Ricardo Anaya alista su regreso a la política mexicana para ser senador e impulsar una nueva dirección en el PAN. En los últimos días ha conversado con diversos actores del arco opositor, y de distintos espacios, para dar a conocer su visión del escenario actual.
Anaya quiere desarmar la sociedad con el PRI, al menos en lo formal. Está convencido de que el tricolor es un lastre y que no es rentable que el PAN este asociado a una de las formaciones políticas que más rechazo genera en la sociedad.
Los antecedentes también pesan: Anaya se debió exiliar durante todo el sexenio en el exterior por expedientes que fueron impulsados en el sexenio de Enrique Peña Nieto.
Giros del destino: así como Anaya tiene dudas del Frente, el expresidente del PRI también las comparte respecto a la conveniencia de sostener la fusión con el PAN.
Anaya está convencido de que la elección presidencial está definida en favor de Claudia Sheinbaum y la de la CDMX en favor de Clara Brugada. Cree que en ambos casos pesó como un ancla la vinculación con Alejandro Moreno Cárdenas.
Cuando le señalan que la alianza con el PRI es clave para contener a Morena en el legislativo dice no tener mayores inconvenientes con ello, pero cree que esa amistad se termina en las casillas, donde ambos partidos deben volver a ser rivales.
El queretano diseña un PAN que regrese a las bases: conservador en lo político, liberal en lo económico (con eje central en la menor presión fiscal) y, lo fundamental, con un discurso muy contundente en materia de orden y mano dura con la criminalidad. Asegura que la única vía para contrarrestar los apoyos sociales de Morena es el discurso de la seguridad que solo puede ofrecer el PAN.
Su intento por regresar a la centralidad del albiazul es una ingeniería compleja. Anaya tuvo un papel muy secundario en las presidenciales del 2018 y actualmente en el PAN hay malestar con que se le haya dado una senaduría pluri a un político que hace años solo existe en YouTube.