Desde septiembre, el presidente López Obrador ya le había pedido a sus hijos, específicamente a Andy, que tomaran distancia de Amílcar Olán Aparicio, el amigo de la infancia protagonista de “El Clan”, una serie de reportajes que presentamos en Latinus, derivados de 40 horas de grabaciones que evidencian el tráfico de influencias en el primer círculo de poder de este país.
En aquel entonces, López Obrador estaba molesto porque a sus oídos llegaron las quejas de que Amílcar hizo entregas a medias y dejó tirados contratos en obras fundamentales como la refinería de Dos Bocas y el Tren Maya. Lo revelé en este espacio con la columna titulada “El muchacho castigado por el Presidente” (https://shorturl.at/mEIO1).
Cuando salió el primer audio del trabajo de mi compañero Mario Gutiérrez Vega, presentado en el espacio de Carlos Loret de Mola antes de las vacaciones de diciembre, López Obrador lo tomó con cierta ligereza y pidió averiguar. Andy le preguntó a Amílcar de dónde había salido ese material y él respondió que era culpa de un chofer traidor que lo grabó en su coche, pero que no había de qué preocuparse, que era lo único, que eso de las 40 horas era una exageración.
A la par hubo una reunión entre los amigos de los hijos del Presidente que forman parte del gabinete. La encabezó el secretario del Trabajo, Marath Bolaños. En el grupo había molestia porque los demás veían cómo Amílcar destacaba por hacerse rico.
Otro amigo de los muchachos, Alejandro Calderón Alipi, alias “El Cuchillo” y titular del IMSS Bienestar, también pidió una revisión de empresas y contratos que podrían estar relacionados con Amílcar o su hermano e incluso detuvo a tiempo un par de licitaciones.
Llegó el año nuevo y Amílcar pasó las vacaciones en Isla Mujeres con otro personaje de nombre Jorge Ruiz Figueroa, alias “El Palapa” o “El encantador de serpientes”. Este último fue muy cercano a Marcelo Ebrard durante la jefatura de gobierno de la CDMX y luego terminó aplastado por el empresario Ricardo Salinas Pliego. La historia cuenta que “El Palapa” le quedó a deber una importante suma de dinero al dueño de TV Azteca por concepto de publicidad, pero éste lo denunció. Interpol giró ficha roja y finalmente cayó, mientras andaba de vacaciones en Montenegro con la familia.
Cuando empezó el año y llegó la segunda grabación de Amílcar, ardió Troya. López Obrador estalló en cólera. Captó que Amílcar los había engañado y que había más material comprometedor. Exigió una revisión profunda en distintas oficinas como Sedena, Segob y hasta el gobierno de Tabasco. Le reclamó a sus hijos, no por la corrupción, sino por la falta de tacto. Que una cosa era supervisar y hacer negocio, pero otra atascarse.
No es el único furioso. Hay varios empresarios que en reuniones han expresado su molestia. Según las fuentes, uno de ellos es José Miguel Bejos, dueño del equipo de béisbol de los Pericos de Puebla y contratista de esta administración. Él reclamó porque le pidieron sentarse con Amílcar y cuestionó inocentemente: ¿en qué momento nos metieron en su trama de corrupción si solo seguíamos instrucciones?
En el círculo íntimo destacan que el hijo que ahora anda muy tranquilo es José Ramón. Resultó ser el menos ambicioso y hábil de los tres mayores. A él solo le alcanzó para tener acceso gratis a Vidanta.