Desde aquella famosa frase acuñada en 2006, al Diablo con sus instituciones, el presidente López Obrador ha convivido con el Señor de los Infiernos, algunas veces de su lado y otras en contra, pero el Maligno es una figura recurrente en la vida política de AMLO desde que se endiabló al perder la elección presidencial con Felipe Calderón.
De AMLO se ha dicho de todo, hasta que pactó con el Diablo.
Fue Jack Riley, ex jefe de la DEA, quien después de la captura y posterior liberación de Ovidio Guzmán, en el célebre culiacanazo de 2019, soltó la demoniaca frase: AMLO acaba de hacer un pacto con el diablo.
Pero el lucifer ya con vestimenta morada entró a una etapa de poder endiablado al asumir una presidencia largamente anhelada. Y, claro, a algunas instituciones las quiere mandar al diablo, pero mediáticamente, asuntos de campaña, juego de espejos. Si fuera una jugada real lo hubiese hecho al iniciar su sexenio, cuando tenía mayoría calificada en el Congreso.
AMLO es pitcher, cátcher, bateador y ampáyer en el juego de su propia sucesión. Su bateadora emergente nada tiene, ni identidad propia, menos fuerza política. Por eso el diablo mayor arma toda la estrategia en las sombras de su averno plagado de diablos, sus diablos.
Allí hace sus diabluras con el ingrediente principal: Caos, confusión, miedo. Porque el miedo es una herramienta hecha por el diablo. Y sí, el diablo es el creador de la confusión.
Por eso hay que ver en su real dimensión las proféticas palabras de Riley, después de la violencia desatada para la liberación de Ovidio: Todo ello desnudó una nueva alianza criminal entre Mayo Zambada , uno de los fundadores del Cartel de Sinaloa y los hijos del «Chapo», responsables de la parte operativa de la organización.
«Sin la orden del Mayo no se hubiera desplegado tanto pistolero para intimidar y doblegar a las fuerzas mexicanas. Lo más grave fue que dejaron ganar a los delincuentes», reflexionó.
Y enfatizó: «AMLO acaba de hacer un pacto con el diablo».