Cree que va a ganar, y tiene que decidir entre acabar de deshacer al país y pasar a la historia, ella, como la autora de la gran destrucción, o cambiar el rumbo a riesgo de que el radicalismo y los nuevos poderes fácticos la tumben de la Presidencia.
Claudia Sheinbaum pertenece al ala radical de Morena, pero es inteligente y seguramente sabe que de seguir la senda al precipicio no hay más destino que ese: el precipicio.
La que cargará con la responsabilidad será ella.
Tal vez pise el acelerador con singular convicción, convencida de que vamos al paraíso. Como hacen los fundamentalistas suicidas.
O quizás entiende el tamaño del problema que recibirá y por eso la angustia que refleja su semblante.
López Obrador fue el artífice de una brutal crisis económica, deja un país sin dinero, endeudado, gasto corriente comprometido y con la promesa de aumentar el reparto de dinero.
¿No hubo megacrisis económica en este sexenio?
Claro que sí. Se inauguró con crecimiento negativo en 2019. Ese año el mundo creció 2.9 por ciento y la economía nacional decreció -0.2 por ciento.
La crisis fuerte vino el siguiente año: la economía mundial cayó -3.1 por ciento, y la mexicana -8.7 por ciento.
Como anillo al dedo le cayó la pandemia al gobierno, porque fue el pretexto donde ocultó que el desplome económico atribuible a la gestión de López Obrador fue de 5.6 por ciento.
La “disciplina fiscal” que nos vendieron como verdad resultó ser un espejismo.
Se gastaron los miles de millones de pesos que gobiernos anteriores dejaron en fideicomisos y fondos para atender emergencias. Ni recursos para combatir incendios dejaron.
Desmantelaron los servicios públicos, salud y educación, para hacer obras inútiles y repartir dinero en programas sociales que atan a la gente a la pobreza y al partido gobernante.
La deuda pública que dejará AMLO es alrededor de 16 billones 900 mil millones de pesos.
Al final del sexenio, de acuerdo con el reporte de febrero de la SHCP, la deuda pública se habrá incrementado 6 billones 200 mil millones de pesos. Es decir, subió 58 por ciento en la administración de AMLO.
La deuda por habitante crecerá de 82 mil pesos al inicio del sexenio, a 130 mil pesos al 30 de septiembre de este año.
Con un agravante adicional: la economía creció muy poco (uno por ciento promedio en el sexenio), y el PIB per cápita (esto es, el valor de la economía dividido entre todos los mexicanos) disminuyó.
AMLO deja un país más pobre que como lo recibió.
Pemex es un barril sin fondos al que se le ha metido un billón 500 mil millones de pesos.
Produce menos petróleo, ahuyentó a inversionistas privados y la propiedad real de la empresa pasó a manos de los acreedores extranjeros.
Y hay que pagar decenas de miles de millones de dólares de deuda de corto plazo.
Sheinbaum podrá gastar, en su primer año de gobierno, 833 mil millones de pesos menos que en este último año de López Obrador.
Recibirá un país con déficit público de 5.9 por ciento del PIB.
¿Qué va a hacer la presidenta Sheinbaum?
Recortes drásticos al gasto.
Y una reforma fiscal de caballo para que sigamos pagando las locuras del actual sexenio.
¿O va a retomar la reforma energética de Peña Nieto, que nos salvaría de lo anterior?
Esa es una buena alternativa, pero a ella la tumbarían de la silla que le prestaron.
Sheinbaum recibirá un gobierno que chapotea en corrupción.
Donde se levante una piedra del trenecito hay un negocio obscuro. Lo mismo en la nueva refinería, en los contratos de compra de medicamentos, en Pemex, en Segalmex, en la obra pública asignada por dedazo.
Los partidos que se eternizan en el poder se corrompen. Es una ley universal. Pero Morena acaba de llegar. Aún no termina el primer sexenio y ya se suben al podio de la corrupción.
Robustecidos hasta lo inimaginable están los cárteles de las drogas. Controlan territorio. Operan políticamente. También matan a candidatos de distintos partidos.
A este ritmo perderemos el país.
Cuando menos tres gobernadores morenistas están ligados a grupos criminales. Se la deben a ellos.
El presidente anterior metió a la cárcel a varios gobernadores de su partido. Ahora los morenistas han tenido carta blanca, con las consecuencias irreversibles de descomposición social en sus estados.
¿Qué va a hacer la presidenta Sheinbaum con esa herencia?
¿Va a seguir hablando de García Luna? (El caso, además, puede caerse en junio por fallas procesales y por la calidad de los testigos).
¿O va a tocar a los protegidos de su mentor político?
Los militares están empoderados en funciones que les prohíbe la Constitución (y el sentido común).
En entrevista con David Aponte, director de El Universal, y Carlos Benavides, Claudia Sheinbaum colgó una interrogante. Dijo:
“La Secretaría de la Defensa Nacional tiene tareas que se han dado en este sexenio, como la operación del Tren Maya, aduanas, construcción, y yo creo que hay que evaluar. Si en unos años ve uno que no funciona en algunas áreas, pues tomaremos decisiones, pero hoy, así como está, lo vamos a mantener” (esto último, en relación con las tareas de seguridad).
El país es un matadero de jóvenes y un cementerio de cadáveres escondidos.
Sobre ese desastre que ha sido el gobierno de López Obrador, Sheinbaum ofrece “continuidad”.
Ha hecho matices, es cierto, pero insuficientes.
Si no quiere pasar a la historia como la autora de la gran destrucción, tendrá que cambiar el rumbo de la economía y de la seguridad, para empezar.