El nombre de Joaquín Guzmán Loera quedó grabado en la historia como el de uno de los narcotraficantes más poderosos y peligrosos que México vio nacer, crecer y caer.
Reconocido a nivel mundial como el líder y fundador del Cártel de Sinaloa así como por sus fugas de dos penales de máxima seguridad, El Chapo se convirtió en la figura más representativa del problema del tráfico de drogas con el que México y Estados Unidos han lidiado durante décadas.
Su habilidad para los negocios sucios y para corromper a autoridades llevaron a aquel agricultor originario de La Tuna, Badiraguato a la cúpula del hampa del país, no obstante, antes de convertirse en el hombre más buscado del mundo por el gobierno estadunidense, la leyenda de El Chapo Guzmán se forjó con un violento episodio: el asesinato del cardenal Jesús Posadas Ocampo.
En una reciente carta que Joaquín Guzmán Loera escribió desde su reclusión en la prisión estadunidense de súpermáxima seguridad ADX Florence dio su versión sobre lo ocurrido aquella tarde del 24 de mayo de 1993. El otrora narcotraficante aseguró que no tuvo nada que ver con el ataque armado que le arrebató la vida al entonces arzobispo de la Arquidiócesis de Guadalajara.
Y es que, la versión oficial que manejó el gobierno mexicano apuntaba a que el sacerdote había quedado en medio de un fuego cruzado entre la gente de El Chapo Guzmán y sus aguerridos enemigos del Cártel de Tijuana.
Aseguraron que ambas organizaciones delictivas sostenían rencillas por el control del lucrativo negocio del tráfico de drogas así como de rutas y plazas, lo que motivó a los hermanos Arellano Félix a ordenar el asesinato de Joaquín Guzmán Loera.
Al no lograr su objetivo y luego de que autoridades hallaran una identificación de Joaquín Guzmán Loera en la escena del crimen, inició la cacería.
“Había demasiada información mala en los medios que hicieron al señor Guzmán verse demasiado grande, por lo que tuvieron que arrestarlo porque la sociedad no podía entender cómo el señor Guzmán seguía libre. El gobierno tuvo que detenerlo para no lucir mal ante el público”, se lee en la misiva traducida y adaptada por la abogada del El Chapo, Mariel Colón, y obtenida por el periodista Ángel Hernández para MILENIO.
La primera detención de ‘El Chapo’
Aunque a inicios de los 90’s Joaquín Guzmán Loera apenas figuraba como un peón de las organizaciones que enviaban droga a Estados Unidos, el asesinato del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo lo convirtió en un objetivo prioritario para las autoridades.
Un mes después, el 9 de junio de 1993, El Chapo fue aprehendido por primera vez en Guatemala. Enfrentó un proceso judicial por el homicidio del sacerdote y fue recluido en el Centro Federal de Readaptación Social (CEFERESO) No. 2 , mejor conocido como el Penal de Puente Grande en Jalisco.
Múltiples son las investigaciones periodísticas que narran cómo el ex líder del Cártel de Sinaloa logró apoderarse de aquella cárcel considerada de máxima seguridad. La cooptación de custodios e incluso del mismo director del centro penitenciario le permitieron dirigir sus operaciones desde la comodidad de su celda.
Fue así como a pesar de que Joaquín Guzmán Loera se encontraba recluido, el Cártel de Sinaloa se fortalecía. Fuera de prisión, la organización delictiva era coordinada porIsmael El Mayo Zambada y los hermanos Beltrán Leyva pero El Chapo quería más.
Convencido de continuar su guerra con el Cártel de Tijuana, Joaquín Guzmán Loera buscó la forma de debilitar a sus enemigos y, para lograrlo, buscó una inusual cooperación con el gobierno estadunidense, en específico, con su agencia antidrogas.
La colaboración de ‘El Chapo’ con la DEA
El 7 de noviembre de 1997, cuatro años después de que Joaquín Guzmán Loera fuera recluido en el Penal de Puente Grande, a las instalaciones de la Embajada de Estados Unidos en la Ciudad de México se presentó un hombre que solicitó hablar con personal de la Administración para el Control de Drogas (DEA, por sus siglas en inglés).
De acuerdo con el relato que el ex agente Joe Bond brindó en el documental Narcocirco (2023), aquel personaje desconocido se identificó con el nombre clave de Electra y aseguró ser cuñado de El Chapo.
Luego de que la agencia antidrogas confirmara dicha información, Electra le dijo a Joe Bond que el entonces líder del Cártel de Sinaloa estaba interesado en tener un encuentro con él por lo que le proporcionó el pseudónimo de Tito para que Joaquín Guzmán Loera lo identificara.
