El Río Cocóspera es un oasis esencial que le da vida a un listón de bosque musgoso en el corazón del Desierto de Sonora. Más adelante, el cruza por montes rojizos adornados por saguaros para alimentar el embalse de la presa de Comaquito. Desde ahí, fluye hacia el pueblo de Ímuris, y luego hacia el suroeste a través de una serie de canales, cargando un suministro vital de agua para miles de personas que viven río abajo.
Carlos Kempton Torres es un agricultor cuya familia ha dependido del agua del Cocóspera por muchas generaciones. A inicios de año, se enteró del plan del gobierno de Sonora para construir una nueva vía ferroviaria para trenes de carga que aumentaría la capacidad de la ruta existente entre Ímuris y Nogales, ciudad en la frontera con los Estados Unidos, justo a 69 kilómetros al norte.
El proyecto que correría por las afueras de Ímuris también atravesaría el terreno familiar de 20 hectáreas de Kempton Torres y por el área protegida del Valle del Río Cocóspera. Si se construyen, las vías aislarán la casa de Kempton Torres y su pozo de agua del resto de su terreno. La limpieza y construcción de la línea ya están en marcha río arriba de Ímuris, pero todavía no llegan al municipio.
Pero Kempton Torres dice que está más preocupado por la posible amenaza al río.
“Este pedazo, todo hasta aquí donde hagas pozos, hay agua agua bebible” dice Kempton Torres, señalando a un campo verde. “Si no tenemos agua, pues ya no vamos a poder vivir”
Representantes del gobierno le prometieron a Kempton Torres que el daño causado por la construcción de las vías será remediado, pero él tiene sus dudas. Cuando se construyeron dos líneas de gas natural en su propiedad, le dijeron lo mismo. “Tumbaron árboles y lo que se les atravesó enfrente,” dice. Hasta el día de hoy, el derecho de paso sobre las líneas de gas sigue baldío.
Los residentes de Ímuris —cuya población es de poco más de 12,000 personas— se enteraron por primera vez del proyecto a principios de febrero, cuando una estación de radio de Nogales habló del tema al aire. La comunidad local contactó a la estación para pedir más información, y se les envió un archivo con un mapa que abrieron con Google Earth. El mapa marcaba una línea amarilla partiendo de la ruta existente que conecta el puerto Pacífico de Guaymas a Nogales, marcada en rojo.
La nueva vía atravesaría por Ímuris, corriendo paralela al sistema de canales del pueblo, siguiendo el Río Cocóspera hacia la Presa de Comaquito, cruzando el Rancho de Conservación El Aribabi antes de girar hacia el norte para conectar con las vías existentes. Los residentes empezaron a circular el archivo y algunos empezaron a entrar en pánico: según el mapa, las vías pasarían sobre casi 200 casas.
Una semana después, el gobierno de Sonora convocó una reunión sobre el nuevo ferrocarril en la oficina que el ejido tiene en el municipio.
“Cuando nosotros (el Ejército) desarrollamos o supervisamos un proyecto, buscamos las mejores opciones para que pueda completarse”, dijo a los asistentes Ignacio Casanova, mayor del Ejército mexicano. Agregó que las vías tenían que terminarse rápidamente, antes de que el presidente Andrés Manuel López Obrador deje el cargo el próximo año.
“Llevamos tiempo trabajando en este proyecto. Empezamos cerca de Nogales, pero no estábamos seguros de poder terminarlo en el tiempo que tenemos, lo que nos llevó a buscar líneas en la misma ruta que garanticen los mejores resultados en términos económicos y de tiempo”, dijo Casanova. “Nos dicen ‘haz esto’ y hay que hacerlo”.
Los habitantes de Ímuris reunidos en la sala estallaron en descontento, exigiendo conocer la propuesta del proyecto.
Tras la junta, el gobernador de Sonora, Alfonso Durazo Montaño —quien es miembro de Morena, el partido gobernante— dijo que el mapa que mostraba el trazo era falso. Pero María Betania Martínez Ríos, consejera municipal de Ímuris, dijo que recibió ese mismo archivo el año pasado de parte del gobierno estatal.
“Llegó aquí a mi oficina un proyecto de un trazo sobre las vías del tren que nos mandaron por parte del Gobierno del Estado”, dijo en una entrevista. El formato inusual del archivo significaba que no podía abrirlo con su computadora. “Yo intenté abrirlo, intenté ejecutar el programa en el celular y al momento de abrirlo ya vi que atravesaba prácticamente por las inmediaciones de Ímuris”. Después fue invitada a una videollamada organizada por el gobierno de Sonora sobre el proyecto, pero dijo que logró entender muy poco de la junta altamente técnica.
Martínez Ríos dice que después le enseñaron imágenes impresas de un trazo modificado que todavía atravesaba por Ímuris. Desde entonces, no había recibido más información acerca del proyecto, dice ella, o de algún permiso municipal, que maneja su oficina.
Aún es difícil encontrar información sobre este proyecto. Una copia de un contrato de 91.8 millones de pesos entre el ejército mexicano y Key Capital, firma de consultoría logística situada en la Ciudad de México, fue obtenido hace pocos meses por el grupo ecologista Defensa Ambiental Noroeste. En el documento, la compañía se compromete a preparar un estudio detallado de la vía ferroviaria para enero de 2023. Cuando hice una solicitud de información, el ejército mexicano la rechazó, diciendo que el proyecto está “en proceso de consolidación”.
