Horas antes de que el huracán Otis devastara Acapulco, en la colonia Infonavit Alta Progreso fueron encontrados dos cadáveres. Tenían las manos y los pies amarrados. Uno de ellos presentaba una rajada brutal en el tórax.
Pero había algo peor: a ambos les habían colocado máscaras de payaso en el rostro. Fue el último, grotesco mensaje que el crimen organizado enviaba antes del huracán. Al lado de esos cadáveres había varios narcomensajes firmados por un tal Comandante 18.
Líder criminal en Acapulco, ligado a Los Rusos (uno de los brazos armados del Cártel de Sinaloa), el llamado Comandante 18 está relacionado con al menos 14 ejecuciones cometidas en el puerto de dos años a la fecha. Su rastro puede seguirse a través de narcomensajes aparecidos en diversos puntos de Acapulco. Todos estos, acompañados de escalofriantes ejecuciones.
En reportes de seguridad, el Comandante 18 figura como uno de los objetivos prioritarios en el estado de Guerrero. Según estos reportes, se trata de un exelemento de la policía ministerial del estado que estuvo bajo las órdenes de Esteban Maldonado Palacios, quien fue director de la policía ministerial, encargado de la investigación de delitos graves.
En octubre de 2021, Maldonado Palacios y el fiscal de Guerrero, Jorge Zuriel de los Santos, aparecieron en un video pidiendo “un favor” a un narcotraficante que se cubría el rostro con un pasamontañas.
Ambos funcionarios cayeron y provocaron la salida en cascada de 20 funcionarios más. Desde entonces había pruebas palpables de la connivencia entre autoridades de Guerrero e integrantes del crimen organizado.
El gobierno de la morenista Evelyn Salgado cerró los ojos. En Acapulco, la presidenta municipal Abelina López culpaba de la violencia a los medios y al clima.
Mientras tanto, el avance criminal llegaba a niveles nunca vistos. A principios del año pasado, más de un centenar de negocios que se negaron a pagar extorsión fueron incendiados.
Al mismo tiempo, arreciaron las ejecuciones: Acapulco se colocó entre los cuatro municipios más violentos de México. Poco antes del huracán han llegado a verificarse hasta 10 ejecuciones en solo 48 horas. Más de 500 asesinatos acompañaron los primeros meses del año.
Unas semanas antes de la irrupción de Otis, dejaron colgado del puente peatonal de la avenida Ruiz Cortines, a unos pasos del Mercado La Laja, el cuerpo de un hombre al que le habían bajado los pantalones. En el narcomensaje de costumbre, Los Rusos lanzaban amenazas contra uno de los líderes del Cártel Independiente de Acapulco, CIDA: Alejandro Magno Acevedo, El Correcaminos.
Se trata de las dos organizaciones que se han repartido el dominio de las actividades ilícitas en el puerto, y que coordinaron los saqueos efectuados tras el paso del huracán. Son las dos organizaciones que han llenado de colgados, calcinados y desmembrados el viejo paraíso de fama mundial.
Un reporte de la Sedena, hackeado por el colectivo Guacamaya, enumeraba los nombres de sus líderes, puntualizaba sus alianzas, y marcaba sus zonas de operación.
En ese documento, Carlos Alberto Soriano, El Ruso, Jesús Orlando Rodríguez, El Gordo, y Víctor Leonel Puza Nogueda, El Erizo, eran imputados como cabecillas de Los Rusos.
Alejandro Magno Acevedo, Irving Magno Acevedo, José Ángel Palacios Galeana y Óscar Aguilar Ortiz, El Roba Vacas, fueron ubicados como líderes del CIDA.
Los militares conocían las colonias que unos y otros controlaban: Zona Diamante, Colosio, Coloso, Cayaco, Costa Azul, Puerto Marqués, Barra Vieja…
Estaban ubicados desde un año antes del saqueo de Acapulco, pero los dejaron seguir. No pudieron o no quisieron detenerlos.
“Se está atendiendo”, fue la excusa constante del presidente de México.
No se atendió, y el 24 de octubre pasado todos ellos dirigieron el saqueo más grande en la historia del país.
Una ciudad entera fue víctima de la rapiña.
Ya dominaban el puerto. Pero después del huracán queda claro que el crimen organizado es el verdadero dueño de Acapulco.