Pocos como Gabriel García Márquez para explicarnos la soledad, la individual, la de Macondo o la de todo un continente. Pero sobre la soledad del poder: “cuanto más poder se tiene, sostenía el Nobel colombiano, tanto más difícil es saber quién le está mintiendo y quién no a un gobernante. Cuando alguien alcanza el poder absoluto, ya no tiene contacto con la realidad, y ésa es la peor clase de soledad que existe. Una persona muy poderosa, un dictador, está rodeado de intereses y personas cuyo propósito último es aislarlo de la realidad; todo se conjuga para aislarlo”.
Creo que ese fenómeno de creciente soledad es lo que estamos viendo, viviendo, hoy con el presidente López Obrador. No sólo porque es un mandatario que vive en un Palacio, por definición alejado con ello de la realidad, sino también porque ha crecido su falta de empatía incluso con quienes siempre han sido los suyos: que a tres semanas de la catástrofe de Acapulco sólo haya hecho recorridos aéreos por la zona, que no se haya reunido con la gente, con los damnificados, lo refleja; que esté empeñado en levantar un nuevo censo de desaparecidos para tratar de reducir la cifra que tienen las propias autoridades y que nunca haya aceptado reunirse con las madres buscadoras, lo confirma.
Pero, ¿cómo no va a estar solo el Presidente si se ha deshecho de prácticamente todos los que lo acompañaron en el camino para llegar al poder? No hay casi nadie en su equipo actual que haya sido de sus más cercanos, de los hombres y mujeres que hicieron el largo camino de la oposición y ganaron con él la elección de 2018.
Alfonso Romo, que fue clave en su relación con los empresarios en la campaña y que se había comprometido a distintas iniciativas económicas con ellos, incluyendo el mantenimiento del aeropuerto de Texcoco, fue uno de los primeros en ser alejado del círculo cercano del poder. Se le sigue utilizando en alguna interlocución, pero hace años que sus opiniones no tienen peso en Palacio Nacional.
De la misma forma, Carlos Urzúa, el primer secretario de Hacienda del sexenio, fue sistemáticamente ignorado, hasta que renunció y hoy apoya a Xóchitl Gálvez. César Yáñez fue quien más y durante más tiempo acompañó a López Obrador en todos sus recorridos y responsabilidades: las fotos de una boda que no le gustaron al Presidente fueron suficientes para alejarlo por completo del círculo presidencial.
Julio Scherer fue el más influyente de los funcionarios durante la primera mitad del sexenio. Fue el interlocutor por excelencia dentro y fuera del gobierno, siempre en lucha con los duros de Morena. El respaldo, de todo tipo, que le había dado al presidente López Obrador venía desde muy atrás, era una amistad y relación añeja, inoculada por su padre, don Julio Scherer. El Presidente se despidió de Scherer diciendo que era su hermano. Y después, desde Palacio comenzó una campaña de difamación que no concluye.
Para responsabilizarse de las tareas que tenía Julio llegó otro hombre que también fue calificado como hermano por el Presidente, y que tenía influencia no sólo por la amistad, sino por el respaldo personal y económico que Adán Augusto López y su padre le habían dado a Andrés Manuel. El exsecretario de Gobernación fue impulsado a que buscara la candidatura presidencial. Consultó si habría condiciones de competencia. Le dijeron que sí. Más allá de aciertos y errores, los mismos que lo subieron lo bajaron y terminaron dejándolo no sólo fuera de esa posibilidad, sino que lo empujaron hasta el cuarto lugar en la controvertida encuesta interna. En el reciente proceso, Adán Augusto no pudo colocar a ninguno de sus cercanos, ni siquiera en Tabasco.
Olga Sánchez Cordero sirvió para muchas cosas, pero cuando no logró sacar una iniciativa clave en el Senado quedó en el olvido. Ahora que no votó por la desaparición de los fideicomisos del Poder Judicial, mucho más. Tatiana Clouthier fue la coordinadora de campaña de López Obrador. Nunca tuvo las posiciones que demandaba y que le habían prometido. Cuando luego fue secretaria de Economía terminó renunciando porque era políticamente marginada de las decisiones sobre el sector. También terminó marginada de los afectos.
Lázaro Cárdenas era una figura que hubiera podido crecer y mucho en el entorno presidencial, por nombre, por carrera, por un perfil que es escaso en la 4T de capacidad de diálogo con muchos sectores, y porque, no nos engañemos, es el nieto de Lázaro Cárdenas y el hijo de Cuauhtémoc. Quizás por eso nunca le dieron responsabilidades ejecutivas, fue durante años coordinador de asesores, fue marginado hasta que renunció.
Ricardo Monreal y Marcelo Ebrard siempre fueron algo así como outsiders en Morena, pero ambos muy importantes para López Obrador. Ricardo fue el primer líder del partido y Marcelo declinó la candidatura presidencial en favor de Andrés Manuel en 2012, cuando tenía todo para ser el aspirante presidencial. Hoy los dos han sido marginados.
La lista podría continuar: ahí están (o, mejor dicho, no están) Santiago Nieto, Jaime Cárdenas, Eréndira Sandoval, entre muchos otros. ¿Qué pasará el día de mañana con Claudia Sheinbaum?, ¿qué lectura le damos a la forma en que fue marginada del proceso interno de selección de candidatos?
Dicen que entre los muchos riesgos que entraña la soledad del poder está el terminar rodeado sólo de aduladores y abstraerse de la realidad, vivir en un mundo aparte, donde se cree que todo lo que dice el círculo cercano es verdad, y los demás son enemigos.