En varios momentos del primer debate, Xóchitl Gálvez logró que Claudia Sheinbaum dejara el tono sobrio y borrara la sonrisa. Éxito parcial de la hidalguense, a pesar del barato histrionismo de calificar a su adversaria de fría y falta de corazón. Sin embargo, la capitalina se recompuso, al tiempo que la opositora se desdibujaba.
Nada para nadie sería una forma de concluir el balance del primer encuentro de los candidatos presidenciales 2024.
Ni campanazo del emecista Jorge Álvarez Máynez, ni doloroso descalabro de Sheinbaum. Gálvez tendrá que esperar las encuestas para ver si le creyeron algunos, o si logró dañar en algo, un par de puntitos, a la puntera.
Xóchitl, a pesar de su inicio zigzagueante de evidente nerviosismo, logró pegar a la imagen de Claudia la duda sobre si investigará las denuncias periodísticas contra colaboradores y familiares del presidente López Obrador. Poco más.
Ante el embate de Xóchitl, Claudia se salió del guion de serenidad y cayó en gestos de autoridad: levantar el dedo, corregir a la moderadora Denise Maerker, citar al presidente de la República, presumir premios, cuestionar si iban a hablar de otros temas, cobijarse en la honestidad de López Obrador… Eso también es una novedad: que el público la vaya conociendo fuera de los mítines de Morena.
Y ahí es donde se le fue a Xóchitl su oportunidad: si ya había sacado de quicio a la candidata seria, le tocaba a ella mostrarse capaz de esa seriedad; en cambio, frente a demasiadas preguntas la opositora cantinfleó o de plano fue superficial.
El formato del debate, finalmente, no permitió a los moderadores una conducción hacia el desarrollo de las ideas, ni hacia un debate de argumentos. En ese rubro, habría que pedir que no se metan demasiadas cortapisas a periodistas que podrían haber sacado mejor provecho a los tres aspirantes.