Debe ser duro para los seguidores de Cuauhtémoc Cárdenas verlo sentado entre Claudia Sheinbaum y Rocío Nahle en un acto de campaña de la candidata presidencial de Morena, con motivo del 86° aniversario de la expropiación petrolera.
Crearon un mito y ahora se dan cuenta de que resultó ser un fraude.
Cuando Cuauhtémoc quiso ejercer cierta independencia política y participar en un colectivo con propuestas para el desarrollo de México, en enero del año pasado, recibió un bofetón verbal de Andrés Manuel López Obrador y la entonces jefa de Gobierno le soltó otro de igual calibre.
Él hizo a López Obrador y permitió que el discípulo lo pusiera entre la espada y la pared el año pasado: o con el pueblo o con la oligarquía.
O conmigo o contra mí, quiso decir.
De inmediato, ese mismo día, la jefa de Gobierno Claudia Sheinbaum también lo abofeteó: “Hay momentos de definición política y en esos momentos uno decide dónde quiere estar. En esa definición, con todo respeto al ingeniero (Cárdenas), él tomó una decisión de dónde quiere estar. Nosotros también tenemos una definición muy clara, y además no es menor, que la gran mayoría del pueblo de México esté con el proyecto que encabeza el presidente (López Obrador)”.
Por la mañana, López Obrador había acusado a Cárdenas de haberse pasado al “ala moderada del bloque conservador” y aceptó que era un “adversario”.
Lo zarandeó sin miramientos:
“Esta ancheta es muy angosta, no hay para dónde hacerse: es estar con el pueblo o con la oligarquía. No hay más. No hay justo medio”.
Cuauhtémoc Cárdenas se doblegó ante AMLO.
No asistió a la reunión Punto de Partida de Mexicolectivo, en la que, acompañado de Dante Delgado, Francisco Labastida, José Narro, Diego Valadés y otras personalidades, darían a conocer un documento con propuestas de políticas públicas.
Argumentó “razones de orden político”.
Meses antes, Cárdenas había dado entrevistas en las que hizo críticas al actual gobierno por medidas que, en su opinión, “no eran de izquierda”.
Lo callaron y se dejó.
De eso estaba hecho “el líder moral de la izquierda mexicana”.
Ha vivido del cuento del “fraude del 88″, a pesar de que sabe que no ganó. Fue una elección injusta, inequitativa como las del México de aquel entonces. Pero no ganó, como sostuvo sin pruebas y ya se toma como “una verdad histórica”.
En el Archivo General de la Nacional están (si es que no le han metido mano) microfilmadas las actas de las casillas con las firmas de todos los representantes de casillas en esa elección.
Sus adversarios de entonces lo respetaron a él y al caudal de votos que alcanzó y se creó el IFE, la credencial para votar con fotografía y luego los consejeros ciudadanos, etcétera.
El ingeniero fue importante para la democratización del país, porque sus reclamos encontraron la sensibilidad del gobierno triunfante en 1988 y de los siguientes para lograr elecciones equitativas, vigiladas y organizadas por la ciudadanía.
Quien lo insultó y lo dobló fue el Presidente que él hizo, cuidó y proyectó.
Un cacique destronó a otro cacique.
Ahora vemos a Cuauhtémoc Cárdenas en un acto de campaña de la candidata que se propone dar continuidad a la tarea de demolición de las instituciones democráticas que la tenacidad del ingeniero y la sensibilidad de los gobernantes “neoliberales” lograron.
Un fraude. O incongruencia, para decirlo de manera menos dura. Aunque es impreciso.
Lo de Cuauhtémoc es más que incongruencia. Es una lástima por la caída del pedestal en que lo tenían personas valiosas, de buena fe, que junto con él contribuyeron a abrir brecha a la democracia en México.
Cárdenas renunció a ser el referente de la izquierda democrática del país.
Se dobló ante un Presidente mesiánico y se sumó al proyecto destructor de la democracia de Claudia Sheinbaum.
Un fraude.