Las reformas constitucionales que acaban con el Estado de derecho y con la democracia liberal no las van a detener “los mercados” ni los “moderados” del equipo de Sheinbaum, porque ese proyecto fue el ganador de las elecciones.
Sheinbaum no ganó por 260 mil votos (como Calderón en 2006), sino por 20 millones de sufragios de diferencia sobre el segundo lugar.
Y si alguien piensa que los 36 millones de votos de Claudia Sheinbaum fueron por ella, se equivoca. Fueron por López Obrador.
De haber competido sola, sin el respaldo de AMLO, Sheinbaum habría alcanzado menos votos que Máynez.
La bandera de campaña de la candidata presidencial de Morena fue poner “el segundo piso” de la “cuarta transformación”, que es el plan C.
Así lo pactaron el presidente López Obrador, los cuatro aspirantes a la candidatura, los gobernadores morenistas y la dirigencia nacional de ese partido antes de realizar la encuesta que ganó Sheinbaum.
El proyecto alcanzó el respaldo de 60 por ciento de la votación. Treinta y seis millones de votos. ¿Por qué iba a cambiar? Porque los mercados están inquietos, dicen. Sí, cómo no.
Tal parece que no acabamos de conocer a López Obrador.
En el “club de los optimistas”, donde están los que hace seis años le creyeron a Alfonso Romo y ahora le creen a Juan Ramón de la Fuente, dicen que Sheinbaum “se va a moderar”.
¿Por qué se va a moderar?
¿Va a hacer lo contrario de lo que promovió en campaña?
¿Engañó a AMLO y a los suyos con el cuento del “segundo piso”?
Afirman que, una vez con la banda presidencial en el pecho, el 1 de octubre, va a ocurrir como sucedía durante los años del “viejo PRI”, que todo el poder se transfería al nuevo tlatoani sexenal.
Cuánto simplismo. Morena y “el viejo PRI” tienen mucho menos similitud de lo que suponen.
El distintivo del PRI de entonces era la institucionalidad de sus dirigentes y militantes, con sus virtudes y enormes defectos.
Cerraban filas con el jefe en turno de las instituciones, sin dudas ni recato.
Morena es todo lo contrario: es el partido de un caudillo.
El mando es de AMLO.
A él siguen 36 millones de fieles, porque dio dinero directo a los que antes no lo tenían y –tan importante como lo anterior–, les dio la mano en sus giras de fin de semana.
Y porque empezó a demoler las instituciones que, según él, usan los ricos para su beneficio personal, contra el interés de la mayoría.
Si por algún motivo Sheinbaum da un giro (no pienso que lo haga) y opta por revertir medidas sustanciales del obradorismo, podrá empezar a intentarlo al cabo de algunos años. Tal vez.
El jueves quiso mover los tiempos en que se votaría el plan C, y recibió un rudo revés de López Obrador: las reformas van en septiembre.
Aprobarán la elección, por voto popular, de jueces, magistrados y ministros de la Corte.
Sobre esas instancias se crea otra, denominada “Tribunal de Disciplina Judicial”.
El tribunal, electo por “el pueblo” (o sin comillas, como se quiera), podrá sancionar a jueces y ministros que estén contra los intereses del pueblo.
Populismo puro y duro.
Se acaba la independencia del Poder Judicial para dar paso a la justicia popular.
¿Está contra eso Claudia Sheinbaum?
Sí o no.
La Guardia Nacional, constitucionalmente militarizada –señala el jurista Sergio López Ayllón, citado por Enrique Cárdenas en estas páginas–, “podrá realizar actividades de investigación de delito, lo que modifica radicalmente el proceso penal y la relación entre el poder civil y militar”.
¿Cambió de opinión Claudia Sheinbaum y ahora está en contra de dar más poder a los militares?
Ojalá así sea, pero los electores votaron por otra cosa.
Que lo diga ella, ¿está en favor de ese grado de militarización?
Tiene que decirlo: sí o no.
Ella y De la Fuente salieron a decir que las reformas de AMLO las van a discutir y no habrá precipitaciones.
¿Con quién? ¿Le van a preguntar “al pueblo” otra vez? ¿No se le preguntó hace nueve días?
Sería ideal que Sheinbaum pidiera llevar esas reformas (que llevan a la eliminación de la autonomía del INE y la desaparición del Inai, Cofece, Ifetel y Coneval), a un referéndum dentro de tres años.
Podría “pedirlo”, pero no podrá pasar encima (ni creo que quiera) de la voluntad de AMLO.
Morena es un amasijo de grupos sin sentido de institucionalidad, unidos por un caudillo que tiene con él a 36 millones de votantes.
A ver, díganle que no al dueño del tigre.