El atorón principal en Morena para lanzar sus nueve candidaturas a gobernadores está en la Ciudad de México, donde debe ganar el aspirante propuesto por Claudia Sheinbaum.
¿O va a estrenar el bastón con una derrota en su propia casa?
Ya le dejaron vacío el Estadio Azul, y ahora le objetan su primera decisión importante.
La disputa por el bastón de mando en Morena está en su apogeo.
Es que si vemos un poco la historia de los últimos cuarenta o cincuenta años, entenderemos que los liderazgos en la izquierda no se heredan. Se ganan. Y se ganan en las calles.
Quienes tienen capacidad de movilización y cuentan con un patrimonio de clientelas electorales trabajadas durante años, quieren arrebatarle el mando a Sheinbaum.
O no entregárselo fácilmente, porque ellos tienen la calle.
Ponerle piedras a Omar García Harfuch es ponerle piedras a la candidata presidencial. Esa obviedad, sin embargo, les tiene sin cuidado.
Los del Partido Verde, que como estrategas electorales son magos, ya advirtieron que sólo irán en alianza con Morena si el candidato es García Harfuch.
Desde luego pueden cambiar de opinión, como ocurrió en Coahuila, cuando Morena les dijo que si apoyaban –junto con el PT– al candidato disidente (Mejía) se rompía la alianza a nivel nacional.
El vocero de los verdes, Jesús Sesma, al anunciar que si no es el candidato de Sheinbaum ellos se bajan de alianza, en realidad acudió en apoyo de la exjefa de Gobierno y abanderada de la coalición oficialista.
Es decir, la moneda aún está en el aire.
Todas las encuestas conocidas hasta ahora dan ventaja amplia al exjefe de la Policía sobre la alcaldesa de Iztapalapa, Clara Brugada.
El suelo está muy parejo, ¿por qué tanto brinco?
Retrasar –como lo ha hecho la dirigencia nacional morenista– la encuesta y sus resultados delata que tales sondeos son una pantomima.
Según el presidente de ese partido, Mario Delgado, se pospuso dar a conocer el contenido de los sondeos entre las candidatas y candidatos a nueve gubernaturas debido a que necesitan más tiempo para procesar los sondeos.
¿Y por qué no le dieron ese tiempo a las impugnaciones de Ebrard, a los sondeos para decidir la candidatura presidencial?
Marcelo Ebrard fue aplastado porque había consenso en la cúpula del gobierno, que es lo importante.
No decidieron las encuestas, sino que fue una determinación superior. Ahora la situación es distinta.
Si por las encuestas fuera, García Harfuch sería ya el precandidato, pero algo lo está frenando.
No hay acuerdo en las cúpulas. Las cabezas de la llamada “izquierda social” no están dispuestas a ceder todo el mando a una exdirigente universitaria que no ha pasado por la política de a pie.
Sin su líder, que ya se va de la Presidencia, los dueños de la calle son ellos.
Ahí está el punto: la disputa es por el mando en la izquierda, que no se gana con discursos ni con la bendición de nadie.
Mientras Sheinbaum no sea fuerte en la calle, estará a expensas de los dinosaurios del morenismo.
A la vista están los obstáculos que le ponen. El megadesaire en el Estadio Azul, donde se iba a firmar el “Acuerdo Nacional por la Unidad”.
Sin ellos, no se puede.
Tomó la decisión (respaldada por encuestas) de hacer candidato a jefe de Gobierno a Omar García porque con él en la boleta capitalina tendría el voto de sectores de las clases medias.
Sin ellos, no se puede.
Únicamente el poder de la calle es el que manda en la izquierda, y no las encuestas u otras pantomimas como las tómbolas.
Heberto Castillo cedió la candidatura presidencial al que llenó las plazas en 1988.
Cuauhtémoc Cárdenas fue líder de la izquierda mientras tuvo el liderazgo en las calles.
Y perdió el sitial cuando otro dirigente de la izquierda le arrebató el bastón por su poder de movilizar gente.
El Presidente dice que dejó el mando de su proyecto en Claudia Sheinbaum.
Pero no se lo ha ganado en la calle. El bastón está en el aire.