Muy grave lo que ha ocurrido. Un motín al interior de la máxima instancia para resolver cualquier controversia electoral. Sumamente delicado lo que ha provocado y alentado la 4t a estas alturas del proceso comicial en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. La máxima autoridad electoral está dividida.
Independientemente de las razones y validez que estén detrás, el enojo de los miembros del Tribunal se da en el peor momento, cuando se habría requerido una autoridad cohesionada para poder trabajar ante un proceso comicial que ya inició y frente a las impugnaciones electorales que se anuncian habrán en las elecciones federales venideras.
Cierto, hace un par de años se dio la destitución del magistrado José Luis Vargas, caso sonado y realmente escandaloso. Sin embargo, no hay ningún paralelismo o razón parecida para destituir ahora a Reyes Rodríguez Mondragón. No hay nada que justifique su remoción ni el motín referido.
El que tres magistrados electorales pidan la renuncia del presidente sin una razón clara y fundamental —la pérdida de confianza que aducen unos en la conducción que hace Rodríguez del Tribunal no lo es— habla de división, pero también de cortedad en la responsabilidad de velar por la democracia del país. A seis meses de la elección, no son válidos estos desplantes. Su actuar asemeja más un grupúsculo con intereses propios políticos y no unos magistrados con tan alta encomienda.
Si tres magistrados montaron un burdo espectáculo al momento en que su compañero presidente daba su informe de labores, imaginemos lo que harán cuando tengan que calificar una elección como la de la Ciudad de México…
Cierto, cabe la posibilidad de que sea el propio magistrado presidente quien termine por tirar la toalla. Pero más allá si lo quitan o si se va, es escandalosa la situación tan inestable en la que colocan al Tribunal ante la tormenta electoral que se aproxima. El momento era amarrarse al mástil para actuar al unísono.
Lo que es más —digámoslo ya con todas sus letras—: anuncia que las elecciones del 2024 no serán libres ni democráticas. La autoridad autónoma que debería velar por las mismas ha dejado de serlo. Lo que hemos atestiguando en el TEPJF deja ver el comportamiento ruin y egoísta que viene para calificar la elección.
Todo apunta a que López Obrador se ha salido con la suya. La autoridad encargada de resolver objeciones no será justa. Todo está encaminado por el primer mandatario. Está amarrando los últimos cabos sueltos para asegurar la permanencia de Morena en todo el territorio nacional. Todo sin excepción.
La última alarma se ha disparado demasiado tarde. Pase lo que pase ya no se tendrá un trabajo en equipo por parte de un Tribunal autónomo.
Y los mexicanos debemos estar conscientes de que NO habrá una autoridad calificadora de las elecciones. Que las señales de protesta o descontento dependerán exclusivamente de la ciudadanía, pero que estas de antemano no serán suficientes.
El TEPJF está por firmar su entrega a la Cuarta Transformación. La última defensa ante unas elecciones de Estado se ha perdido.
Las últimas elecciones federales libres fueron las del 2021. En las próximas el Tribunal Electoral trabajará para AMLO. Adiós a la democracia.