En la soledad de su despacho el gobernador Alfonso Durazo debiera reflexionar sobre su futuro político y personal. Sus candidatos locales nomás no prenden. Esto se traduce en una nula defensiva en el Congreso para el cierre de su gestión y el siempre fatídico séptimo año de gobierno. Mientras, en los candidatos a senador y diputados federales se presagia una aplastante derrota. Y la elección presidencial es un auténtico volado. Entonces, ¿cómo asegurar un cierre de gobierno tranquilo, sin sobresaltos?
Desde cualquier ángulo Durazo está en su punto de inflexión.
Una salida sería un discreto acuerdo con Xóchitl Gálvez de no moverse en la jornada electoral. Mantenerse neutral, sin inclinaciones hacía cualquier bando. Sin apoyar ni estorbar. Así no sería perseguido en un eventual gobierno opositor al actual régimen.
Con Claudia Sheinbaum, todo hace suponer, Durazo no tiene futuro. Con ella no hay afinidad ideológica, menos amistad y ni hablar sobre proyectos compartidos. De ser Claudia, los sonorenses pagarían los platos rotos. En cambio, con Xóchitl, se supone, habría agradecimientos y recursos para obras. Sí, las obras que se negaron con AMLO.
Algo parecido a lo que sucedió con Felipe Calderón y Eduardo Bours.
El bien mayor siempre será para los ciudadanos.
A su favor, no en contra.
Según una encuesta reciente Claudia y Xóchitl estarían empatadas en 38 puntos. Sin ser partidarios de las encuestas, que se inclinan hacia el cliente que paga, este sondeo de opinión estaría siendo realista con el resultado del reciente debate presidencial. Y si se le suma los errores de Claudia, AMLO, Afores, violencia y la etcétera, estaríamos ante el famoso cruzamiento en las líneas de preferencias electorales y el alza de la candidata que alcanza. La que alcanza, gana, diría el clásico.
Pero la moneda está en el aire.
Mucha agua correrá por debajo de este puente electoral.
Ganará la que cometa menos errores.
Y los errores no siempre serán de las candidatas.
Muchos serán de sus jefes de campaña.
Como AMLO, que un día sí y otro también se pelea con Estados Unidos.
El presidente insiste en un divorcio comercial permanente entre México y Estados Unidos. Esto ha propiciado una relocalización de inversiones a Costa Rica, que con apoyo gabacho la están convirtiendo en la nueva Silicon Valley de América Latina.
¿Qué ofrece Costa Rica?
Primero, una democracia estable.
Estados Unidos, como se sabe, hace esfuerzos para reducir la dependencia en microchips con China.
Los famosos chips hacen funcionar todo. Desde teléfonos inteligentes hasta aviones de combate. Más del 40 por ciento de los chips que el Departamento de Defensa de Estados Unidos usa para sistemas de armamento e infraestructura dependen de proveedores chinos. Más del 90 por ciento de los chips avanzados se producen en Taiwán, una isla independiente reclamada por China.
Recientemente, en un hotel en San José, Costa Rica, el presidente Rodrigo Chaves prometió a inversionistas incentivos fiscales, reformas regulatorias y una red operada con el 99 por ciento de energías renovables y una estrategia nacional para expandir la industria. “Bienvenidos a Costa Rica”, dijo, un país en el que no tendrán que enfrentarse a la “burocracia”.
Las oportunidades de inversiones foráneas se están desperdiciando porque aquí estamos muy ocupados en temas electorales, desde el presidente hasta el último matraquero.
¡Viva México, cabrones!