Xóchitl está marcando la agenda; sus pasos se oyen fuerte, lo mismo que su voz. Se agradece que, cuando tiene alguna duda, le pide a expertos su asistencia. Nadie es infalible y ella hace saber que se acompaña de un buen equipo de trabajo. Mientras la hidalguense tiene una campaña orgánica, con vida, de Claudia Sheinbaum se sabe que sigue bajo la égida de Palacio. No se le conocen ideas propias, solo que defenderá las propuestas de reforma de López Obrador. Cada día se muestra más como una sombra, lo que no me alegra. Y es que la democracia se construye cuando hay competencia, no cuando lo que se busca es asegurar una elección de Estado.
Xóchitl agarró vuelo; no sé cuánto le dure pero, por lo pronto, por cada mala intención y/o engaño que López Obrador suelta, ella le revira y con mayor fuerza. Mucha tarea para una sola persona.
Pero, además Xóchitl construye agenda y proyecto por su cuenta —como fue su viaje al Vaticano—, mientras que en Morena intentan seguirle el paso y copiarle (y ya luego, a su vez, MC le copia a Morena…).
En su “MañaNeta”, la hidalguense acepta a todos los periodistas y contesta preguntas incisivas. Hay algunas que incluso se le revierten a quien las realiza.
Ante la acusación relativa a que la casa donde hace sus conferencias de prensa es un regalo de un empresario bajo investigación, ella mostró el contrato de renta y la legalidad de este.
Ante el dicho de “vendepatrias”, dejó en claro que ese habita Palacio Nacional (no pedir ningún tipo de apoyo a cambio de ser “tercer país seguro” en favor de Estados Unidos, eso sí es ser un vendepatrias).
Ahora conocemos que Xóchitl tiene dos brújulas: sus valores y la realidad. De Claudia sabemos que la guía y el faro es López Obrador, pero lo que en verdad la mueve a ella es cada día más difuso.
Ilustración de lo anterior fue su visita al Vaticano. Ante la realizada por Xóchitl, quien también practica dicha fe, en menos de 24 horas, Claudia Sheinbaum hizo lo mismo. Con la diferencia de que ella se autodefine como NO religiosa y por ello no practicante.
Entonces, ¿para qué visitar a Francisco I después de Xóchitl? Supongo que porque, más allá de sus creencias, la Iglesia Católica importa a los mexicanos (si bien el número de católicos en nuestro país decrece año con año, el 77.7% de la población mexicana se denomina católica; casi 97 millones de mexicanos/censo de 2020). Mas no se nos olvide que, cuando era delegada de Tlalpan, demolió una capilla sin informar al párroco. Dijo que se había tratado de un error. ¡Aguas! Además de copiona, es hipócrita…
Aplaudo que a Xóchitl no le haya temblado la voz para decir que: “es una pena que hoy la Iglesia tenga que negociar con el crimen organizado, ya que ellos son —de facto— la autoridad en Guerrero”. Es cierto, el gobierno ha abandonado a Guerrero; tanto tras la devastación de Otis, como por la delincuencia y la violencia que golpea a su población en Acapulco, Taxco, Chilpancingo, Iguala…
Todo lo señalado por la candidata Gálvez sobre las reuniones que se han dado de obispos con el crimen organizado duele. Los obispos (los transportistas, les comerciantes, etcétera) debería poder sentarse con la autoridad para demandarles detener a los delincuentes, pero son tales ‘los abrazos, no balazos’ que representantes de la iglesia católica se tienen que sentar a negociar con los criminales para pedirles una pacificación.
López Obrador, en cambio, dice que ve muy bien estas reuniones; por completo ha dejado de lado el hecho de que él es la autoridad y quien debería implementar las medidas para que la pacificación exista. Sí, en lugar de que Andrés Manuel se haya abocado a eso, se ha dedicado a entrometerse —lo que es abiertamente ilegal— en las campañas políticas. (Por cierto, pedir —como lo hace Xóchitl— que la Organización de Estados Americanos envíe a México una misión de observadores internacionales de nuestro proceso electoral es algo que se hace cada seis años.)
Xóchitl está pisando fuerte, va marcando agenda, propuestas, ideas. No sigue un cartabón. Se le está escuchando.