Frente a la tragedia de violencia e inseguridad que se vive en México, las víctimas han dejado de dirigirse a las autoridades. Sus interlocutores son ahora los integrantes de la delincuencia organizada, a quienes piden ayuda. Piedad. Conciencia. Respeto.
El pasado16 de enero causó gran impacto en redes y medios de comunicación un video en el que un grupo de mujeres encapuchadas, que se identificaron como integrantes del pueblo wixárika (huicholes del norte de Jalisco), le pidieron a Nemesio Oseguera, El Mencho, líder del Cártel Jalisco Nueva Generación, que cambiara al jefe de plaza de la región, un sujeto apodado El Rojo, a quien atribuyen la ola de asaltos, desapariciones, asesinatos, robos, extorsiones y cobro de piso que sacuden a una decena de municipios de esa zona de Jalisco.
“Señor Mencho”, dijo la encargada de leer una carta dirigida “a su persona”. “Nunca en nuestra vida histórica (…) nos hemos sentido tan inseguros, tan impotentes, tan desprotegidos”.
La mujer explicó que el jefe de plaza, un “ratero, quita ranchos”, instala retenes “para robarle a la gente a través de los policías municipales, les cobra a los ganaderos, a los comerciantes, no se diga a los presidentes municipales”.
Denunció que los alcaldes de diez municipios —Huejuquilla, Mezquitic, Huejúcar, Santa María de los Ángeles, Colotlán, Totatiche, Villa Guerrero, Bolaños, Chimaltitán y San Martín de Bolaños— tienen que entregar cuotas mensuales, dejando “de entregar apoyos a la gente más necesitada”.
“Es un caos total, nadie denuncia por miedo…. Si nosotras tuviéramos armas, nosotras mismas los matábamos, pero tristemente no tenemos”, dijo.
No solo en la región limítrofe entre Jalisco y Zacatecas la violencia desatada por el Cártel Jalisco en su lucha con el Cártel del Pacífico obliga a integrantes de una comunidad a pedirle ayuda a la cúpula del Cártel Jalisco: en el violento Tamaulipas, el propio secretario de Seguridad del gobierno de Américo Villarreal, Sergio Chávez García, le pidió (15 de enero) a los miembros del crimen organizado, ante el aumento de la narcoviolencia que estos han desencadenado en la entidad, que hicieran una tregua y respetaran las elecciones que van a realizarse este año, y en la que además de la Presidencia de la República se renovarán alcaldías, diputaciones y senadurías.
Al darse a conocer que en la mayor parte de los distritos electorales de Tamaulipas existen riesgos de que el avance de la delincuencia organizada impacte los comicios de junio próximo, y ante las denuncias de la oposición de que la delincuencia ha rebasado a las autoridades estatales, Chávez pidió “un poquito de conciencia tanto a la ciudadanía”, como a “la gente que se dedica a las actividades delictivas”, a fin de que “permitan un desarrollo estable”.
En la misma semana, la fundadora del colectivo Madres Buscadoras de Sonora, Cecilia Flores, quien desde hace 9 años emprendió la búsqueda de tres hijos que fueron víctimas de desaparición forzada, viajó al corazón de la capital del país para colocar una manta estrujante a los pies del Ángel del Independencia y rogarle a los señores del crimen organizado: “No nos amenacen y no nos maten”.
“Una manta sirve para mandar mensajes, yo las usaba para cobijar a mis hijos. A los cárteles les pido piedad, no maten ni amenacen a las madres buscadoras… No queremos justicia ni cárcel, solo arropar a quienes parimos y un lugar donde rezarles”.
Flores declaró que había viajado a la capital del país para visibilizar el dolor que cargan las madres cuyos hijos han desaparecido, y “pedirle piedad a los cárteles para que nos dejen seguir buscándolos y nos digan dónde los podemos encontrar”.
Flores volvió a dirigirse al crimen organizado este 17 de enero, luego de que el marido y el hijo de otra madre buscadora, Lorenza Cano, fueran asesinados en Salamanca, Guanajuato, por un grupo de hombres armados que acto seguido privó de la libertad a la activista.
Flores pidió compasión a los criminales: “Les pedimos que sean piadosos, ya se quedaron con lo más valioso que ella tenía, que era su familia, ahora, por favor, déjenla con vida”, dijo.
Tras años de fracasos, de violencia, de muertes, de sordera, de negación, de abusos infinitos, las víctimas de México parecen mandar el grave mensaje de que han aprendido que la ventanilla adecuada para gestionar sus problemas no es la de las autoridades, ni la de los funcionarios “competentes”, no es la del soberbio habitante del Palacio Nacional. Parecen mandar el grave mensaje de que ya no les queda otra que recurrir a sus violentadores: a sus propios asesinos, a sus propios verdugos.
Lo normalizamos todo. Pero esto es el síntoma de un país que naufraga, y se va haciendo astillas.