Un espléndido Al Pacino al final de esa gran película que fue El abogado del diablo, cuando asiste al derrumbe del personaje que escenifica Keanu Reeves, le dice que “la vanidad, es sin duda mi pecado favorito, el más básico, el narcisismo es la droga más natural”. La vanidad ha destruido en apenas unos días a Samuel García, que al momento de escribir estas líneas ha perdido la candidatura presidencial de MC y quién sabe si podrá mantenerse en la gubernatura.
La dirigencia de Dante Delgado en Movimiento Ciudadano, el entorno familiar y político de Samuel, adulado por el presidente López Obrador en el papel del diablo, que protagonizó Al Pacino en aquella película, alimentaron la vanidad del gobernador, quien no sólo decidió lanzarse a buscar la candidatura presidencial rompiendo los compromisos que había hecho al llegar a la gubernatura, sino también tratando de imponerse a las leyes y normas establecidas.
Samuel tenía todo el derecho del mundo (nadie puede impedir que un político cometa errores) de irse como candidato, lo que no podía era imponer un sucesor: si un gobernador pide licencia, le toca al Congreso definir quién se queda en su lugar. Ya lo había adelantado la Suprema Corte y, sin embargo, el gobernador-candidato seguía insistiendo en que como él había sido elegido gobernador, él mismo tenía que decidir quién sería el mandatario interino. Resulta que Samuel fue elegido gobernador, pero los electores no le dieron mayoría en el Congreso. En realidad, en los comicios que ganó García, su partido, Movimiento Ciudadano, no ganó un solo distrito en el estado. El Congreso tiene una amplia mayoría de los otros partidos, sobre todo del PRI y del PAN. Ya había ocurrido en el gobierno anterior de Jaime Rodríguez, El Bronco, que también dejó la gubernatura para irse de campaña. Y fue el Congreso el que designó al gobernador interino.
Envuelto en su capa de vanidad, Samuel quiso imponer todo, llegando incluso al ridículo de tratar de regresar al gobierno durante dos días para tratar de establecer sucesor y de enviar provocadores al Congreso local para tratar de evitar la designación de un interino. Es mentira que esa irrupción, que recordó la de los trumpistas en el Capitolio, fue una provocación orquestada por el PRI y el PAN. Ahí están las fotos, las imágenes de los provocadores, y son integrantes de MC.
Pero ni siquiera cuando, desde la Suprema Corte, el ministro Javier Laynez volvió a establecer (porque desde varios días atrás ya había una decisión de la SCJN de que era el Congreso local el que debía decidir quién sería el gobernador interino) Samuel García desistió de su intento. Al final regresó, ya tarde, a tratar de retomar el gobierno local, quedó inhabilitado para ser candidato y se trató de justificar con una suma de acusaciones que no puede demostrar.
No sé si Samuel García podrá quedarse como gobernador, él mismo se metió en una batalla política y legal en la que no tiene las leyes de su lado, pero, si lo logra, todo le será muy difícil, porque ha dilapidado en unos pocos días su capital político. La candidatura ya se le fue, y los años que le quedan de gobernador serán muy pesados, porque ha roto con el Congreso, con el Poder Judicial y con muchos factores de poder locales que se han sentido francamente defraudados por el gobernador.
Lo que sucede es que detrás de la fachada de jovencito machista regiomontano, a veces chistoso, a veces ridículo, que gobierna desde las redes, no hay nada. No tuvo capacidad política durante dos años de establecer acuerdos con el Congreso, con los partidos, de encontrar mecanismos de gobernabilidad que hoy ha perdido casi por completo. Su vanidad fue alimentada por el presidente López Obrador, que se convirtió en impulsor y defensor de su candidatura, y la dirigencia de MC lo compró. Escuchaba la semana pasada a un Dante Delgado fuera de sí, en radio, con Azucena Uresti y uno se pregunta cómo un viejo político como Dante puede perder los estribos de esa manera. Pues bien: ese estado de ánimo es el que destiló el corto recorrido de Samuel tratando de quedarse con la candidatura sin perder la gubernatura.
Movimiento Ciudadano seguirá con su línea, que no todos sus dirigentes comparten, de tratar de convertirse en una tercera fuerza electoral, pero sus opciones se han reducido porque, luego de la minicampaña de Samuel, ha quedado en claro que la intención era la de torpedear desde allí a la oposición, de hacer el trabajo sucio para la campaña de Morena.
Quién sabe si alguien, luego de este traspié, puede seguir esa línea. Una de las buenas noticias que hubo en todo esto fue la actitud que tomó el alcalde de Monterrey, Luis Donaldo Colosio Riojas, que no acompañó a Samuel en esta aventura, que propuso salidas legales a la crisis y que mostró en todo momento diálogo y mesura. El hijo del candidato asesinado en 1994 no escuchó los cantos de sirena que lo mostraban competitivo en las encuestas, decidió no buscar la candidatura y optó por la sensatez: buscar la reelección en Monterrey, quizás dar el salto después al gobierno estatal y estar listo y con bagaje, si las circunstancias lo permiten, para 2030. Bien aconsejado, ha buscado consolidar, no dinamitar. Y sobre todo no dejarse, como Samuel, guiar por la vanidad.