Como los pilotos japoneses de la Segunda Guerra Mundial, está dispuesta a morir estrellándose con tal de ganar. Ahora tiene el control absoluto de su campaña, toma decisiones, ordena a dónde ir y con quién reunirse, a quién mantener a su lado y a quién alejar. Xóchitl manda y eso, irónicamente, lo consiguió gracias al mal desempeño en el primer debate presidencial. ¿Qué pasó? La historia, según fuentes internas de la campaña, es la siguiente:
En plena preparación para el primer debate, Xóchitl se enteró que en el otro frente tenían el video de su hijo, tomado, afuera de un antro en Polanco. Ingenuamente, algunos en el equipo pensaron que no vería la luz. Creyeron que el Presidente no sería capaz de dar la autorización. Al circular las imágenes, Xóchitl entró en modo mamá, en modo crisis, y perdió dos días al estar ocupada en saltar ese episodio.
Al mismo tiempo, Xóchitl se enteró que la alianza estaba haciendo estudios de opinión y encuestas sobre ella. Le pareció un desperdicio de dinero que podría aprovecharse en otra clase de eventos. Sobraban las malas recomendaciones y los malos personajes como el asesor Carlos Mandujano. Xóchitl llegó al debate fuera de concentración, reclamó el traje sastre blanco, el maquillaje, el mar de tarjetas para leer. Pecaron de confianza al creer que los temas de ese día serían suficientes para liquidar a Sheinbaum. Otra cosa que incomodó fue tener a Denise Maerker como moderadora. Unas voces sugerían que Xóchitl tenía que lanzarse desde un inicio contra su rival, pero otras advertían que la periodista la podría frenar si escapaba de las reglas del formato y pasar un mal rato.
Después de ese primer debate y de las malas sensaciones, vino una reunión. Xóchitl alzó la voz frente a los líderes nacionales de los partidos de la alianza. Les exigió que la dejaran actuar sola para hacer su campaña, que le quitaran a los estorbos y que al final cada quién tendría que asumir los costos si las cosas no le salían bien. Alejandro Moreno pidió no hacer drama, confiado en que quedaban dos debates más. Xóchitl les solicitó que hablaran con los candidatos en todo el país para que la promocionaran aunque no estuviera en sus eventos. Hubo acuerdo.
Para el segundo debate, entró la mano de Ildefonso Guajardo y Enrique de la Madrid. Acordaron la necesidad de ser frontales. Los nuevos moderadores ya no incomodaban. Xóchitl fue más Xóchitl. Lo de “narcocandidata” contra Sheinbaum salió de su cabeza. No le gustó a los líderes, que temerosos consideraron que eso dinamitaba toda interlocución. El empresario Claudio X. González había sugerido que ahí, en pleno cara a cara, le pidiera a Álvarez Máynez declinar a su favor. Lo ignoró.
Xóchitl ganó y se reconfiguró. Está en modo kamikaze y quiere morir en la raya. Le resultó ser ella. Falta el último debate con uno de los temas más dolorosos para México: inseguridad y crimen organizado, además de división de poderes.
Stent: Al empresario mencionado tampoco lo quieren tan cerca en este tramo final. En días recientes hubo división por el tema de la marcha del próximo 19 de mayo. Él quería que siguiera siendo “ciudadana”. Los partidos ya le dijeron que eso tiene que ser un gran cierre de campaña para Xóchitl y Taboada.