El gobernador Alfonso Durazo ya escribió su cartita a Santaclós: Mucha lana de la federación para su obra insignia, el afamado Plan Hídrico Sonora 2023- 2053. Ambicioso el proyecto y sin duda apagaría la sed que habrá en el futuro.
Pero tiene una pequeña falla: El plan se está difundiendo a base de saliva, mera propaganda. O sea falta el financiamiento. En su difusión por ningún lado aparece el pilar y sustento de todo proyecto: Lana. La sequía es real, en todo sentido, con todos los sentidos.
El gobierno federal tiene todo su recurso comprometido para el siguiente año. Claro, en las obras insignia de AMLO. Y hay que tener presente el histórico endeudamiento de casi dos billones de pesos nomás para 2024. Obviamente todo ello generará una bola de nieve que podría convertirse en una peligrosa avalancha que todo se llevaría a su paso.
Así que a Durazo le queda hacer magia para recaudar recursos financieros fuera de su alcance, más de 47 mil millones de pesos.
Si Santa no puede hacer su magia y facilitar esa lana, a Durazo le quedaría la salida de la inversión privada. O sea entregar el negocio de las obras para su venta de agua.
Todo muy complicado.
Entonces los empresarios vendrían vestidos de Santa para hacer negocios con el Gobierno de Sonora.
Y el costo sería pagado por todos los sonorenses.
Para esta operación sería necesario una mejor propaganda.
¡Ufffffff! … y en temporada de elecciones.
Suena complicado.
Por el momento, claro.
Finalmente Durazo estaría obligado a convencer a las carteras más abultadas y a todo el pueblo de Sonora.
¿Funcionará el Plan Hídrico?
Se cazan apuestas.
Manlio alborotó la gallera
Pues por fin despertó la clase política sonorense y los suspirantes se pusieron a chambear. ¿Ya ves Manlio lo que provocaste?
Lo impensable: Que los políticos se pongan a jalar.
Jalar agua para su molino.
Pero por algo se empieza.
Y en automático los opinadores iniciaron el juego de colocar nombres en las posibles fórmulas. Algunas de ellas generaban alguna sonrisa.
Pero llegó la figura de Ricardo Bours, haciendo política de la vieja, la más efectiva: Hizo circular una foto con Manlio y con ello dijo quietos todos. Aquí estoy con el mariscal de campo, el que pone los verdaderos nombres en las listas.
Claro, inmediatamente llegaron observaciones que ponían a Ricardo como un empresario que viene a comprar su candidatura.
Pero aquí se impone la lógica: Una candidatura al Senado requiere de muchos millones de gasto, que no puede poner cualquier suspirante.
Ricardo tiene lana propia y le resulta fácil pasar la charola para que apoquinen sus amigos ricos, millonarios y archimillonarios. Entre todos pueden juntar una buena lanita. No como para sufragar los gastos del Plan Hídrico, pero sí para una campaña decente al Senado, la antesala de una gubernatura.
Manlio no puede repetir como gobernador, pero Ricardo sí puede aspirar por segunda vez, ahora rodeado de una real estructura.
Quedaría entregar suplencias a las damas, que también cuentan.
Y hacer lo contrario a la campaña de Xóchitl, que hace recordar las palabras de misión imposible: Esta candidatura se autodestruirá en pocas semanas, con la ayuda de familiares y acomodaticios.
Al respecto, vemos a un Ricardo Bours enfrentando críticas por su reciente cambio de postura política. Respondió en Twitter a un periodista local que lo acusaba de falta de coherencia. Defendió su alianza con el PRI como una táctica esencial en su lucha contra Morena, a quien señala como responsable de varios problemas en el país.
Paralelamente, Bours lanza una seria acusación a Movimiento Ciudadano, sugiriendo un “complot” a nivel nacional. Esta afirmación desafía la imagen de Movimiento Ciudadano como opositor de Morena y sugiere que podrían estar actuando como un falso opositor, posiblemente para restar votos al Frente Amplio en las próximas elecciones. Su posición, como alguien que conoció el partido por dentro, añade peso a sus declaraciones y plantea dudas.
Finalmente inicia el juego.
Con el recuerdo de algunas frases que recrean el ambiente.
A cartas vistas, no hay mal jugador.
La vida no consiste en tener buenas cartas, sino en saber jugar las que se tienen.