Layda Sansores sacó 172 mil 666 votos en la elección de 2018, en la cual compitió por la alcaldía de Álvaro Obregón. Dejó atrás a la coalición de PAN, PRD y MC, que logró 155 mil 36 sufragios. El PRI fue solo en esa competencia en la que 37 mil 615 le eligieron en la boleta.
Tres años después Layda ya se había ido a Campeche, pero no es exagerado decir que su desempeño condenó a Morena a perder la alcaldía que abandonó la hoy gobernadora: en 2021, el PRIANRD sacó 182 mil 181 votos mientras los guindas 111 mil 275*.
Se puede alegar que en esa demarcación en la elección intermedia del sexenio de López Obrador la oposición en realidad sacó los mismos votos que tres años antes, e incluso 10 mil menos si se suman los que tuvieron PAN, PRD y PRI en 2018.
Pero incluso así, lo relevante es la brutal caída de sufragios a favor de Morena: no sólo pasó de 172 mil (redondeados) a 112 mil, sino que en 2021 el PVEM sí se sumó a Morena. Es decir, ni con los 14 mil que en 2018 los tucanes habían sacado pudo el oficialismo aguantar el bajón.
Que si los de Morena se confiaron en 2021, que si no sacaron a votar a sus bases, que si tuvieron malos candidatos, que si aprendieron la lección… sea lo que sea, la variable de castigo a pésimos y/o polémicos gobiernos no se puede descartar como causa de la derrota.
Layda Sansores está de moda en plena campaña. Y sí, dirán que toda crítica a su gobierno (es un decir) se debe a la temporada electoral. Pero de que la gobernadora (ídem) trae una gran crisis en su estado, eso es inocultable.
Las protestas de esa crisis son tema nacional porque, a decir de quienes las reportan, se trata de manifestaciones inéditas en cuanto a participantes, y porque la causa original de las mismas –el maltrato y descuido del gobierno a policías– ha concitado muchas simpatías.
Y encima porque Sansores tiene una carrera nacional, con momentos que en su tiempo fueron en defensa de la rendición de cuentas de los presidentes de la República. ¡Ah!, qué tiempos aquellos don Simón, ahora que todo en ella, y en tantos como ella, es lo contrario.
De forma que si Layda Sansores tiene un problema de gobernabilidad (uno evidente, digamos, además de los no evidentes desde la capital de la República), rápidamente éste se cuela en la agenda nacional y ya sabemos que ella dirá que todo es culpa de Alejandro Alito Moreno, su archirrival, y aunque no ande tan descarriada, qué si no eso es lo que hacen los adversarios, aprovechar los tropiezos de los de enfrente para que éstos les resulten más caros.
El verdadero problema no es, sin embargo, para Layda, quien por lo que sabemos medio disfruta el ruido mediático. La bronca es, como en la Álvaro Obregón en 2021, para su partido, que en nada se beneficia de la crisis policiaca-política de Sansores en Campeche.
Toda la triunfalista narrativa oficial de Palacio Nacional y de su candidata presidencial ha de lidiar estos días con noticias de una gobernadora que en vez de negociar y apaciguar su entidad, hace crecer más el problema y, muy importante, una indignación no sólo estatal.
Y es sólo una gobernadora. Hay todo un rosario de casos similares. Este antiejemplo nos lleva a preguntar: ¿2024 se parecerá más a 2021 o a 2018?
*Las cifras de ambas elecciones fueron tomadas de los respectivos PREP consultados en línea. En Wikipedia aparecen números más abultados pero proporcionalmente parecidos.