Marcelo Ebrard se reunió dos veces con Claudia Sheinbuam para negociar su futuro dentro de la 4T. La primera fue hace un mes y la segunda hace una semana, sin la intervención directa del presidente Andrés Manuel López Obrador. Pero no hizo falta, pues la palabras del mandatario hacia su excanciller, el jueves pasado, retumbaron fuerte en sus oídos y en los de sus cercanos: “Si no se piensa en el proyecto, en la nación, un político no sirve de nada; no es más que un oportunista, un convenenciero, un ambicioso vulgar”, lanzó.
Aunque en el equipo de Ebrard aseguran que las palabras del presidente no fueron definitorias para el anuncio de este lunes, sí generaron escozor entre sus cercanos e influyeron en el ánimo del excanciller, quien estiró la liga todo lo que pudo antes de que se rompiera y se terminara quedando en el limbo político en el que ya estuvo, exiliado en París; es decir, sin la candidatura de Movimiento Ciudadano y sin un cargo relevante en la 4T.
Ebrard quiere regresar por sus fueros a Morena y al movimiento, reclamando para él y para los suyos canales de participación en la Comisión de Encuestas y de Elecciones del partido; también escaños en el Congreso federal en 2024 –para las y los diputados y senadores que pueden reelegirse– y él mismo buscaría ser el coordinador de los senadores de Morena, aunque ese puesto aún no está acordado.
Las interlocutoras de Ebrard con el equipo de Sheinbaum fueron sus dos incondicionales: Malú Micher y Martha Delgado. Y el acuerdo llegó. El excanciller sigue dolido por como lo trataron algunos integrantes de la 4T, en especial su examigo, expupilo y exsecretario de Finanzas, Mario Delgado, con quien, se asegura, no ha cruzado palabra desde que lo llamó “cobarde” en el contexto de la elección interna de Morena hacia la Presidencia.
No obstante, todo apunta a que Andrés Manuel López Obrador lo hizo otra vez: impuso su voluntad sobre Ebrard y sobre Sheinbaum, y contra su voluntad los unió en un mismo proyecto. La imagen de un acuerdo entre Marcelo y Claudia es una victoria para AMLO, pero una derrota inmediata para los que se consideraban los dos más poderosos colaboradores del líder moral de la 4T.
La exjefa de Gobierno tenía las manos amarradas. Con el discurso de las clases medias que empleó para impulsar la candidatura de Omar García Harfuch le tenía que dar cabida en su movimiento a Marcelo Ebrard, aunque en sus cálculos primarios no pensaba darle algo más allá que una diputación y ahora tendrá en sus filas a un personaje que amenaza con desempeñar en su gobierno un rol como el que jugó Ricardo Monreal en la primera mitad del sexenio de López Obrador, en la que tuvo el control del Senado.
La 4T y su máximo líder le han ofrecido a Ebrard los espacios que Sheinbaum no le pensaba reservar, y el excanciller los toma esperando que este sea un segundo golpe para un futuro gobierno que, sin haberse legitimado todavía en las urnas, empieza a demostrar sus debilidades, por lo que requerirá de “perfiles fuertes y experimentados” que asuman la operación del Estado en los momentos de mayor apremio. El rol de “bombero” ya lo tuvo Ebrard en el sexenio actual y se apresta para tomar las riendas de los temas críticos por seis años más, siempre que AMLO lo tenga en cuenta.
Ebrard dijo que buscaría la Presidencia de la República hacia 2030, aunque hay quienes dicen que no tendría que esperar siquiera seis años porque está institucionalizada la revocación de mandato. Nuevamente la decisión no es de otro más que de Andrés Manuel López Obrador. Ese escenario sería un desastre para la estabilidad política del país, por lo que es improbable que suceda y seguramente veremos a Marcelo Ebrard llegar al Senado, también para contar con la protección constitucional del fuero ante cualquier eventualidad.
Lo cierto es que en tan sólo un par de días Claudia Sheinbaum perdió el espacio que peleó para García Harfuch y le impusieron a Marcelo Ebrard. En las encuestas de hoy se asegura que la heredera de AMLO llegará a ser presidenta, pero en aras de su legitimidad tendrá que dar un golpe en la mesa muy pronto.
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Andrés Manuel López Obrador recibió bien la noticia del acatamiento de Ebrard. “Lo veo muy bien, lo felicito, le mando un abrazo a Marcelo, estoy contento”, dijo el presidente. “Es unidad y es mucha madurez… y pensar en lo más importante que es que continúe la transformación, lo más importante ayudar, trabajar para el pueblo y defender a la nación”, agregó.
El presidente está eufórico porque en menos de tres días logró una carambola de fantasía: alineó a las bases morenistas y a sus candidatos y candidatas hacia las nueve gubernaturas que van a disputarse en 2024, particularmente impuso a Clara Brugada en la CDMX; logró que su “candidato externo”, Samuel García, se convirtiera en la apuesta presidencial de Movimiento Ciudadano el próximo año –para quitarle votos a la oposición; y finalmente que Marcelo Ebrard se alineara y se quedara en Morena. Fin de semana redondo.
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Y precisamente en la CDMX, donde se necesitarán operadores muy eficaces para retener el gobierno es que Ebrard puede jugar un rol relevante. A Morena le urge comenzar a hilar fino entre las clases medias y el empresariado, pues todo indica que, como sucedió en el 2021, la ciudadanía que no comulga con la 4T votará en contra a todo lo que huela a Morena, sea quien sea el candidato de la oposición. Marcelo, con toda la experiencia política y tras haber gobernado la capital, podría hacer la diferencia. Habrá que ver si quiere y si lo dejan ser operador de esa elección.
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A propósito de la columna de ayer, el empresario regiomontano Fernando J. Turner, uno de los que estuvo en la reunión con Claudia Sheinbaum el sábado en Nuevo León, nos comentó que bien estuvo presente en la comida no fue a “cobijarla”, sino a conocer y escuchar sus propuestas, “como hay que escuchar a todos”. “Le transmití que hace falta inversión en distribución eléctrica para aprovechar oportunidades, ojalá que nos escuche”, dijo a esta columna.