“Pues tienen que consultar, todo eso sí aplica, pero [sobre] el proyecto ejecutivo, no te lo sabría decir”, dijo Alejandra Castro Valencia, subsecretaria de Desarrollo Urbano de la Secretaría de Infraestructura y Desarrollo Urbano (SIDUR) del gobierno de Sonora.
Entre los informes de gastos de viaje registrados en línea por miembros de la SIDUR en los últimos 12 meses, se encuentran imágenes en blanco y negro de funcionarios públicos en camionetas con soldados, y evidencian que, en mayo de este año, la construcción de las vías ya había empezado. Visité la zona de construcción en septiembre, y vieron maquinaria pesada haciendo la limpieza del derecho de paso y haciendo terraplenes y rellenos en 20 kilómetros de carretera rural al noreste de Ímuris.
Hasta la fecha, no se encuentra información pública sobre si el proyecto ha tenido una evaluación de impacto ambiental. Una representante de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT) dijo que no tenía suficiente información acerca del proyecto para responder mis preguntas al respecto.
Luchar por la vida es luchar por el agua
Tres residentes de Ímuris me llevaron por esa carretera polvorienta al pequeño pueblo ranchero de Miguel Hidalgo, a casi 45 km al sureste de Nogales. Al acercarse al centro, dos vehículos militares llenos de soldados se acercaron a toda velocidad hacia nosotros hasta pasarnos, siguiendo en la dirección opuesta. Las pocas calles del pueblito que los residentes llaman San Lázaro ahora son el hogar de remolques móviles que fungen como campamentos de trabajo. Según Castro de SIDUR, el ejército construyó una nueva base de operaciones en esta área para supervisar el proyecto.
Los residentes de Ímuris creen que la construcción ferroviaria empezó en Miguel Hidalgo porque consiste de ranchos escasamente poblados que serían menos propensos a oponerse al proyecto. Todavía no han puesto el acero de las vías; el trabajo más avanzado consiste en varios kilómetros de camas de tierra elevadas que se extienden al sur hacia Ímuris. Más adelante, maquinaria especializada perfora cimientos para lo que probablemente serían puentes que cruzarían los ríos y arroyos que sólo fluyen algunos meses del año. La limpieza del derecho de vía recorre alrededor de 20 kilómetros en total.
Árboles caídos cubren la carretera paralela al derecho de paso planeado, atravesando los ranchos rurales de Miguel Hidalgo. La tala de árboles y la limpieza del monte llega casi hasta un lugar que se llama San Antonio, donde solía haber un control de aduanas a cargo de la Agencia Nacional de Aduanas de México (ANAM). Desde ahí, se planea que las vías se extiendan al suroeste hacia Ímuris y el Rancho El Aribabi, una reserva ecológica de 4,000 hectáreas junto al río Cocóspera.
Junto con sus hijos, Carlos Robles Elías ha dejado la ganadería para dedicarse a certificar su rancho como un área natural privada protegida para preservar ecosistemas frágiles, desde los matorrales desérticos y praderas de mezquites hasta las sabanas de robles y pinos de la sierra.
Los pantanos en el rancho demuestran que el agua fluye del Río Cocóspera todo el año, brindando un hábitat para especies protegidas como el ocelote, el jaguar, la víbora de cascabel, la lagartija lagarto, la tortuga, peces endémicos, y también halcones, patos, águilas y más.
Por varios años Robles Elías ha trabajado para impedir y mitigar los intentos del gobierno federal y estatal de pavimentar y construir gasoductos en su terreno. Cuando se planeó una carretera sobre los sensibles hábitats de su rancho, logró convencer a autoridades estatales y federales de que la suspendieran. Pero Robles Elías dice que este proyecto ferroviario es la amenaza más grande que ha enfrentado esta zona.
Dice que teme que los ferrocarriles contaminen todos los ecosistemas locales. “Tarde que temprano se va a caer un camión de esos, un tanque [de transporte ferroviario], y va a impactar y contaminar el agua”, dice Robles Elías, que ha compartido esta preocupación en las juntas municipales, pero asegura que el gobierno no les hace caso. También dice que las vías afectarán a la fauna de la zona.
Algunos ecologistas comparten las preocupaciones de Robles Elías. “Una es el agua, la calidad y la disponibilidad del agua para la gente y para la naturaleza”, dice Mirna Manteca, codirectora del Programa del Noroeste de México de Wildlands Network, una ONG conservacionista. “Y no es nomás el agua, sino todo ese hábitat ribereño, es un oasis para las especies de esta región. Sigue siendo desierto aquí, son ecosistemas áridos y toda esa estructura del bosque ribereño, es crítica para muchas especies”.
Según Manteca, el río Cocóspera ayuda a los animales como el jaguar a navegar su hábitat. “El impacto no nada más se termina cuando se completa el proyecto”, dice ella. “Sino que queda ese impacto de fragmentación del hábitat, de degradación del hábitat en este lugar que es tan importante para tantas especies”.
Robles Elías y residentes de Ímuris han propuesto una ruta alternativa que no bordea al río ni atraviesa su pueblo, pero dicen que es difícil movilizar al pueblo con tan poca información disponible.
Mientras tanto, la construcción sigue sin interrupciones. “Ya marcaron el trazo de la vía en el terreno de mi primo desde la entrada principal a la entrada de La Casona donde estuvimos platicando”, me escribió Robles Elías por correo en octubre. “Me dicen que esto NO TIENE REMEDIO, que no hay vuelta atrás”.
Originally published in Mongabay by Dawn Marie Paley.
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