Las imágenes del enfrentamiento en Texcaltitlán, con saldo de 14 muertos, nos muestran el dilema trágico de la población que fue abandonada por el Estado. Matar o morir.
Al abandono le sigue la ley de la selva. Los campesinos ya no podían seguir pagando por metro cuadrado de siembra, pidieron un descuento al cártel y los delincuentes respondieron que pagaban la totalidad o los matarían. Era morir o matar.
Ocurre en casi todo el territorio nacional. En las ciudades, en el campo, en las carreteras, en los parques industriales, en el equipo de campaña de la candidata presidencial de Morena y en los programas sociales del gobierno federal.
A la corrupción que existía, y sigue existiendo, el gobierno le agregó el segundo piso de la extorsión. Está generalizada y golpea a todas las capas sociales. Se extendió como la humedad gracias al repliegue y la complacencia del Estado.
¿Cuánto tiempo habrá de pasar para que todo México sea Texcaltitlán? La sucesión de enfrentamientos entre civiles afectados y los cárteles y pandillas de la extorsión es inevitable porque todo tiene un límite. ¿Cuánto tiempo?
No es posible saberlo, pero lo indiscutible es que mientras más tiempo pase el Estado sin enfrentar el problema, más difícil será resolverlo. La obligación del gobierno es extirpar la extorsión, y a los ciudadanos corresponde decidir con su voto si seguimos iguales, por este mismo camino, otros seis años.
El dilema planteado por el jefe del Estado y su proyecto transexenal es que los votantes optemos por defendernos a muerte con machetes, pistolas o lo que sea, o encargarle al gobierno que haga su tarea de garantizar paz para trabajar, producir y disfrutar el maravilloso país que tenemos. No es mucho pedir. Es lo esencial. La razón de existir de un Estado.
Quizá el Presidente no desea el enfrentamiento a muerte entre ciudadanos de bien y bandas de criminales, pero a eso convocan su incompetencia y las anteojeras ideológicas para abandonar la seguridad de la población a la buena de Dios. Un peso por metro cuadrado de habas y de chícharos sembrados, o te secuestro a la familia, o te torturo, o te meto un par de balas en la cabeza. Matar o morir.
¿Seguimos por ese camino? La respuesta debe darse con la credencial de elector, antes que llegue el momento en que medio país deba tomar el machete, la hoz o la escopeta.
El Presidente sólo tiene discursos para rehuir su responsabilidad. Dice incoherencias. Culpa a gobiernos del pasado, sin percatarse que dentro de nueve meses su sexenio también será pasado. Cuando faltan 37 semanas para irse, convoca a “combatir la extorsión, pero entre todos”.
¿Cómo que entre todos? Es tarea del gobierno. No le puede endosar a la población civil un combate que a él corresponde encabezar porque es el jefe del Estado y cuenta con el monopolio del uso de la fuerza. Carece de respuestas coherentes y acusa a los gobiernos anteriores de abandonar a los jóvenes.
Claro que sí se preocuparon. Tal vez no lo suficiente, pero mucho más que él. Para formar juventud con posibilidades de abrirse paso en la vida hay que darle buena alimentación y educación. En eso estaban las Escuelas de Tiempo Completo que AMLO cerró, y la reforma educativa que ordenó destruir. ¿Ya vieron los resultados de la prueba PISA? 0.2 en matemáticas.
¿Cuántas generaciones de jóvenes deben perderse antes de retomar el camino del esfuerzo, del mérito y la aspiración a la excelencia para una vida mejor? El Presidente se burla abiertamente de esos valores. ¿Seguimos por ese camino? ¿O recuperamos tiempo perdido? Eso también es decisión ciudadana. Tenemos la oportunidad de elegir.
El gobierno abandonó su responsabilidad con la educación, la seguridad y la salud. Los vacíos se llenan. Escuelas privadas patito, bandas de extorsionadores y farmacias llenan esos vacíos.
Los empresarios, algunos, entendieron el juego de la extorsión, tal vez porque crean que no les queda de otra. Y ahí van a la casona de Santa Fe a presentar sus respetos a la candidata presidencial de Morena, entregan uno o dos millones de dólares al operador Giovanni Medina (revelación hecha por el periodista Mario Maldonado) y así creen que garantizan contratos en el siguiente sexenio.
No lo hacen por un compromiso ideológico, sino que –tal vez– aseguran flujo para sus empresas. Pero al ceder a la extorsión nos ponen en la ruta del colapso y la confrontación entre mexicanos porque el Estado seguirá omiso a su obligación esencial.
Dar continuidad a la desidia y a la ineptitud nos lleva directo al enfrentamiento civil.