¿El nacimiento de la antidemocracia por las vías democráticos? Espero equivocarme. La virtual presidenta dijo que habría diálogo con el 40 por ciento del electorado que no la apoyó, pero sin duda Regeneración Nacional podría anular la voz de esos otros si lo decide.
En ese sentido creo que no estamos ante una reconfiguración del sistema de partidos o del retorno a un régimen de partido hegemónico, sino en la antesala de confirmar lo que será un sistema político en el que habite una sola fuerza.
La victoria arrolladora de la 4t le confiere a Claudia —junto con el control del 73 por ciento de los diputados, el 64 por ciento de los senadores y de 24 estados de la República, incluyendo lo que solía ser el inexpugnable Yucatán— una posición como no se tenía desde tiempos del porfiriato.
Pero además de ello, esa votación sepulta a los demás partidos políticos. Juntos no pueden hacer gran cosa, separados no son ni siquiera detectables. Más allá de la muy probable pérdida de registro del PRD, los otros dos partidos —el PRI y el PAN—, han extraviado su masa crítica para sobrevivir. Lo que queda de ellos en el Congreso son un puñado de líderes, quienes por cierto ayudaron a enterrar a sus institutos políticos, pero nada más. Innecesario entonces el llamado a cuentas por parte de la ciudadanía a los actores, partidos y/o candidatos de oposición.
El movimiento único que López Obrador empezó a gestar desde hace décadas se convierte ahora en algo que aniquilará el esquema de partidos políticos y lo sustituirá por un ente amorfo y de corte totalitario que no tendrá porqué dialogar hacia afuera. Sí, más allá del compromiso que Claudia Sheinbaum dio en la plancha del Zócalo durante su discurso el domingo, es que si continua ella con su propuesta de gobierno y ante la nula oposición partidaria que existe, no le será necesario escuchar, ni dialogar con esa exigua oposición (Movimiento Ciudadano incluido). De hecho, a partir del 1 de septiembre ya no se le debiera llamar oposición; se tratará de una suerte de disidencia.
El nuevo poder podrá modificar la Constitución, redactar una nueva o decidir que no haya ninguna. Podrá desaparecer instituciones y actores que acotan su control, como ocurre hasta hoy con el otro poder de la Unión, el Poder Judicial y su Suprema Corte de Justicia de la Nación.
México no solo demanda la continuidad del morenismo; exige también que se establezca un Estado totalitario (el cual puede o no ser autoritario).
La oposición nunca entendió a la sociedad y la oportunidad para hacerlo se ha perdido irremediablemente. A partir de ahora, la disidencia se construirá —si acaso— desde la trinchera de algún sótano y muy poco a poco. Ya habrá tiempo —o quizá no— para que, desde las protestas callejeras, se genere una nueva forma de enfrentar al partido único. Una evolución que llevará tiempo, generaciones y empeño; y el volver a un esquema de votaciones libres será algo que se dé mucho después, llegando a ser secundario.
El guión hacia la transición democrática de occidente no es tal, el veredicto de las urnas es en sentido contrario. Mientras más pronto lo entendamos, menos doloroso será comenzar a construir nuevas alternativas.
Estamos en el albor de un movimiento único, lo cual se debe aceptar, entender y saber qué significará en términos de voces (empresariado, medios, analistas, profesionistas), planteamientos fundamentados, pero críticos. Urge entender a México, el país del movimiento único; urge entenderlo para poder hacerlo más grande y mejor.