El humanismo, cuyos votos para todo el 2024 había renovado un día antes, el presidente lo dejó colgado en el perchero que había en el estrado de donde pronunció ayer un discurso en su natal Tabasco. En la mañanera amenazó —así sin más y una vez más— a Ciro Gómez Leyva.
Adivinanza: -¿Cuál es la peor censura? -La que viene disfrazada de libertad de expresión.
Y ahora el mandatario vuelve a ejercerla contra el periodista. Poco importa que antes ya le haya impuesto en su programa de radio a los impresentables de Ibarra y Zaldívar. Al parecer tampoco es relevante que el año pasado atentaran contra la vida del conductor (y que, a más de un año, el crimen siga sin ser resuelto). Andrés Manuel, como muchos de sus más ‘connotados’ simpatizantes, se guían por una premisa: o renuncias a su favor al control sobre todas las cosas de la vida o te aniquilan.
Pero si en la 4t dicen que la campaña de ‘Shein-boom’ va viento en popa, ¿por qué es necesaria la censura? ¿Será que la heredera designada requiere del programa completito? Vale el aviso por si acaso es su idea: los ratings de Ciro se irían con Ciro.
Como si hiciera falta —a menos que lo que realmente busque es golpear a la precandidata (posible, pues es así de perverso)— López Obrador se descara. Dicho por el mismo: solicitó a los dueños de Radio Fórmula y de Imagen TV censurar al conductor y estos le contestaron que el periodista es independiente.
Con completo desparpajo, como si fuese el mejor músico de la historia, las actitudes dictatoriales del mandatario van in crescendo. Él lo cree, está convencido: el compromiso con la democracia frente a un pueblo profundamente autoritario y a la vez ignorante (como el propio presidente ha dicho de quienes votan por él: “mascotas”, “los menos educados”) es un lujo, algo innecesario, un desperdicio.
Y ya que AMLO está en plan de tomar atajos y desmontar apariencias, sugiero se lo diga de una buena vez a todos sus fanáticos seguidores pues desde ayer en las redes sociales se tiene a media 4t justificando lo que él quiso decir (y a la otra mitad callando).
Curiosa esa libertad de expresión. Una que silencia las voces críticas y exige espacio para que los corifeos morenistas hablen bien de él. La “libertad” de defender su derecho a expresarse, a replicar; la de él y de nadie más. Rebauticémosla y llamémosle “la libertad Lamarque”; el único justificado para quejarse, señalar y —siempre, siempre— lamentarse es López Obrador.
Si se trata del dolor de padres de niños enfermos de cáncer solicitando su apoyo, el pobrecito, el “atacado” es el presidente. Si los reclamos provienen de madres buscadoras o de padres rotos por la desesperanza, el enojo y la tristeza (los Lebarón o Javier Sicilia y una muy larga lista), el agraviado es Andrés Manuel. El factor victimización nunca falta, y nótese que ni a Claudia se lo presta.
A ver, a ver: no nací ayer y he vivido mucho —y he estudiado más— para saber que el ejercicio del poder del Estado en contra de los medios de comunicación ni es nueva ni monopolio del farsante que funge hoy como titular del Ejecutivo. El “no pago para que me peguen” de López Portillo o la ilegal expulsión de Julio Scherer de Excélsior (el rotativo fundado el año que yo nací) a petición de Echeverría, solo un par de ejemplos. Pero eso era antes. Ahora se supone nos gobierna el defensor de las causas del desvalido, aunque ya ven…
De acuerdo a las estadísticas de la organización Artículo 19, cada 13 horas se da un ataque contra la prensa en nuestro país (lo que evidentemente incluye el solicitar, recomendar o exigir despedir a colaboradores en distintos medios; ya no se diga actos de violencia física o asesinatos). El 98% de los crímenes en contra de los periodistas se mantienen impunes.
Existen diversos ejercicios que muestran el costo económico y el incalculable valor político de ‘La mañanera’. De ese monólogo que nada tiene de circular y que a veces es interrumpido por valientes periodistas, pero la mayoría de las ocasiones salpicado de focas aplaudidoras disfrazadas de reporteros. El valor que tiene el proselitismo diario (¡inclusive en periodo electoral!) de una plataforma que llega a todos los rincones del país. La mañanera a la que Sheinbaum (de ganar) intentaría darle el mismo uso: el abuso maniqueo del micrófono.
Y luego, increíblemente, tras sus amagos, amenazas y censuras, se sorprenden de que se hable de elecciones de Estado y se enfoque la mirada a Palacio cuando se pregunta: ¿quién mandó matar a Ciro?
Y ojalá todo fuera un acto para fortalecer el arrastre del conductor; una promoción indirecta para sus espacios noticiosos. Pero conociendo a Ciro, pero sobre todo al presidente, uno sabe que no es así. Que ni uno ni otro se prestarían a tan burda acción. No. La apuesta es otra y es clara: derribar la libertad de expresión, periodista por periodista.
¿Qué pasará entonces? Algunos apuestan que Ciro seguirá contra toda amenaza; otros que lo hará solo estos próximos meses, “renunciando” pasadas las elecciones. Será lo que tenga que ser pues ¿qué se le puede pedir cuando su vida ha sido amenazada?
El ataque a Ciro y a la libertad de expresión es tan actual como inadmisible.