La historia del segundo imperio de México está marcada por dos jóvenes europeos que soñaban con el poder y terminaron en una tragedia. El archiduque austriaco Maximiliano de Habsburgo y su esposa, la princesa Carlota de Bélgica, se embarcaron en la misión de instaurar un imperio francés en México en el siglo XIX.
De acuerdo con la Universidad Nacional Autónoma de México del Instituto de Investigaciones Históricas, María Carlota Amelia Augusta Victoria Clementina Leopoldina de Sajonia-Coburgo-Gotha y Orleans, nació como princesa el 7 de junio de 1840. Hija del rey Leopoldo I de Bélgica, creció bajo la tutela de Antonieta Dionisia de Grimoard, condesa d’Hulst, quien influyó en su formación y aspiraciones.
A los 16 años, Carlota se casó con Maximiliano de Habsburgo, hermano del emperador de Austria. Juntos, aceptaron la oferta para gobernar México, respaldados por la intervención francesa.
El reinado de Carlota estuvo marcado por su dedicación a mejorar la vida de los mexicanos. Aunque su esposo mostraba poco interés en gobernar, ella se destacó por su energía y firmeza en asuntos políticos. Implementó leyes de instrucción pública, fundó escuelas y mejoró la infraestructura del país.
Una de las contribuciones más destacadas de Carlota fue la promulgación de la Ley de Instrucción Pública, que garantizaba la instrucción primaria gratuita y obligatoria para todos los niños mexicanos. Además, fundó numerosas escuelas y academias en todo el país, fomentando así el acceso a la educación para todos los sectores de la sociedad.
Además de sus esfuerzos en el ámbito educativo e infraestructural, Carlota promovió políticas sociales y de bienestar. Limitó el horario laboral, prohibió los castigos corporales y el trabajo infantil, y estableció medidas para proteger a las clases más vulnerables de la sociedad, incluidos los indígenas.
A pesar de sus múltiples emprendimientos, el imperio impuesto en México no tenía bases sólidas. La resistencia liberal y el retiro de las tropas francesas llevaron al colapso del régimen. Maximiliano fue capturado y ejecutado en 1867, mientras que Carlota, abandonada por sus aliados, sufrió un deterioro mental que la llevó a la locura.
La emperatriz Carlota murió en 1927 en su natal Bélgica, dejando atrás una vida marcada por la ambición y la tragedia. Su historia sigue siendo objeto de fascinación y análisis, revelando los sueños y las desdichas de una mujer que buscaba dejar su huella en la historia de México.