Quienes conviven de cerca con el gobernador de Morelos cuentan que en repetidas ocasiones él mismo ha dicho que no lo entiende. Que no sabe por qué el presidente López Obrador lo aprecia tanto. Acepta que hay un grado de conveniencia política y pragmatismo del habitante de Palacio Nacional: si al tipo lo quieren y es popular por haber sido buen futbolista, eso ayuda en lo electoral.
Pero el mismo Cuauhtémoc Blanco sabe que hay algo más que le ha permitido flotar estos años en aguas tranquilas, a pesar del desastre que han sido sus gestiones, primero como alcalde de Cuernavaca y luego como gobernador. El exfutbolista solo atina a que todo el aprecio y paciencia obedece un gesto que tuvo con el hijo más chico del Presidente. Cuando Jesús Ernesto era todavía un niño, “El Cuauh” convivió con él, echaron una cascarita y le regaló una playera del América, club del que es aficionado, a diferencia de su papá y hermanos que le van a Pumas.
Según lo dicho por Blanco a sus cercanos, el Presidente le agarró un aprecio enorme por el gesto, pero más su esposa, la señora Beatriz Gutiérrez. Ella consideró que ese día cambio la vida de su hijo para bien.
Y es que esa es la única manera de entender el silencio oficialista ante el desastre que es Morelos. Apenas esta semana, maestros y empresarios salieron a protestar a las calles por la crisis de inseguridad que vive el estado: extorsiones, robos, asaltos, asesinatos, balaceras e impunidad. Todo, a la par de un conflicto claramente político con el desafuero del fiscal estatal, Uriel Carmona, que pinta para terminar en caos.
Este mismo jueves, publicamos en el noticiero a mi cargo en Latinus una llamada que evidencia los métodos de amenaza e intimidación aplicados por Julio Scherer, exconsejero jurídico del Presidente. En un contexto en el que Carmona había comenzado carpetas de investigación contra Blanco por las fotografías en las que aparecía con presuntos líderes del narco en el estado, sonó su teléfono. En resumidas palabras, Scherer, todavía en el puesto, le dijo que ya se le había terminado la paciencia, que intentó tener un gesto con él para dialogar, pero que ahora se preparara para el desafuero, mismo que finalmente y años después se consumó esta semana.
Lo dije en el noticiero y lo reitero en este espacio: Esa llamada pone en evidencia cómo se gestan las presiones y manipulaciones que terminan empañando la justicia en este país. El cochinero impide que si el fiscal cometió delitos, los pague. El cochinero impide saber si Ariadna murió golpeada como dice la fiscalía de la CDMX o broncoaspiró, como dice la de Morelos. El cochinero impide que el hermano del gobernador y líder estatal de Morena, acusado de violencia por su expareja sea llamado a cuentas. El cochinero impide que atrapen a quienes mataron a la maestra que se negó a entregar su camioneta. Y esa es la historia de todos los días en Morelos, la historia de todos los días en este país.
Stent:
Opacada de Ricardo Monreal a su compañero Eduardo Ramírez. Con un par de declaraciones esta semana parece que el de Zacatecas regresó a ser, de facto, el coordinador de la bancada.