Al día siguiente, el agente especial de la DEA voló a Guadalajara, Jalisco y puso en marcha una operación encubierta en la que se hizo pasar por un psicólogo para reunirse con El Chapo dentro del Penal de Puente Grande. Sabía que las posibilidades de que lo descubrieran, secuestraran o asesinaran eran altas.
Joe Bond y Joaquín Guzmán Loera se reunieron en la unidad psiquiátrica de la cárcel y sostuvieron una charla en la que el otrora narcotraficante se ofreció a proporcionarle a la DEA información relevante sobre el Cártel de Tijuana, una organización delictiva que también se encontraba en el radar de las autoridades al ser en aquellos años la principal emisora de cargamentos de cocaína a Estados Unidos.
Según el agente especial ahora retirado, El Chapo le dijo que tenía a gente infiltrada en las filas que encabezaban Ramón y Benjamín Arellano Félix por lo que le podía proporcionar a la DEA la ubicación y horario de los líderes criminales para que los arrestaran.
Joe Bond regresó a la Ciudad de México y envió su reporte sobre la inusual reunión a Washington, no obstante, sus superiores le negaron aquel acuerdo y le prohibieron volver a reunirse con Joaquín Guzmán Loera.
Los golpes a los Arellano Félix
En una hazaña que logró atraer la atención internacional, El Chapo Guzmán se fugó del Penal de Puente Grande el 18 de enero de 2001. La versión oficial de las autoridades fue que se escondió en un carrito de lavandería, aunque periodistas e investigadores aseguran que, en realidad, salió por la puerta principal vestido como policía.
Cualquiera que fuera el caso, lo cierto es que Joaquín Guzmán Loera volvió a las calles dispuesto a continuar su legado criminal pero también a terminar con sus enemigos.
Fue en ese mismo contexto en el que Joe Bond volvió a recibir una llamada por parte del Cártel de Sinaloa, ésta vez fue Arturo Guzmán Loera -alias El Pollo- quien se comunicó con él para asegurarle que su hermano El Chapo aún tenía interés en colaborar con la DEA.
El hermano menor de El Chapo y el agente especial se reunieron en una habitación de un popular hotel de Avenida Reforma en la capital mexicana. Según el relato del documental Narcocirco (2023) sostuvieron una conversación en la que Arturo Guzmán le dijo que su gente había identificado una casa en el estado de Puebla en donde se resguardaban la esposa e hijos de Benjamín Arellano Félix, por lo que les darían aviso en cuanto vieran al líder del Cártel de Tijuana ahí.
Lo cumplieron. El nueve de marzo de 2002 autoridades mexicanas desplegaron un intenso operativo en el fraccionamiento que, para su sorpresa, se encontraba en plena tranquilidad, sin sicarios o lugartenientes.
Benjamín Arellano Félix se encontraba en casa con su familia cuando ingresaron los uniformados para detenerlo. Aquella visita y confiar ciegamente en las personas que lo rodearon fueron sus más grandes errores.
Tras la caída del líder criminal, otros altos mandos del Cártel de Tijuana comenzaron a ser arrestados, entre ellos Mario Alberto Rivera López, su líder de sicarios cuya ubicación también fue proporcionada por gente del Cártel de Sinaloa a la DEA y, en consecuencia, a las fuerzas de seguridad mexicanas.
Un abogado de El Chapo también fue el encargado de dar aviso a la agencia antinarcóticos de un millonario cargamento de 28 toneladas de cocaína que se encontraba en el puerto de Manzanillo, Colima. Lograron confiscar la droga.
“Parte de la información que nos daban no nos las hubieran dado sin el consentimiento de El Chapo”, relató el ex agente especial de la DEA, Dave Herrod, en el documental Narcocirco (2023).
Poco a poco, el papel que Joaquín Guzmán Loera jugó como informante de la agencia antinarcóticos debilitó a la organización delictiva de los Arellano Félix hasta lograr desmantelarla, un escenario que resultó más que conveniente para el Cártel de Sinaloa.
La interrogante sobre si la DEA trabajaba para El Chapo o si el Cártel de Sinaloa colaboraba desinteresadamente con la agencia antinarcóticos se resolvió con la extradición a Estados Unidos de Joaquín Guzmán Loera años más tarde pues, de acuerdo con Dave Herrod, aunque sabía que el otrora narcotraficante los estaba utilizando para quitar de su camino a sus enemigos, ellos no dejaron nunca de investigarlo.
La amplia trayectoria delictiva de Joaquín Guzmán Loera lo mantienen recluido en una diminuta celda con condiciones sumamente limitadas, sin embargo, fuera de los muros de ADX Florence el mito de El Chapo Guzmán prevalece como un referente del narcotráfico en México pero también del violento legado que dejó.
El ‘Chapo’ Guzmán y su faceta como colaborador de la DEA
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