a ella se halla la barda metálica rayada por los colonos molestos: “No molesten más. No al tren subterráneo”.
Los vecinos viven angustiados. Las grúas han estado a punto de caerse, los trabajadores se han accidentado y han sido auxiliados con ambulancias. Apenas el 18 de abril ocurrió un incendio cuando se sobrecalentó un compresor. Eran casi las nueve de la noche cuando el fuego alertó a los vecinos. Más tarde llegaron los bomberos.
Perder el negocio
El Hotel Colonial se encuentra en un punto estratégico de Nogales: frente a las vías del tren, a unas cuadras de la línea fronteriza, es la entrada a la colonia Buenos Aires, a Serena y también se halla frente a la colonia Embarcadero. Su propietario sabe que su negocio puede desaparecer en cualquier momento. Ni la Defensa Nacional, ni el gobierno estatal ni el municipal le han aclarado si será perjudicado. Según unos planos del proyecto, unos de los pocos documentos logrados por los reporteros después de meses de solicitar datos, el tren saldría a unos 30 metros de su estacionamiento, entre su propiedad y la de la señora Maribel Maravilla.
“Lo que más nos enoja es la actitud y la falta de información que nos da incertidumbre; no nos permite entender y tomar decisiones con la colectividad afectada”, espeta Gustavo Moreno Freig, propietario del hotel.
Una parte del terreno del hotel se renta para una tienda de conveniencia. Arriba de ella hay una enorme lona con este mensaje: “¡Nos están engañando, el tren no saldrá de Nogales! Nos dejará sin hogar, sin agua y nos traerá contaminación. No al tren subterráneo en las colonias”.
Se contactó al gobierno de Sonora para conocer sobre las compras de viviendas. Comunicación Social afirmó que todas se han realizado conforme a la ley y que los vecinos están satisfechos.
También se buscó a la Secretaría de la Defensa Nacional, pero no hubo respuesta.