Hace muy bien Xóchitl Gálvez en colocar en el eje de su campaña a la inseguridad. Es el capítulo peor evaluado del gobierno federal y es un reclamo que está sustentado en datos duros, en hechos incontrovertibles.
Pero sigo observando tanto en Xóchitl como en Claudia Sheinbaum, una visión maniquea de la seguridad y ninguna de las dos parecen tener claridad sobre qué hacer si llegan a la Presidencia o, siendo generosos, lo están ocultando conscientemente. Xóchitl tuvo un acierto en iniciar su campaña en Fresnillo y terminar ese primer día de proselitismo en Irapuato. Y en poner el acento en la inseguridad. Lo que me resultó incomprensible es que la propuesta que enarbole Xóchitl sea emular a Nayib Bukele, el presidente de El Salvador, para construir una megacárcel que albergue a los principales delincuentes.
La verdad es que tenemos un sistema de cárceles que se ha devaluado durante este sexenio, pero no necesitamos de la construcción de un megareclusorio. Alcanzaría con administrar correctamente las cárceles de máxima seguridad que tenemos en el país, muchas de las cuales están con carencias notables. La estrategia del gobierno de comprar las cárceles que estaban administradas por la iniciativa privada no tuvo, en términos de seguridad carcelaria, ningún acierto.
Pero lo más importante no es eso: el sistema de la megacárcel de Bukele, que otros países están copiando, implica también cambios muy importantes mucho más difíciles de hacer en México que en un país tan pequeño como El Salvador. Implica acabar con derechos, con garantías judiciales, con amparos. Implica imponer, profundamente autoritario. Vamos, en el esquema salvadoreño ni siquiera se garantiza un juicio justo.
Estoy convencido de que necesitamos mucha más rudeza legal, mano dura dirían algunos, sobre todo en el ámbito del crimen organizado, pero no nos engañemos, hay unos 15 reclusorios federales en el país como parámetros que se han deteriorado seriamente. No sólo ha caído radicalmente el número de detenidos y condenados por delitos federales, sino que el control de los reclusorios de máxima seguridad sigue siendo, por lo menos, controvertido. Pero el modelo salvadoreño como tal es inaplicable para un país tan diverso, plural, heterogéneo como México. En lugar de construir una gran megacárcel (me recuerda como solución la tontería de construir una megafarmacia para atender el desabastecimiento de medicinas) lo que necesitamos es hacer eficiente el sistema de justicia y que las condiciones de máxima seguridad en nuestras cárceles lo sean realmente. ¿Necesitamos más cárceles? Sí, pero necesitamos todo un sistema nuevo, que cambie por completo lo que ahora tenemos. No necesitamos una megacárcel.
Claudia, por el contrario, ha tratado de enfatizar que ella tiene buenos números en el ámbito de la seguridad en la Ciudad de México. Y es verdad. Pero el esquema que se siguió con Omar García Harfuch, y que hoy sigue en líneas generales con Pablo Vázquez, no es el de abrazos y no balazos. Al contrario, Claudia podría obtener mayores réditos explicando por qué su estrategia capitalina no es la misma que la que siguió el gobierno federal y en qué consistió la misma. No lo va a hacer, pero tendría que hacerlo. Se equivoca también cuando declara que el discurso de Xóchitl es una reedición en seguridad del calderonismo o en la insistencia de mantener los principios básicos de los abrazos y no balazos.
Se equivoca porque la única reducción real del embate criminal se dio hacia el final de la administración de Calderón. Son más de uno los especialistas del área que están cercanos a Claudia que admiten que si se hubiera seguido en 2012 con la estrategia que llevaba Calderón hoy estaríamos en otra situación, completamente diferente en el ámbito de la seguridad.
Segundo, porque nadie duda de que es necesaria una labor social para combatir la delincuencia, pero en la situación en la que estamos es imposible avanzar sin una estrategia dura pero efectiva, intensa y dirigida desde ámbitos federales y locales, construyendo un sistema policial que trascienda, y mucho, el simplificado (y en parte sin sentido) debate sobre la adscripción militar de la Guardia Nacional.
En el inicio de su campaña, Xóchitl dijo que acabará con la militarización del país y Claudia que mantendrá a los militares en las calles. Las dos son definiciones sin un sentido profundo real. ¿Qué quiere decir Xóchitl con acabar con la militarización?, ¿sacar a los militares de algunas de las tareas que es innecesario que ellos realicen? Me parece bien pero, ¿cuáles?, ¿piensa Xóchitl que los militares no tienen que cubrir tareas de seguridad o, como le dicen algunos de sus asesores, apostar a que esas tareas regresen al ámbito civil?, ¿cómo?, ¿con quiénes?
A Claudia habría que preguntarle cómo hará para mantener el esquema actual de seguridad y al mismo tiempo cambiarlo. Cómo mantendrá al Ejército en labores de seguridad, lo que es imprescindible, pero en qué responsabilidades los concentrará y qué hará con todo lo demás que incluye un sistema ideal de seguridad, si no como el de Dinamarca, de perdida como el de Chile. Si mantiene una línea de continuidad con la actual administración ¿será con la línea del gobierno federal o con la que se siguió en la ciudad?
Si no partimos de que la actual estrategia federal es un fracaso, que se necesita una estrategia de seguridad alejada por igual de ocurrencias y de lecturas políticamente correctas, seguirá el país hundiéndose en el pantano de inseguridad. Para adoptar políticas, posiciones y estrategias nuevas y de fondo se necesita una visión integral y valentía para asumirlas sin complejos.