Al cierre de su sexenio, cuando el poder se empieza a escurrir entre los dedos de las manos, AMLO tiene abiertos varios frentes de guerra, el más preocupante, el del Tío Sam, al que se podría atribuir indirectamente el golpe de posibles ligas con el narco en el actual régimen. Igual sería la defensa legal de Genaro García Luna, que tiene activos para desarrollar una estrategia de este tipo.
Aquí lo escribimos al finalizar el año pasado: El arte de la propaganda y su brazo armado, la desinformación, es vital en guerras y luchas políticas. Esto lo vemos en nuestro país entre el presidente López Obrador y sus rivales. Es una lucha a diario, sin descanso. Y eso debe agotar, sobre todo a una persona de edad avanzada como el presidente.
La desinformación juega un rol importante en la guerra política en México.
La propaganda y la desinformación a menudo apelan a las emociones en lugar de a los hechos. Esto puede polarizar aún más a las partes involucradas y al público en general.
El ambiente se siente enrarecido. La percepción es que el vecino del norte ya se decidió a involucrarse en la sucesión mexicana. Las presuntas vinculaciones de AMLO con el narcotráfico, ventiladas por la prensa gabacha, así lo dejan ver.
La invasión de migrantes, un flujo al que México estaría dando facilidades, ya tuvo su respuesta con la amenaza del cierre de fronteras. Allá la presión es para mister Biden. Aquí para AMLO y su proyecto transexenal, un intento en el que todos los presidentes mexicanos han fracasado.
Obviamente a nivel casero están las denuncias periodísticas sobre los negocios de la familia presidencial, algo que ha molestado al presidente al grado de sacarlo de sus casillas.
Lo de la invasión blanda de Estados Unidos, que normalmente funciona con filtraciones periodísticas, ya se veía venir. En días pasados el periodista Salvador García Soto escribió su columna con sugestivo título: Washington le pone el ojo a la elección mexicana.
Por si no lo recuerda, reproducimos algunos párrafos:
Aunque están inmersos en su propia elección presidencial, y hay cierta alarma en la Casa Blanca y en el establishment estadounidense por el imparable ascenso de Trump hacia la candidatura republicana, la administración de Joe Biden y las élites políticas de Washington también se dan tiempo para voltear a ver lo que está sucediendo en los comicios por la presidencia de México. De entrada hay preocupación por la amenaza que representa la intervención del crimen organizado en las elecciones mexicanas y, sobre todo, causa inquietud en los círculos políticos de la Unión Americana la inestabilidad que pudiera causar un escenario de falta de legalidad y conflictos poselectorales en su vecino del sur.
La visita de congresistas de Texas a México esta semana, a donde vinieron a recabar información sobre los temas migratorios y a observar el avance el proceso electoral mexicano, es un indicador del interés estratégico que despierta la sucesión mexicana al otro lado del Río Bravo. Los tres congresistas, dos republicanos, Michael McCaul y Randy Weber, y el demócrata Henry Cuellar, además de reunirse ayer con el presidente López Obrador en Palacio Nacional, estuvieron antes dialogando con la candidata presidencial de Morena, Claudia Sheinbaum.
Por su parte la candidata opositora, Xóchitl Gálvez, está invitada para asistir el próximo 5 de febrero a una reunión en Washington con el Comité de Seguridad del Congreso de los Estados Unidos, en donde muy seguramente la abanderada expondrá sus denuncias sobre acoso y ataque desde el poder a la oposición, además del duro diagnóstico sobre la inseguridad y la violencia del narcotráfico que afectan a la mayor parte del territorio nacional y que amenazan también el desarrollo libre de las elecciones democráticas.
No hay duda de que tanto en la Casa Blanca como en el Congreso de los Estados Unidos están realizando un seguimiento puntual sobre las condiciones en las que se lleva a cabo el proceso electoral mexicano y de que el tema preocupa tanto a los republicanos como a los demócratas, que ven en la estabilidad política, social y económica de México un tema de seguridad nacional para los Estados Unidos.
Y es sabido también, por sus declaraciones públicas, que los temas del narcotráfico, el combate al fentanilo y la migración ilegal, son los tres problemas mexicanos que más ocupa tanto a la administración Biden como a las bancadas del Senado y la Cámara de Representantes en el vecino país, en donde las posiciones van desde la visión de mayor cooperación bilateral para enfrentar esos problemas, hasta las críticas demoledoras de los republicanos ante el fracaso y la inacción del gobierno de López Obrador para controlar a los cárteles de la droga o las posiciones extremas que piden intervención militar del ejército estadounidense para combatir a los narcos mexicanos como organizaciones terroristas.
Por eso, conforme avance el calendario electoral en México y se acerque la fecha de las votaciones presidenciales y de Congreso, es muy probable que aumente el interés, pero también la presión de los sectores políticos de Washington sobre lo que sucede en su llamado “Patio Trasero”. Y para cuando en México se estén cerrando las campañas y preparando las votaciones del 2 de junio, los candidatos a la presidencia de Estados Unidos y al Congreso estarán ya claramente definidos y en sus discursos el tema de México será sin duda uno de los principales focos de la retórica de las campañas.
Tan sólo ahora, cuando aquí estamos en esa especie de limbo electoral llamado “intercampañas”, fuentes de agencias estadounidenses están manejando información sobre un “golpe inminente” que preparan desde el FBI y el Departamento de Justicia, que impactará directamente al proceso electoral mexicano. De acuerdo con esas fuentes ubicadas en Washington, la investigación abierta desde hace varios años en los Estados Unidos sobre las actividades criminales del empresario tamaulipeco Sergio Carmona, relacionadas con la importación ilegal a México de gasolina estadounidense y sus relaciones con el narcotráfico, estarían muy avanzadas y con base en declaraciones de un testigo protegido, se estarían preparando acusaciones concretas en contra de políticos mexicanos pertenecientes al partido Morena.
Hasta aquí la parte medular de la columna.
Bueno, no se fueron contra cualquiera morenista. Dispararon directamente a la cabeza.
Y obviamente la historia continuará.
Esto en lo mediático.
Para ponerle sabor al caldo los primos tienen un arsenal de miedo: Cierre de fronteras, gravar los flujos de remesas y hasta declarar como terroristas a los grupos de la delincuencia organizada, conocidos simplemente como el narco.
Sobre aviso no hay engaño. Los ataques y descalificaciones contra el Tío Sam, que han arreciado en estos días, deberían bajar de tono. No hay que rascarle los destos al tigre. Bueno, a veces el sentido común no funciona en política. Pero a veces la supervivencia se impone.