La Agencia Mexicana de Noticias muere en un charco de corrupción, trastupijes, tráfico de influencias y extorsión para llevar recursos ilegales a la campaña presidencial de la candidata oficialista.
Triste final de la que llegó a ser una útil y profesional agencia informativa, en la que seguramente se cometieron errores, pero nunca hubo corrupción.
El lodazal de corrupción en que Notimex da sus últimos estertores es obra del presente gobierno. Cierto, en el pasado la agencia tuvo buenos y malos funcionarios, pero jamás hubo ladrones.
Resulta válido discutir si a estas alturas se justifica que el Estado mexicano tenga una agencia de noticias, y la respuesta sensata tal vez sea que no. Tal vez.
Lo repulsivo es el trato miserable que se le dio a los periodistas de la agencia y a sus corresponsales en el extranjero.
Entré a Notimex en 1982, luego de que el presidente José López Portillo lanzó un boicot publicitario contra la revista en que trabajaba, Proceso, y don Julio Scherer García nos ubicó a los más jóvenes en otros lugares.
Tuve la suerte de llegar con don Miguel López Azuara, director de Notimex y exdirectivo de Excélsior con Scherer, quien me asignó como auxiliar de redacción en la mesa de Corresponsales de Provincia. Ascendí por todos los peldaños de la agencia, salí de ahí para ser reportero fundador de La Jornada, y regresé en 1988, invitado por el entonces director, Raymundo Riva Palacio, a quien sucedí en el cargo.
Pongo esos datos para subrayar que sé de qué hablo: no era una agencia de propaganda del gobierno ni repartidora de “becas” para premiar a periodistas consentidos del gobierno.
Cuando llegamos a Notimex, Riva Palacio subió al “hilo” (los cables de la agencia) la exclusiva de los relojes Rolex que el recién nombrado coordinador de los diputados del PRI, Guillermo Jiménez Morales, había regalado a cada uno de los legisladores de su bancada.
El líder priista protestó en Los Pinos, y que yo sepa Riva Palacio no fue reconvenido por ello. Fue un gran paso.
Después vino otro: el jefe de la mesa de Estados (Villarreal) entró a mi oficina con un cable en la mano y me informó que el corresponsal en Tampico reportaba que habían detenido a la Quina en su casa tras derribar la puerta de un bazucazo.
Corrí a la oficina del director y Raymundo me indicó “súbela”. “Ya la subimos”, contesté. Tampoco hubo reclamos.
Vino la gira del presidente Carlos Salinas a Washington, y un corresponsal de la agencia distribuyó en el National Press Building un boletín de prensa con las actividades del presidente ese día. Riva Palacio lo corrió en el acto. No éramos agencia de propaganda.
Mientras, Hermenegildo Castro recorría el país, ciudad por ciudad, en camión, en busca de corresponsales en localidades pequeñas para armar lo que serían las cinco agencias regionales de Notimex.
Esto es, hacer cinco redes de información regional para distribuir en los medios de esas ciudades las noticias de su entorno, sin pasar por el cedazo de la mesa central de la Ciudad de México.
Así, un productor de sandías en Tenosique (por poner un ejemplo) podía enterarse del precio en que amanecía su producto en el mercado de Villahermosa. O la radio de Tancanhuitz sabría de un corte en la carretera a Tampamolón Corona e informar.
Nada de eso importaba en Huajuapan de León, o La Paz o Santo Tomás de los Plátanos, y no les llegaba. Tenían otra red de información regional con las noticias de su entorno.
En las oficinas regionales se formaron jóvenes periodistas bajo la batuta de Hermenegildo y Diego Paulino, con la supervisión mía y de Riva Palacio, que luego tomaron otros rumbos para bien de la profesión.
Como director general repetí ese esquema en el exterior, con agencias regionales en Centroamérica, Sudamérica y Europa y corresponsales en países de esas zonas. La regional de América del Norte la había armado Riva Palacio.
Todo se hizo con un presupuesto anual muy inferior al que tuvo la agencia en el actual gobierno, a pesar de estar en huelga, no pagar a trabajadores, periodistas ni corresponsales.
En las agencias regionales en el extranjero se formaron grandes periodistas mexicanos, que no menciono porque son muchos y podría olvidar a alguno.
A la guerra del Golfo envié a cuatro de esos corresponsales a la zona de conflicto para que contaran, sin pasar por la censura estadounidense, lo que veían… con ojos mexicanos.
Fue emocionante recibir el mensaje del enviado Rafael Croda con la noticia de que Notimex era el primer medio latino en entrar a Irak.
La llamada desde Túnez del enviado Gerardo Arreola con la entrevista que había logrado, en un campamento en el desierto, con Yasser Arafat, la primera que concedió el líder palestino cuando Husein fue expulsado de Kuwait.
Y el estupor al hablar con el enviado a Jerusalén, Miguel Ángel Velázquez, al que llamé intrigado porque siempre ganábamos, con varios minutos de ventaja, el estallido de misiles iraquíes en la ciudad santa. “Cuando suena la sirena de bomba (que podía ser con gases tóxicos) todos bajan al refugio antinuclear, en el sótano del hotel”, me dijo.
-¿Y tú, por qué no? –pregunté.
-Director, vivo en la calzada Zaragoza, ¿tú crees que me va a hacer algo el gas de un pinche Scud? –contestó el vozarrón severo de Miguel Ángel desde el otro lado de la línea.
Escribí en ese entonces:
“Cuesta trabajo asimilar y dar crédito a las imágenes presentadas por las crónicas de los enviados de Notimex cuando describen los cuerpos diminutos de sietemesinos que se contorsionan de muerte en un hospital infantil de Bagdad, por el bloqueo de alimentos y medicinas impuesto por la fuerza multinacional. O el relato de la fiesta con champagne y caviar, música y luz eléctrica, organizada en el primer piso del hotel Al Rasheed, para celebrar el cumpleaños de un asistente de Peter Arnett, de la cadena CNN, en el centro de una ciudad en penumbras, sin víveres, ni agua, devastada.
“Había que contar el dolor solitario de los israelitas desarmados que en un cerrar de ojos lo perdieron todo porque en sus casas cayó un misil activado por un odio lejano y anónimo. Y la tragedia de ese jordano que mientras huía de Iraq fue bombardeado en medio del desierto, y arrojó a su mujer e hijos pequeños de cara a la arena para cubrirlos con sus brazos, con sus manos, con sus lágrimas. O la esperanza de ese viejo palestino que por las tardes subía al tejado de su casa, en Jerusalén, para saludar el paso de los Scud”.
Murió Notimex. Tal vez ya era hora. Tal vez. Pero no es justo que la hayan matado de esa manera.
Un recuerdo cariñoso, fraternal, a mis queridas y queridos compañeros de esa época. No importa que “nosotros los de entonces ya no seamos los mismos”. Va un abrazo.