A Zócalo lleno, miles de personas gritaron al pie del Palacio donde vive Andrés Manuel López Obrador: “¡narco presidente!”. La arenga se repitió una y otra vez este domingo por la mañana en la marcha por la defensa de la democracia convocada por distintas organizaciones de la sociedad civil y respaldada por la oposición al régimen. En el templete nadie pidió a los asistentes lanzar esa consigna. Al micrófono nadie animó a la plaza a gritarle tal descalificación al primer mandatario. Tampoco abordó ese tema el discurso central de la manifestación, emitido por el expresidente del INE, Lorenzo Córdova. De manera orgánica, el Zócalo de la Ciudad de México -ese que López Obrador considera su propiedad privada- le gritó una y otra y otra vez que era un narco-presidente.
Cuatro horas más tarde, la Fiscalía General de la República emitía un comunicado que terminaba de hundir el discurso oficial de que era “un montaje” la declaración del líder del cártel de Los Ardillos, Celso Ortega Jiménez, sobre dinero del narco en la primera campaña presidencial de López Obrador. Un comunicado que dejó en ridículo al presidente, sus propagandistas y sus periodistas funcionales.
Desde hace casi tres semanas, AMLO no ha podido sacudirse el mote de “narco-presidente” que ha inundado las redes sociales. Empezó por un reportaje del muy respetado medio estadounidense ProPublica que relataba que cinco testigos declararon a la DEA que el cártel de Sinaloa dio 2 millones de dólares a la campaña presidencial de López Obrador en el 2006. Y se potenció cuando el jueves pasado, en el noticiario a mi cargo en Latinus, presentamos las declaraciones del líder del cártel de Los Ardillos quien aseguró que en ese mismo año él atestiguó que el grupo criminal de Los Zetas -al que pertenecía en ese entonces- financió y operó electoralmente para López Obrador.
El presidente dijo al día siguiente que era un montaje (su candidata presidencial, a quien por algo apodan La Calca, dijo exactamente lo mismo). Sugirió que no era el líder de Los Ardillos, sino un encapuchado. El obispo de la región -avalado por el propio AMLO para buscar una tregua con los capos de la mafia- aseguró públicamente que sí se trataba del jefe criminal. El presidente jugueteó con que la entrevista no se había grabado en el estado de Guerrero sino en el turístico Valle de Bravo. El mismo obispo lo desmintió: sí fue en Guerrero.
Los propagandistas del gobierno y los periodistas funcionales al régimen trataron de desquitar el sueldo. Tuitearon, hicieron mesas de análisis, entrevistas. Se esforzaron en contrarrestar la declaración explosiva. Alegaron que el líder de Los Ardillos se veía muy joven, que hubiera sido un niño en el año 2006. El propio obispo aclaró que Celso Ortega Jiménez tiene 48 años de edad. Luego salieron con que el cártel de Los Zetas no existía en el año 2006. Se comprobó que había reportajes publicados sobre ellos desde el 2004.
Pero nada los ridiculizó tanto como el desmentido desde dentro. Ayer, cuatro horas después de los gritos de “narco-presidente” que inundaron el Zócalo, la Fiscalía General de la República revivió el expediente contra el líder de Los Ardillos (al que habían dejado operar en paz, hasta que tuvo la osadía de cuestionar a López Obrador, el delito más grave en este país) y emitió un comunicado exhortando al líder de Los Ardillos que aportara pruebas de sus dichos. En la prisa por exonerar al presidente, terminó admitiendo la veracidad del personaje y la entrevista:
“En los diversos expedientes penales que se le siguen a la organización criminal denominada “Los Ardillos”, se ha abierto de inmediato un desglose con objeto de que Celso “O”, supuesto líder de esa agrupación, sea localizado para que, en su caso, ratifique y compruebe debidamente las afirmaciones que realizó ante un medio periodístico. En tanto esto se logra, se le exhorta a dicho individuo para que, también de inmediato, y por el medio idóneo más práctico al que tenga acceso, haga llegar a esta Representación Social todos los datos y pruebas que le den sustento y credibilidad a su referida declaración periodística”.
¿No que era montaje?
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