La Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación cumple con eso de que origen es destino. Y, más allá de las diferencias con el gobierno de López Obrador, ha decidido realizar su plantón en el Zócalo capitalino un par de días antes de que se realice allí la manifestación de la llamada Marea Rosa, en esta ocasión en apoyo a las candidaturas de Xóchitl Gálvez y de Santiago Taboada.
Puede ser que prive la razón y se levante el plantón antes de la manifestación del domingo, pero todo indica que no será así y que la CNTE hará un nuevo favor a la 4T, intentando bloquear una manifestación a la que el propio Presidente ha hecho todo por minimizar: desde colocar vallas de tres metros en torno a Palacio Nacional (finalmente, y como muchos dijimos, la decisión presidencial de instalarse en Palacio lo que ha logrado es expropiarle a la gente un monumento nacional, un extraordinario espacio con unos murales que ya no son de acceso público, y bloquear aún más los espacios abiertos del Centro Histórico) hasta decidir no izar la bandera, como si ésta no fuera de todos los mexicanos.
Me parece que, como en otras ocasiones similares, serán esfuerzos vanos, innecesarios políticamente, que sólo sirven para polarizar aún más a la sociedad y que son contraproducentes ante el creciente clima de violencia que vive el país.
Obviamente, eso no se entiende así desde el propio Palacio Nacional, donde un día se ataca la manifestación opositora, al mismo tiempo que se trata inútilmente de desprestigiar a María Amparo Casar, llegando incluso a anunciar que la FGR (que, en el papel por lo menos, debería ser autónoma) le iniciará un proceso penal por ejercer un derecho, nada menos que cobrar la pensión por el fallecimiento de su esposo; se airean públicamente sus datos fiscales (ese sí, un delito que se debería seguir de oficio) o se sigue insultando a medios y periodistas. No importa, la lógica es la polarización y llevar al país a una confrontación donde, al final, no habrá ganadores.
Todo gira en torno a eso y a los ajustes de cuentas presidenciales en el final de su gobierno. Y hay personajes y grupos que se prestan a eso. Uno de ellos, ya lo hemos visto, es la CNTE (que no come en Palacio con el Presidente como los del SNTE, pero es su modelo educativo el que aplica el gobierno y a ellos les sigue fluyendo el recurso de los estados donde tienen el control de la educación, como Oaxaca y Michoacán). Otros son como Jorge Álvarez Máynez que, evidentemente, juega un papel de división en las fuerzas opositoras, con una evidente inclinación hacia Morena.
Entiendo la estrategia de Movimiento Ciudadano de tratar de tener una fuerza propia en el Congreso que le permita ser un punto de equilibrio, pero eso no le hubiera impedido ir en una alianza opositora donde cada fuerza mantiene su propio grupo parlamentario. Se equivocan, con sus propias dinámicas, Máynez, Dante Delgado y Samuel García: están jugando como actores secundarios de una obra donde terminarán siendo desechables. Era mucho más sensata la posición de Enrique Alfaro y ahora (aunque ya lo había planteado antes) de Luis Donaldo Colosio Riojas pidiendo que se sumen los esfuerzos opositores. Ésa es la lógica de crear un perfil propio, una fuerza que vaya más allá de un eslogan o unos tenis fosforescentes.
Es una lástima porque, entre sus propuestas legislativas, MC tiene buenas opciones y en Jalisco tiene un muy buen candidato en Pablo Lemus. Pero en MC, pasado el 2 de junio, las contradicciones serán también muy difíciles de manejar, sobre todo si Mariana Rodríguez, la esposa de Samuel, no gana en Monterrey.
El clima de violencia es parte de todo esto. Es inaceptable que el atentado contra Alessandra Rojo de la Vega se maneje con tanta superficialidad y que, incluso, se intente victimizar a la víctima. No hay diferencias o contradicciones entre lo que declaró la candidata opositora en la alcaldía Cuauhtémoc respecto a lo que se vio en el video que divulgó la Fiscalía capitalina. Como si no viviéramos en un país con 187 mil muertos, 50 mil desaparecidos, con ataques constantes a candidatos, sobre todo locales y de distintos partidos en los más diversos espacios del país. La realidad es la inseguridad, la impunidad para ejercer la violencia con el reaseguro adicional de que, desde el ámbito de las autoridades, se termina sospechando más de las víctimas que de los victimarios.
Decir, como se ha dicho en la mañanera, que el país está en paz o que en otras elecciones el clima político estaba mucho más caliente, es una subestimación de la violencia que se vive en el país y de los riesgos que existen de cara a la jornada electoral.
Y todo concluye con otro factor que no es menor. Dar por definido el resultado electoral. La elección es de trámite, ha dicho Claudia, lo ha ratificado Clara Brugada, lo repitió Rocío Nahle y lo sostiene el presidente López Obrador. La elección no es un trámite y no está definida. Es la elección más grande de la historia, con miles de puestos de elección popular en disputa en los tres niveles de gobierno. Más allá de encuestas, donde hay de todo y para todos, además de la Presidencia de la República, hay nueve estados, incluyendo la Ciudad de México, que están en disputa y, de esos, siete tienen un resultado incierto. La conformación del Congreso puede admitir múltiples lecturas, el voto cruzado entre distintos partidos también es una realidad y, al final, en el ámbito local el nombre de los aspirantes, más allá de la fuerza que los impulse, pesa y mucho. Y la polarización inducida desde el poder hace más complejo todo este escenario.