Para el presidente López Obrador, como dijo ayer en la mañanera, todo está bien, incluso en el ámbito de la seguridad y en las elecciones simplemente “no pasará nada”. Lo cierto es que van 16 asesinatos de candidatos, precandidatos y dirigentes partidarios y las campañas no comienzan hasta el viernes en el ámbito federal.
El lunes fue asesinado el candidato de Morena en Maravatío, Michoacán, Miguel Ángel Zavala. En octubre había sido asesinado el líder del partido en ese municipio, Dagoberto García. Pero el mismo lunes, horas después del asesinato de Zavala, también fue emboscado y muerto el candidato del PAN, Armando Pérez Luna. Si los dos candidatos rivales son asesinados la pregunta obvia es quién será el valiente que aceptará competir por la presidencia de uno de los municipios más ricos de Michoacán. ¿Alguien puede creer que en las elecciones “no pasará nada”? ¿No será que la candidatura de Maravatío, como la de muchos otros municipios simplemente la decidirán los criminales?
Pero como no pasa nada, el viernes, al mismo tiempo que comiencen las campañas electorales para la Presidencia de la República, el presidente López Obrador iniciará su propia campaña. Anunció ayer que durante toda la campaña se dedicará a recorrer el país, o sea a realizar su propio recorrido paralelo al de las candidatas y candidatos. Parece ser evidente que se violarán normas electorales. A ver qué dicen el INE y el Tribunal Electoral.
Si le ponen límites serán una parte más del enorme complot que se fragua supuestamente en su contra. Ayer en otra larguísima mañanera, definió a Mario Vargas Llosa como “una chiva loca”, que es parte de un gran complot de empresarios, intelectuales y comunicadores. Dice el gran escritor Adolfo Bioy Casares que “el mundo atribuye sus infortunios a las conspiraciones y maquinaciones de grandes malvados, entiendo que se subestima la estupidez”.
Dejemos los complots y vamos con las últimas decisiones económicas. Un estudio de Citi advierte sobre la pérdida en este año electoral de la disciplina fiscal que caracterizó a esta administración, uno de los capítulos menos discutibles del gobierno de López Obrador. Y es verdad, este año aumenta dramáticamente la deuda y el servicio de ésta. Por una parte, aumentan dramáticamente los apoyos sociales en sintonía con los tiempos electorales, pero, por la otra, buena parte de los problemas financieros derivan de Pemex y de las pésimas decisiones en el sector, que provocaron ya las renuncias del malogrado Carlos Urzúa y de Arturo Herrera, y que constituyen el mayor dolor de cabeza de Rogelio Ramírez de la O en la Secretaría de Hacienda.
Petróleos Mexicanos se ha convertido en un barril sin fondo, mientras disminuye la producción y aumenta todos los días la deuda, comenzando por Dos Bocas que ha costado el triple de lo presupuestado y pese a lo cual Rocío Nahle fue premiada con la candidatura de Veracruz, donde sus números, como los del gobernador Cuitláhuac García, son muy bajos.
Pero hay cosas más extrañas aún. Un estudio de la Universidad de Texas demuestra que hemos enviado siete millones de barriles de crudo ligero, el más valioso que tenemos, al gobierno de Cuba. Claro, como una suerte de apoyo solidario porque en la crítica situación que vive Cuba no hay forma de que pague por ese petróleo. Todo el crudo que se usa en Cuba, salvo una pequeña cantidad que explota de unos pozos locales, proviene de Venezuela y México. Quizás esa es la causa de que usemos contra covid-19 vacunas cubanas Abdala (que no sirven para las actuales mutaciones del virus) en lugar de alguna vacuna aprobada por la OMS.
Pero cuando se trata de dilapidar recursos para alimentar el ego ideológico alcanza para todo. Esta semana se concretó la venta que le hizo Iberdrola al gobierno de sus plantas energéticas por las que la administración federal pagó seis mil 200 millones de dólares. El Presidente festejó la compra y dijo que ahora, como él quería, la CFE producirá más del 50% de la energía. El pequeño detalle es que esa energía ya la producía Iberdrola. En términos energéticos no hay cambio alguno. Dispondremos de la misma energía que antes con una única diferencia de que la empresa española se embolsó seis mil 200 millones de dólares: lo festejó anunciando que se va de México y que ese dinero lo invertirá en proyectos de energías renovables en el Brasil de Lula da Silva, que no le hace mala cara a las inversiones energéticas privadas. Para Iberdrola y Brasil es un gran negocio, para nosotros significa haber dilapidado seis mil 200 millones de dólares. Por cierto, acabamos de pagar otros mil 500 millones de pesos para tener el control de una mina de sal de la que ya teníamos 49 por ciento. Nunca había entendido que la soberanía pasaba por el control de la sal.
Y hablando de conjuras. El jueves coincidirán en la frontera de Estados Unidos con México Joe Biden y Donald Trump. Será un duelo a ver cuál de los dos propone medidas más restrictivas en la frontera y tendremos una suma de reproches ante el poco control del lado mexicano. La mejor idea que tuvo el gobierno ante ello es, vía la canciller Alicia Bárcena, exigir la amnistía de cinco millones de mexicanos que ya viven en los Estados Unidos. No la harán, Biden porque no puede, Trump porque no quiere. Nuestra agenda con EU se sigue agrietando.