La veneración a Jesús Malverde Campos, el modus operandi de los Narcosatánicos de Adolfo Constanzo y el hallazgo de múltiples capillas de la Santa Muerte en operativos militares de 2007 son episodios que han revelado algunas de las creencias que abundan entre miembros del crimen organizado.
El tema volvió al debate público a principios de 2024, pues el 23 de enero de 2024 agentes de la Secretaría de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México (SSC CDMX) hallaron un altar satánico en un refugio que La Unión Tepito tenía en la colonia Morelos.
Un descubrimiento similar ocurrió el 9 de marzo en un domicilio de la colonia El Olivo en la alcaldía Gustavo A. Madero. Dos esculturas del diablo con atuendo de charro aparecían sentadas en tronos dorados, en medio de botellas de alcohol y distintos recipientes con comida.
En la Ciudad de México, estos santuarios suelen ser atribuidos a La Unión Tepito. En algunos se han localizados lujosos adornos y hasta fajos de billetes. Uno de los sucesos más recordados en la historia reciente de la capital fue la captura de 31 miembros de este grupo en varias vecindades de Peralvillo y Tepito en octubre de 2019.
Durante las inspecciones de los agentes de seguridad fue encontrado un altar satánico con restos humanos que, aparentemente, eran usados como ofrenda.
Altar narcosatánico de La Unión Tepito
Según una testigo entrevistada en aquel entonces, integrantes de La Unión Tepito realizaban rituales cada tercer día para pedirle al Ángel Caído que les diera buena suerte en sus actividades delictivas.
Observaciones del periodista Gil Olmos, entrevistado por BBC Mundo, sugieren que los miembros de estos grupos suelen encomendarse al diablo o a la Santa Muerte porque “ni Jesús ni la Virgen María los pueden ayudar con lo que necesitan: protección de los soldados, la policía y sus enemigos”.
Siguiendo las creencias de Constanzo que derivaron en decenas de secuestros y asesinatos en los ochenta en Tamaulipas, Francisco Javier Mecina Barrera, alias ‘Ángel’, pensaba que los sacrificios humanos lo harían inmune a las autoridades.
Este sujeto encabezó un grupo conocido como el Cártel de Houston (CDH), dedicado a intercambiar armas por cargamentos de metanfetamina que, posteriormente, distribuían en Estados Unidos. Según las investigaciones, esta organización actuaba en cooperación y bajo el cobijo del Cártel de Sinaloa.
Imagen distintiva del Cártel de Houston.
“En nombre de todos los miembros que conforman la gran familia sagrada del CDH y respetando todos los grados jerárquicos […] Estoy consciente del honor y privilegio que ahora me enfrento”, era parte del rezo que los nuevos integrantes debían repetir en su rito de iniciación.
Según las acusaciones de la Corte del Distrito Sur de Nueva York, Mecina Barrera y sus compañeros creían que Satanás los vigilaba “porque sabían que lo que hacían era malo”.
A los recién iniciados los obligaba a tatuarse un símbolo satánico y los mantenía en constante comunicación con un brujo, conocido como ‘Lucifer’, que se encargaba de coordinar el proceso de “admisión”. “¡Salve, Satán! ¡Salve, Lucifer!”, debían gritar mientras derramaban su sangre sobre un texto con el que sellaban su pacto, reveló una investigación de Univisión.
Esta banda criminal fue desarticulada en su totalidad gracias a la cooperación de la Administración de Control de Drogas y el Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos. El 11 de enero de 2024, Francisco Mecina Barrera fue sentenciado a 21 años de prisión, mientras que su principal subordinado, Adalid Cabrera Huato, recibió una pena de 20 años.