“Después de haber tenido
Siempre vuelves a tener
Después de haber querido, lo intentas otra vez
Después de lo vivido
Siempre hay un después
Y después de ti, ¿qué?
Después de ti, ¿qué?”
RUDY AMADO PÉREZ
“Llegas a mi vida como un sol
Como la suave transparencia del amor
Como el aroma de la brisa en la mañana
Borrando para siempre mi dolor
Volver a amar una vez más
Nacer de nuevo en ti, en tu mirar
Llenando con tu luz
Las sombras de mi soledad.”
FLAVIO ENRIQUE SANTANDER
Estimados: la esperanza y la inseguridad siempre van en sentidos opuestos.
La esperanza se nutre del Estado de derecho y de la fortaleza cívica; de un tejido social vivo que conoce de leyes, de obligaciones, de sanciones y de la efectiva gestión de las instituciones. ¿Hasta ahora hemos avanzado o retrocedido en ello? Ustedes digan.
La inseguridad que azota a nuestro país se cuenta en cientos de miles de víctimas (así sea que la autoridad se empecine en desaparecerlas de los registros), en hogares destrozados, en madres buscadoras, en la extendida incertidumbre de lo que puede pasar si uno sale de casa. Hemos perdido la tranquilidad de poder caminar por las calles en paz.
La descomposición lleva tiempo; no es honesto decir que es de ahora. No sorprende (pero sí alarma), entonces, que en el presente sexenio México haya descendido al lugar 116 en el ranking de Estado de derecho del World Justice Project. Estamos peor que en Rusia, que en Angola, que en Liberia. Reflejo de que lo que la autoridad ha hecho antes no funciona. Resultado también de la política de seguridad “de abrazos y no balazos”.
Unas y otra han coincidido en errar en algo: el centralizar cada día más, en lugar de FEDERALIZAR, las decisiones y el uso de la fuerza (recientemente al grado de designar un secretario de seguridad pública estatal, cuando la gobernadora había nombrado a otra persona). No es con la Guardia Nacional o enviando al Ejército a las ciudades “en conflicto” o concentrando presupuestos como se disminuye la violencia. No, así no.
¿Qué se requiere? Se debe fortalecer, fortalecer y luego seguir fortaleciendo las policías estatales y tener/mejorar la coordinación con las municipales. Evidentemente, estas policías municipales deberán capacitarse también. Monitoreos y evaluaciones externas y autónomas deben asegurarse.
Los casos de éxito en materia de combate a la inseguridad solo se han dado a nivel local; ustedes pueden constatarlo. Habría que tomar en cuenta estos (y replicarlos en lo posible). Municipios donde el índice de homicidios, robos, de desapariciones y secuestros son menores que en el resto de la República.
¿Qué ha hecho bien Mérida o las ciudades de Aguascalientes y Querétaro? Fortalecer la policía municipal; una inyección importante de dinero. Elementos probados, mejores sueldos, prestaciones y condiciones; el trabajo conjunto y continuo con la población. Evaluaciones.
Sí, las distintas estrategias para combatir la inseguridad —estas focalizadas— deben contemplar la meta de reducción de la incidencia delictiva (o, lo que es lo mismo, la reducción porcentual sobre el número total de homicidios). En otras palabras, hacer que cada demarcación territorial sea más segura que el resto del país.
Razón para que, quienes desean el viraje en la política de combate a la inseguridad se aseguren de que la Cuarta Transformación no obtenga la mayoría en el Congreso de la Unión. Y es que para poner en marcha estrategias focalizadas es menester hacer que los legisladores sean representantes de sus localidades y no de sus partidos (o peor aún, de una política centralizada que se origina en Palacio Nacional). Que aseguren presupuestos dignos, suficientes y decorosos para las demarcaciones que representan. También que haya rendición de cuentas y transparencia en cada proceso, partida y acreditación. Recomponer la esencia de lo que nos hace una república federativa. El balance de poderes es forzoso para no ser comparsa de una estrategia que nunca rendirá frutos.
Los ciudadanos debemos aprender a no buscarnos donde ya no estamos representados y buscarnos donde sí. Esto incluye dejar los esquemas centralizados (seguido en varios sexenios).
Pero hay más: se requiere una suerte de pacto de reconciliación nacional y de unidad. Ese, desafortunadamente, jamás lo llevaría a cabo Claudia Sheinbaum (ella está impedida por su jefe; ella no puede llamar a la unidad, ni dar marcha atrás a una estrategia en materia de Seguridad previamente dictada).
Un nuevo pacto que no incluya a los delincuentes; los abrazos serán para la gente de bien. A la gente de mal se le debe combatir.
Que contemple el reforzamiento en cada municipio de la cultura de la legalidad, lo que supone (re)enseñar a la población lo que significa ser ciudadanos y vivir —y convivir— en un marco de Estado de derecho. Hacer crecer el capital social (la responsabilidad cívica) y exigirlo en en todos y cada uno de los cauces sociales.
La estrategia de la 4t ha caducado (como lo hicieron las otras antes). Se requiere una nueva; una que no puede ofrecer quien pretende inaugurar ‘el segundo piso’ de una transformación que no contempla “retroceder” o dar marcha atrás. Y es que hoy es menester retroceder para tomar perspectiva, replantear y afinar las decisiones.
¿Podremos caminar por las calles en paz? Me refiero a recuperar todo el país de la fallida estrategia y las garras del crimen. Sí, es posible.
La esperanza y la inseguridad van en sentidos opuestos. Esta segunda debe ser desterrada; la primera debe empezar ahora. Depende de nosotros.