Ha pasado un mes del inicio de las campañas y a pesar de que algunos insisten en que los resultados electorales están decididos, nada parece indicarlo así. Sin duda, existe una ventaja de Claudia Sheinbaum en la elección presidencial, pero los números que manejan ciertas encuestas son inverosímiles. No se entiende que, si el presidente López Obrador está en unos 55 puntos de aprobación, haya quienes suban los números electorales de Claudia hasta 60 o más. Tampoco es verosímil que Claudia tenga hoy más popularidad que López Obrador en 2018, cuando obtuvo 53 por ciento de los votos (y 43 por ciento su partido en el legislativo). Los números reales están más cerrados y habrá que ver qué resulta del debate del próximo domingo cuando Claudia y Xóchitl Gálvez se enfrenten directamente por primera vez. La campaña de Jorge Álvarez Máynez hasta ahora ha logrado ser intrascendente.
Pero bajemos de la elección presidencial a los estados. Habrá elecciones en nueve y por lo menos tres de ellos, aparentemente, están perdidos para Morena, otros tres están en disputa y tres serán para el oficialismo. En Guanajuato, en Yucatán y en Jalisco está muy difícil que pueda ganar Morena. En Guanajuato, pese a la crisis de seguridad del gobierno de Diego Sinhue, todo indica que el PAN sigue siendo el partido mayoritario. En Yucatán el panismo puede refrendar su posición, pese a deserciones y a que Morena tiene un buen candidato. En Jalisco, Pablo Lemus tiene una sólida ventaja y será un estado para MC. La única duda es si la gente trasladará ese voto a Máynez o no y todo indica que esos votos de Lemus, en la elección presidencial, podrían terminar con Xóchitl.
Tres estados, con muchos votos y distritos, están en disputa. En la Ciudad de México la decisión de desplazar a Omar García Harfuch y colocar como candidata a Clara Brugada puede ser muy costosa para el oficialismo, porque, salvo excepciones, la mala selección de candidatos a alcaldes y diputados locales ha sido una norma. La Ciudad de México está y estará muy disputada y las posibilidades de que gane Santiago Taboada son reales.
En Veracruz también Morena eligió muy mal: no sólo el gobierno de Cuitláhuac García ha tenido pésimos resultados en casi todos los ámbitos, sino que, además, la candidata Rocío Nahle, a pesar de que cuenta con abundantes recursos, no termina de convencer desde las internas de Morena. Lo sucedido en La Parroquia, donde tuvo que irse luego de ser abucheada por los comensales, es un paradigma de cómo está su campaña. Si a eso le sumamos las denuncias por sus propiedades, que Dos Bocas costó el triple de lo presupuestado y no termina de arrancar, además de que no es veracruzana, el escenario no es el mejor. Y enfrente tiene a Pepe Yunes, un buen candidato, reconocido en el estado y que puede sumar. En Morelos, el desastre de Cuauhtémoc Blanco es insuperable y la candidatura opositora de Lucy Meza hace muy difícil que gane Morena. Pedir la continuidad de la Cuarta Transformación en Morelos es casi un agravio para la ciudadanía. Esos tres estados pueden ser claves en la elección, no sólo en la presidencial, sino en la conformación del Congreso, porque son muchos distritos y muchos votos los que concentran.
Tres estados serán ganados, sin duda, por Morena: Chiapas, a pesar del pésimo gobierno de Rutilio Escandón, es una entidad donde la popularidad del presidente López Obrador está por los cielos. Lo mismo sucede en Tabasco y, en menor medida, en Puebla.
Decía un viejo senador estadunidense que toda la política es local. No siempre es verdad, pero en estas elecciones el factor local será más importante que nunca. Se dice también que los apoyos sociales serán claves y si nos basamos en la encuesta que dio a conocer El Financiero sobre el sentido del voto de quienes reciben esos apoyos y quienes no, es verdad.
Pero también será decisiva la seguridad: por lo menos un tercio del territorio nacional está bajo control criminal, y no sólo se asesina a candidatos, sino que además se extorsiona, roba, se expolia a la población. Ese nivel de empoderamiento criminal en tantos ámbitos locales simultáneos no lo habíamos visto y quién sabe cómo influirá, en uno u otro sentido, a la hora de votar. Pero no es un factor intrascendente.
El asesinato de Gisela Gaytán, la candidata de Morena a presidenta municipal de Celaya, ha desatado una lluvia de acusaciones mutuas sobre quién era responsable de garantizar su seguridad, que la aspirante había solicitado a las autoridades, sobre todo luego de las confrontaciones originales que tuvo con otros grupos de Morena y por la amplia presencia criminal en Celaya. Y como en muchas otras cosas en nuestro país, lo que sucedió es que nadie termina por hacerse cargo de la seguridad por completo, y hay tantas instancias involucradas, que lo que se termina imponiendo son la burocracia y la impunidad.
Aquí ya lo habíamos adelantado: el esquema para garantizar la seguridad de los candidatos no sirve, es burocrático y con responsabilidades mal distribuidas. ¿Por qué? Porque no hay un verdadero estudio de riesgos regionales y locales, no hay un seguimiento de inteligencia de los principales candidatos que hacen proselitismo en esas zonas y se deja la responsabilidad de pedir la seguridad a los candidatos y partidos. Intervienen la Secretaría de Seguridad federal, el INE, las instancias electorales estatales, las policías locales y los propios aspirantes, quienes son los que deben decidir si corren o no riesgos. Cualquier pedido de seguridad recorre un largo trecho burocrático que se va alejando cada vez más de los tiempos reales de una campaña. Ocurrió con Gisela y con otros 16 aspirantes asesinados.