La matanza difundida el martes, ocurrida en la Tierra Caliente de Guerrero, confirma la ausencia deliberada del Estado.
Se rindió sin combatir.
El Presidente deja a México hecho girones.
Pedazos enormes de país, con todo y su gente y sus recursos, se encuentran en manos de los narcos.
Eso no le preocupa a López Obrador, sino el hashtag #narcopresidente.
“Guerra sucia”, dice todas las mañanas desde hace casi un mes.
La única guerra sucia que hay es la de grupos criminales entre ellos y contra los ciudadanos.
Mientras AMLO se pelea con fantasmas, el narco gobierna donde le interesa.
No será con gritos e insultos como se quite el mote de narcopresidente, sino con la devolución de la legalidad y el derecho a vivir razonablemente en paz.
Como ya no lo hizo, o no pudo, o no lo quiso hacer, la percepción pública será la que contiene esa etiqueta.
Seguramente hay cuentas robots que ponen el hashtag que lo enerva, pero un amplio sector de la población así lo piensa. Así lo escribe, así lo grita.
La única forma de desmentirlo era dejando un país en orden.
No lo hizo. Que no sueñe con sofocar a gritos lo que no hizo como gobernante en un sexenio.
Ciento ochenta mil asesinatos durante su gobierno, el más violento de la historia nacional desde la Revolución.
No fue una sorpresa lo que vimos en Totolapan. Hombres mataban a otros en el suelo. Tiro de gracia. Burlas sobre sus cadáveres y les prendían fuego.
Se trata de escenas recurrentes de un torbellino imparable.
Vendrán otras, y otras y otras, porque López Obrador sólo es perseverante en su lucha contra sus adversarios políticos.
Muy valiente para atacar a los que marchan en defensa de la democracia.
Contra la legalidad y la democracia es un golpeador infatigable.
Pero ante el poder del narco, ni por asomo muestra el libro ¿Quién manda aquí?
Fue el que enseñó a los empresarios cuando canceló el Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México.
Más vale ver la realidad de frente para saber dónde estamos parados: el Presidente entregó México a los cárteles de los narcotraficantes.
Algunos dirán que no todo, que cedió sólo una parte de México y seguramente menos de la mitad.
Con tal de no dar la batalla para frenarlos y someterlos, optó por capitular.
Los que ensalzan la voluntad indoblegable del Presidente, que le vayan buscando otra virtud porque esa que presumen no es verdad.
Es un mito que Andrés Manuel López Obrador sea indoblegable.
Lo presumió Donald Trump. “Nunca había visto a alguien doblarse así”, escribió en Twitter.
Eso que pudo ser una excepción por razones estratégicas, es una constante.
También se dobló ante el narco.
Lo vimos cuando ordenó la liberación de Ovidio, que ya estaba detenido por el Ejército.
Supongamos, con ganas de darle la razón, que con esa orden evitó una masacre en Culiacán.
¿Y después? ¿Qué hizo?
Nada. Dejó hacer, dejó pasar, hasta que vino Biden.
En la conferencia mañanera del martes contó que hace unos seis meses los grupos criminales tomaron Chilpancingo y “lo que hicimos fue no caer en la provocación, se retiró la Guardia Nacional, porque querían la confrontación. Entonces, tomaron Chilpancingo”.
Supongamos otra vez, con ganas de darle la razón, que las Fuerzas Armadas no sometieron a los criminales para evitar un enfrentamiento en la capital guerrerense.
¿Y después, qué ordenó hacer para aplicar la ley y proteger a la población?
Nada. Abandonó el estado. Lo entregó a los narcos.
Gente esforzada quedó sometida a la extorsión de los cárteles. Tomaron la distribución de carne de res, de puerco, pollo, refresco y cerveza, bares, centros nocturnos y el transporte público.
¿Y el Presidente?
El Presidente puso a los Salgado Macedonio al frente del estado de Guerrero. Se los entregó.
Horas antes de conocerse la matanza en Tierra Caliente, le preguntaron a López Obrador en su conferencia:
-¿Por qué creció tanto la delincuencia?
-Porque se abandonó al pueblo y la gente no tenía ningún apoyo. El rector Narro acuñó la frase o la repitió, o se la fusiló, pero él se jactaba de decir que los jóvenes eran ‘ninis’, y se reían todos de esta manera despectiva de llamarle a los jóvenes ‘ninis’, ni estudian, ni trabajan, un poco como el pensamiento de los de la marcha –contestó.
Sólo dispara insultos contra personas de bien.
Tuvo más de cinco años para revertir la violencia, e hizo lo contrario. La multiplicó.
De acuerdo con su argumento, ya no existen las causas de la violencia:
“Ahora no, ahora se atiende a los jóvenes. El que no tiene trabajo, el que no está estudiando, se le contrata, se le paga un salario mínimo, trabaja de aprendiz en una tienda, en un taller”, dijo el martes.
Vamos al grano y sin eufemismos: el Presidente entregó el país al narco.
Los cárteles ya tienen base social, lo que hará casi imposible erradicarlos.
Más vale ver la realidad.
AMLO no está rebasado, como creíamos.
Está entregado, como podemos ver.